sábado, 26 de enero de 2019

Invierno.


Esta mañana, al abrir la puerta me encontré con el Sr. Invierno recién llegado a la ciudad. Buenos días le dije, buenos días tenga usted, el me respondió.

Venia como cada año a invitarme a pasear. El Sr, Invierno es alto y delgado, afilado, casi puntiagudo y muy atildado. Es muy friolero por eso viste siempre como mínimo con quince abrigos, diez bufandas, cinco gorras, varios pares de guantes, ocho calcetines y solo usa un par de botas, por que si se pone mas, anda como un pato.

El Sr. Invierno es bastante taciturno, reservado, circunspecto.... vamos, que es muy callado, y hay quien piensa que es muy seco, adusto y bastante agrio. El se queja, es normal, de que nadie parece quererle, de que todos le vienen a protestar, que si hace mucho frío, que si no se puede ver el sol, que si las flores, que si las plantas, que cuando vuelve el calor....

Y yo dejo que proteste porque no tiene con quien hablar, y lo dejo que se queje, por que no tiene con quien charlar.

Me cuenta que todo el mundo le pregunta por la Primavera y todos suspiran por ella -¡ Ay, cuando llegara !-, y el pobre no lo comprende por que a el, el invierno, le parece ella la primavera, una cabeza a pájaros sin un gramo de seriedad.

Y con el Verano - se lamenta -, ya es una locura, que si el sol, que si la playa, que si los helados, que si la alegría..., ¡ menuda chaladura !. El pobre no lo comprende por que a el, el invierno, le parece el verano, un cabeza loca sin un gramo de formalidad.

Hasta al Otoño, su hermano mas cercano, me cuenta lo prefieren antes que a el, por que dicen que es romántico, bufa desdeñoso, y nostálgico y... otras zarandajas, el pobre no lo comprende por que a el, el invierno, le parece que el otoño, es un cabeza loca sin un gramo de gravedad.

Y yo dejo que proteste por que no tiene con quien hablar, y lo dejo que se queje por que no tiene con quien charlar.

Y seguimos paseando mientras el se sigue lamentando sin parar, en el fondo es su modo de disfrutar, y poquito a poquito, pasito a pasito, a casa regresamos charlando sin parar.

Llegamos a casa, sirvo un chocolate bien caliente y el Sr. Invierno da un suspiro satisfecho y guarda silencio, no se quita abrigos, ni bufandas, ni guantes ni nada, es muy friolero, sentado cerca del radiador me pide una manta y contempla con aire triston la nieve que cae en el exterior.

Es un poco huraño el Sr. Invierno, un tanto taciturno, algo melancólico y bastante quejica no lo voy a negar, pero en cuanto le conoces -créeme, es la verdad-, es bastante agradable sentarse en silencio junto al fuego mientras allá fuera, el frío, la lluvia, el viento, la nieve, la niebla y el hielo llegan tras el.

Cuando la noche cae el Sr. Invierno se despide ya que su trabajo debe continuar. Buenas noches le digo, vuelva por Navidad, buenas noches me responde, aquí estaré sin faltar. Y mientras cierro la puerta y le veo marchar, pienso en que me gusta el Invierno, no lo puedo evitar.



Texto de Internet.




sábado, 19 de enero de 2019

Un cuento para Mario.


Había una vez un niño, un niño soñador, de los que parece siempre en Babia. Él era feliz en su mundo creado para sí mismo, donde hadas, elfos y brujas andaban a sus anchas.

Un día vio llorar a su padre y eso lo descompuso, ya que la tristeza no cabía en él. Se sintió, a su vez, muy triste, y esa noche cuando su padre terminó el cuento que todas, todas las noches le acompañaba a dormir le preguntó.

—Papá ¿Por qué lloran los papás?

—Mario, la vida no es como la sientes de niño, la vida es correr para no llegar y en la carrera, dejarte la propia vida.

La explicación dio que pensar a Mario que a partir de ese día empezó a fijarse en la vida de sus padres. Observó que se levantaban temprano, iban a trabajar, le llevaban al colegio, hacían los trabajos de casa, lo llevaban al médico cuando enfermaba, a natación,…y muy, muy de vez en cuando, veía a sus padres reír juntos y abrazarse…y comprendió lo que quería decir su padre.

Estaban tan atareados que no podían hacer las cosas que a ellos les gustaban.

Mario —preocupado— se lo contó a Atergo —el duende—, que a su vez se lo contó a Nebrisa —la diosa de los sueños— que consultó con Recartes.

Recartes era el brujo que todo lo sabía, porque era el más viejo y el que tenía la barba más larga. Y eso, es importante en el mundo que gobierna a los niños: la barba.

