lunes, 28 de diciembre de 2015

El Hada de los Pájaros.


Cuando llega el frío al bosque corren grandes peligros los pájaros y demás animales. No hay mucha comida y tienen que hacer largos recorridos para encontrarla. Tan largos que algunos se pierden, o caen agotados al suelo, sin fuerzas para seguir volando.

Es por eso que en este tiempo invernal, las Hadas se preocupan mucho por ellos y cuando el sol empieza a ocultarse, recorren el bosque y las orillas de los lagos en busca de pajaritos perdidos o cansados para darles cobijo.

Pero hay un Hada, a quien las mamas pájaro quieren de forma especial, porque siempre esta dispuesta a cuidar de los pequeños mientras los mayores buscan el alimento que necesitan.

Ella los acomoda entre sus cabellos, adornados con flores y pequeñas ramas, y deja que duerman o jueguen hasta que sus papas regresan. Y si por alguna desgracia no lo hacen, cuida de ellos hasta que son lo bastante mayores para cuidarse por si mismos.

Es mucho trabajo, pero nunca, nunca, el Hada se ha quejado.

No es seguro de cual es su nombre, pero los pájaros la llaman Alita.


Autor: Desconocido.





domingo, 20 de diciembre de 2015

Dutieng (Cuento Compartido)


Hola amigos, estamos en tiempo de Navidad, por eso hoy os traigo un cuento que hace unos añitos lo publique en mi anterior blog, me apetecía publicarlo aquí y así el que no lo conozca de esta forma lo hace. He de decir que el cuento esta escrito  por mi querido mago, mas conocido por muchos de vosotros como Karras, el me prepuso hacerlo a medias y que conste bajo amenazas, si si y encima se alió  con su hada Mar jeje, yo humildemente compartí algún renglón que otro con el:), y las imágenes que en parte alguna también es de Karras:)

En su momento te lo agradecí mucho mago y lo vuelvo hacer, porque eres una persona con un corazón que en este mundo hacen falta muchos como tu, se te quiere mucho:)
También os pongo el vídeo que en su día recomendó nuestro mago para acompañar el cuento:)


Dutieng  tiene ocho años.  Es un niño muuuuyyyy ocupado, tanto, que desconoce el significado de la palabra juego. No,  Dutieng no estudia, no lee, no escribe y apenas se relaciona con otros niños de su edad.  Él desde hace tiempo tiene que ayudar a su familia, esta se compone tan solo de dos hermanas menores que Él.

Vive en una pequeña aldea en el corazón de África. Se levanta al amanecer porque ha de llevar a pastar,  a las cuatro vacas de que disponen y cuidar de que ningún animal las ataque. Para ello se ayuda de un palo y de los gritos que lanza cuando se acerca alguna hiena o (en ocasiones) algo más grande. Hasta ahora ha tenido suerte, tan solo tuvo que lamentar la pérdida de un ternero el año pasado. Eso pasó porque se reunieron varias alimañas si no Él hubiera resuelto la situación como otras veces, o al menos eso esperaba.

Imagen de Karras
Pero es cierto que cada vez los animales son más osados y se atreven más. Pese a su corta edad sabe que es cuestión de tiempo. Diariamente reza como le enseñaron sus antepasados, y en sus plegarias no hay peticiones infantiles,  reza...... por el sustento del siguiente día.

Sus abuelos le hablaron en una ocasión de algo blanco y frío que cubre las lejanas montañas. Dutieng quiere verlo, quiere correr entre esa extraña sustancia,  quiere ver reír a sus hermanas jugando con Él, rodando, saltando. No sabe por qué pero tiene seguro que la felicidad de los tres se esconde allí aunque se le antoja imposible llevar a cabo su deseo.

Por primera vez Dutieng reza esa noche pidiendo algo distinto a lo acostumbrado. Ya llevan rato durmiendo cuando el ajetreo de sus animales les avisa de algo inusual en la noche. Él sale con su bastón y su corto cuchillo de caza decidido a enfrentarse a la amenaza que suena fuera de la pequeña choza. En primer lugar sus descalzos pies notan un frío suelo blanco que le hace sentir una sensación extraña, sus dientes castañean sus manos le responden muy lentas.

Y es entonces cuando  asombrado..... lo ve.

