sábado, 8 de febrero de 2025

Leyenda del Viejo Almendro.

Hubo hace mucho tiempo, en el siglo xix, un hermoso caballero que se fue a enamorar de una bella dama y que por ello, por culpa de su gran amor y poca inteligencia, acabó muerto.

Pasaba que todos los días a las doce de la mañana salía nuestro hermoso caballero a leer su libro de poemas de Quevedo. Daba igual si fuera en el caluroso verano o el frío invierno, siempre vestía con su levita gris, pantalón ancho, corbata grande y chaleco negro.

Y todos esos días cruzaba la calle, atravesaba el parque y se sentaba en el mismo banco bajo el almendro. Y allí, como siempre, se ponía a leer sus sonetos. Pero un día pasó algo maravilloso, nuevo, algo que fue a lastrar la tranquilidad del hombre y su consuelo.

Porque pasó una bella dama con un traje escarlata y cofia de terciopelo vestida de un desconocido cabello rubio y cuyos ojos, la verdad, que no consiguió verlos. Nuestro protagonista, lleno de respeto, tan sólo levantó la mirada y le siguió con salud y deseo puesto que se dio cuenta que en ese instante, en ese mismo momento, el amor cubrió su sangre, el amor cubrió su cuerpo.

Nuestra dama, sabiéndose observada, siguió caminando y sonriendo y empezó a mover rápidamente el abanico y a tocarse lentamente el pelo. Poco a poco fue pasando frente a él. Poco a poco fue mirándola a ella aunque con la cortesía de un gentil hombre sólo movía de lado el sombrero. Ya casi se le ocultaba de la mirada y él seguía forzando su cuerpo. Justo cuando faltó de sus ojos dio un último golpe del pescuezo y con un “crack” apenas audible… se partió el cuello.

Pasó tiempo hasta que alguien se fijó en él. Unos dicen que se ausentó en la noche y otros que hasta el crujir oyeron, pero lo que todos ellos aseguraban era que tenía la vista perdida como si guardase un secreto. A los dos días sus amigos le enterraron y hasta nuestra bella dama fue al entierro.

Pasaron los años y ella se casó, tuvo tres hijos y a ninguno de ellos le puso el nombre del caballero, aunque todos los días hasta su lejana muerte veía en su paseo el viejo almendro. Pues cuenta la leyenda, y no sé si esto es cierto, que cada vez que pasaba por el banco se oía un leve chasquido, un “crack” apenas audible… como si se partiera un cuello.


Autor: Desconocido.



15 comentarios:

  1. En este caso el dicho "hay amores que matan" se cumplió.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Que triste leyenda. El pobre murió de tanto mirar a su amor.
    Abrazo

    ResponderEliminar
  3. Ay de esos amores que terminan en melodrama. Una historia triste, pero linda de leer. Un besote grande.

    ResponderEliminar
  4. El caballero murió por cobarde, qué le costaba ponerse de pie y saludarla con respeto! Un abrazo Pili!

    ResponderEliminar
  5. Un final triste y una muerte de lo más tonta que pudo haber evitado.Besicos

    ResponderEliminar
  6. Es una leyenda triste. Una absurda manera de perder la vida.
    Un beso.
    Feliz fin de semana.

    ResponderEliminar
  7. Hola Pili bonita como estas??

    Aaaiii si,de verdad eh!! La de veces que he pensado en volver atras para hacer cosas que en su dia no hice por motivos X y de no hacer las tonterias que hice...

    Y si,no tenemos remedio para muchas cosas.

    ¿Que tal ha ido tu fin de semana?

    Que historia mas triste la verdad... :-(

    ResponderEliminar
  8. Leyendo a Quevedo nunca le pudo pasar eso... Sólo es una leyenda. Besos

    ResponderEliminar
  9. Romántica y triste leyenda la del almendro.
    Muchísimos besos, guapa.

    ResponderEliminar
  10. Una leyenda un tanto tétrica, Piruja. ¡Pobre hombre!
    Un beso.

    ResponderEliminar
  11. Es una leyenda muy triste, pero me gustó leerla. Besos.

    ResponderEliminar
  12. Mal recuerdo para la dama cada vez que viera un almendro.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  13. Es importante no forzar el cuerpo en ciertas ocasiones, porque todo puede pasar...Realmente según se lee la historia, todo iba bien, no imaginábamos este final, ciertamente irónico y trágico...El recuerdo quedó en el banco y en la memoria de la dama.
    Mi abrazo entrañable y felices días de febrero, Pilar.

    ResponderEliminar
  14. Pues no se cual de las dos es más tragica si la tuya o la mía. No se que me ha pasado, pero ya
    verás el desaguisado que he armado en el comentario que he puesto...perdona.
    Un besazo guapetona

    ResponderEliminar