Cerca de la puerta hay un animal extraño, no es muy grande, diríase que es un antílope o algo parecido pero su cornamenta es muy distinta, su largo pelaje  no es común por aquí. Está tumbado,  parece herido en una de sus patas y lo más extraño de todo, tiene la punta de su hocico de un rojo que reluce en la noche.

Dutieng supera el miedo llama a sus hermanas y como pueden lo arrastran dentro de la choza. Allí lavan con mimo su herida y entablillan con esmero su rota pata. El animal no se quejaba.

Antes de las primeras luces, Dutieng se despierta. El suelo blanco ha desaparecido y contempla asombrado al raro antílope que está en pie como si nunca hubiese estado herido. Ese día todo acaban antes sus tareas para pasar más tiempo con él. Corren con él, saltan con él, nadan en el río y de repente se dan cuenta de que lo que están haciendo les hace reír y se sienten felices.

Aprenden sin saberlo....... a jugar.

Esa misma noche mientras duermen abrazados a él vuelven a sentir ese intenso frío y un sonido que nunca habían escuchado, algo como clink, clink clink. Los tres en esta ocasión se asoman y descubren un puñado más de esos extraños antílopes atados a un carro sin ruedas del que se baja un no menos extraño personaje. Sus ropas también son raras pero no están hechas de piel, al menos no de la piel de ningún animal conocido pues estas son del color de las hojas de los árboles.

Al ver sus asombradas caras, el orondo individuo se inclina hacia atrás haciendo más prominente si cabe su redonda barriga y emite un sonido que diríase una carcajada pero mucho más grave. Ho,Ho,Ho.
¿Cómo estas Dutieng?, ven no tengas miedo, Acompáñame…
Dutieng sin salir de su asombro se atreve a preguntarle que quien es, entonces el individuo se lo dice, soy Santa o Santa Claus, me puedes llamar como mas te guste.
(Increíble habla una lengua desconocida y aun así Él le entiende perfectamente).

Verás hemos recogido tu petición y cuando veníamos a investigar sobre su origen Rudolf  se ha desorientado y ha venido a parar directamente a la dirección adecuada Ho,Ho,Ho.

Veo (continuo hablando) que lo has cuidado bien y que eres merecedor del deseo que pediste. Ahora debemos partir a otros lugares donde también nos han llamado. Dicho esto silbó suavemente y Rudolf se puso a la cabeza del carro con enormes saltos de alegría. El personaje desconocido paso la mano por las cabezas de los hermanos y acomodándose en el asiento desaparecieron por encima de las chozas.

Al día siguiente  todas las cabañas estaban repletas de  alimentos la gente del poblado reía, cantaba, celebraba la suerte por semejantes regalos. Y esto se repitió año tras año. Los niños pudieron dejar las tareas duras a los mayores y ayudar en otras formas en la comunidad. Algunos se especializaban incluso en signos y huellas que después transmitían a sus compañeros que a su vez compartían otras enseñanzas aprendidas en el día.

Dutieng se hizo mayor, tuvo hijos a los que enseñó que debían dar gracias por lo conseguido, a saludar al cielo en esa noche con la certeza de que alguien  les estaba saludando a su vez y a compartir con el resto cualquier cosa buena sucedida.

Cuando murió Dutieng, en la aldea se declaró día de dar gracias porque  Dutieng vivió en la aldea, y daban gracias también al día en que por su bondad cambió el curso de sus vidas.

Y a pesar de no tener una idea clara del transcurso del tiempo ni preocupaciones por su paso, en la aldea sabían perfectamente la localización de este día.

Porque desde entonces año tras año, en  ese cálido y perdido lugar situado  en pleno corazón de África sucede que la  noche anterior........nieva y ese día, que todos celebran con tanto cariño derrochando bondad, ese día que los niños juegan sin cansarse y comen caramelos sin hartarse, ese día que todos comparten lo que tienen, ese día que todos esperan con mucha ilusión, ese día.... es Navidad.


Autor: Karras y Piruja.



domingo, 13 de diciembre de 2015

Leyenda del Arpa Misteriosa


Dice la leyenda que en un palacio, el administrador encontró un día un documento en el que se decía que en el desván del edificio existía un arpa misteriosa y todos los que la escuchaban entraban en éxtasis. Esto le llamó tanto la atención que  subió al desván  del enorme palacio y buscando y rebuscando encontró un arpa allá en un rincón.

 Orgulloso de su hallazgo se presentó ante el rey con el documento y el arpa y le explicó todo lo que había averiguado. El rey no creía mucho todo lo que le estaba contando su administrador pero, como había puesto tanto empeño, le dijo:

 - “Muy bien, veamos, organiza un concierto”.

 El administrador buscó el mejor músico del reino y organizó un concierto. El auditorio se llenó de gente y cuando el músico comenzó a tocar el instrumento …  ¡nadie entró en éxtasis!.

¡Qué gran frustración! pero, a pesar de ello, nuestro administrador, que estaba convencido de lo que había leído, no se dio por vencido y volvió a insistir al rey, que volvió a darle una oportunidad, que volvió a resultar fallida. Seguía nuestro administrador sin darse por vencido y preguntando e indagando cómo podría hacerse realidad el documento encontrado.

Un día, hablando con un vecino de la comarca, volvió a preguntar si conocía a alguien capaz de tocar el arpa. El vecino le  dijo que, en la montaña, había un ermitaño que podría ser su hombre.

 Nuestro administrador, incansable, le comunicó al rey lo que había averiguado  y éste, resistiéndose mucho, le autorizó a organizar otro concierto.

-  ¡Nunca bajaba a la ciudad pero … era una invitación real! así que, accedió.

 Organizado el concierto, el auditorio se volvió a llenar de la gente más importante del lugar, ataviada de sus mejores galas.

El ermitaño llegó de forma natural, tal cual vestía en la montaña, y se sentó junto al instrumento en silencio, entonces empezó a tocar el  arpa y, según iba saliendo la melodía de su cuerdas, el auditorio fue quedándose extasiado.

 Al terminar el concierto, todos preguntaban a nuestro ermitaño:

 - Pero… ¿cómo lo has conseguido? ¡otros grandes músicos antes lo habían intentado y no lo hicieron!

El sencillo ermitaño sólo podía dar una respuesta:

 - ¡Sólo la dejé sonar!

Dejarle que suene.

Dejad que vuestro corazón suene.



Autor: Desconocido.



domingo, 6 de diciembre de 2015

El Roble Encadenado.


Era una fría noche de otoño del año 1821, y el conde de Shrewsbury regresaba a casa en su carroza, cuando de pronto un anciano de aspecto zarrapastroso y barba gris se le cruzó en el camino, como solicitándole que detuviese la carroza. ¿Quién sería aquel vagabundo que osaba importunarle?, se preguntó el conde mientras miraba con desdén al viejo, que le extendía la mano mientras, guiado por una mezcla de vergüenza y pesar, hundía la mirada en el suelo.

Al parecer, el anciano quería una moneda, y esto molestó bastante al conde. Detestaba a los mendigos, así que sólo se quejó e hizo un gesto de asco y negación; pero, en lugar de callar, el viejo se indignó y, señalando a un roble que estaba muy cerca, dijo con voz ronca y tono solemne: “Por cada rama que caiga de este viejo roble que aquí yace, un miembro de tu familia morirá”… Como era de esperarse, el conde solo se enfadó más ante la maldición del mendigo, pero obedeció a su sentimiento de superioridad y se marchó sin decirle nada.

Mientras volvía a casa, la llovizna que antes caía se transformó en una lluvia furiosa, en medio de la cual el viento rugía, las gotas caían como clavos de cristal, y los relámpagos hacían palidecer el firmamento, seguidos por el sobrecogedor sonido de los truenos. Intentando guardar la calma, el conde se dijo que, todas las posibles sospechas de que el clima fuese un indicio de que la maldición se cumpliría, no eran más que patrañas propias de mentes supersticiosas, caso que no era el de un hombre inteligente como él, por lo que debía proseguir su camino con altiva indiferencia.

No obstante, poco después la calma del conde se derrumbó por unos instantes, pues un rayo acababa de caer muy cerca, al parecer sobre un árbol… Entonces intentó convencerse de que el árbol afectado no era el roble; pero, al llegar a casa, lloró como un niño al enterarse de que alguien de su familia había muerto, supuestamente por causas desconocidas…

Inquieto ante la reciente desgracia, el conde se sorprendió cuando, al revisar el sendero al día siguiente, constató que efectivamente el rayo había caído en el roble, quitándole una rama… ¿Sería la maldición? Quizá, y por eso ordenó a sus criados que encadenasen las ramas del roble, a fin de impedir que volviesen a caer y a matar más miembros de su familia.


Autor: Desconocido.