Recartes pensó y pensó, hasta que dio una solución que haría que su padre no volviera a llorar.

Nadie sabe lo que ocurrió, pero al día siguiente todos los relojes del mundo desaparecieron. Al principio fue un caos pues nadie sabía cuando empezaba el trabajo, ni cuando terminaba, ni a qué hora era la comida, ni cuando levantarse, o cuando terminaba un lunes y empezaba el martes.

Pero poco a poco la vida empezó a regirse sin tiempo, se comía cuando se tenía hambre y se trabajaba cuando se tenía algo que hacer. No había prisa ya que el tiempo no existía.

Y así el padre de Mario nunca volvió a llorar.




Autor: Desconocido.








sábado, 12 de enero de 2019

Flores de Hielo.


Hola amigos, el otro día le vi un enlace a una amiga y pinche en el quedándome asombrada de lo que veía,  nunca había visto esto ni había oído hablar tampoco, lo estuvimos comentando mi amiga y yo que era muy bonito lo mismo que curioso, por eso por si no lo conocéis quiero compartirlo con vosotros, espero que os guste, lo que os quiero enseñar se les llama Flores de Hielo.


El curioso fenómeno de las “flores de hielo” que crecen sobre el océano Ártico.

Estas hermosas fotografías, que parecen como de otro mundo, fueron tomadas el año pasado por el estudiante graduado Jeff Bowman y su profesora Jody Deming, de la Universidad de Washington, mientras trabajaban en un estudio oceanográfico y microbiológico en el centro del océano Ártico.

Su objetivo era el análisis de las llamadas “flores de escarcha” (o flores de hielo), un curioso fenómeno por el que el hielo crece a partir de pequeñas imperfecciones de su superficie, a temperaturas bajo cero próximas a – 22Cº. Estas flores se formaron alrededor del barco rompehielos que trasladaba a estos investigadores, pues crecen en las largas grietas abiertas durante su navegación.

De pronto, la superficie de este nuevo hielo que se forma en el agua cambia de textura por la congelación. El aire frío y húmedo por encima de las grietas abiertas se satura con vapor de agua (lo que significa que el aire tiene demasiado agua), así que cuando el aire sobresaturado toca a otro cristal de hielo, ese vapor de agua rápidamente se convierte de nuevo en hielo gracias a la sublimación (paso de un estado a otro sin pasar por el intermedio; en este caso deposición o sublimación regresiva).

Este proceso concreto se denomina nucleación, y la escarcha empieza a formarse en las imperfecciones presentes sobre la superficie del nuevo hielo. A partir de estos puntos de nucleación, las estructuras de las flores de hielo crecen verticalmente, aumentando rápidamente centímetros de altura mientras absorben la humedad de la superficie.

Este tipo de “flores” pueden crecer en el Ártico, en la Antártida e incluso en un estanque de agua dulce. Y aunque son difíciles de ver en nuestra naturaleza más cercana, las tenemos a la vez muy presentes, pues si miramos en detalle dentro de nuestra nevera es el mismo proceso por el que se forma la famosa escarcha que cubre sus paredes.

Pero en el océano, estas flores tienen una característica muy especial. A diferencia del hielo normal, las “flores de escarcha” son saladas. El mar de hielo poroso en el que se forman las flores exprime el agua salada en un proceso conocido como rechazo de salmuera. Y estas flores recogen esta salmuera sobre los cristales, haciendo que su salinidad alcance casi tres veces la salinidad del agua de mar. ¡Perfecto para las conservas!

Pero, además de la sal, las flores también recogen bacterias marinas y otras sustancias a medida que crecen, convirtiéndose en un ecosistema temporal impagable para el estudio de microorganismos amantes del frío, un escenario helado y salado tan difícil de habitar que sirve para comprender los límites de la vida y cómo se puede resistir condiciones extremas en otras regiones del universo.

Así son las flores de hielo, un fenómeno tan bello como importante para descubrir a dónde vamos o, directamente, de dónde venimos, pues estas flores también producen sustancias químicas (como formaldehídos) que pueden dar pistas sobre el origen de la vida en la Tierra primitiva.











sábado, 5 de enero de 2019

Artabán ( El cuarto Rey Mago )


Como cada año se espera la llegada de los tres Reyes Magos para la madrugada del 6 de enero.

Cuenta la tradición que los reyes viajaron desde el lejano oriente guiados por una estrella y cargados con regalos para ofrecer al Mesías que nacería en Belén.

Melchor, Gaspar y Baltasar, llegaron a tiempo al pesebre donde nació Jesús y entregaron los regalos que traían para adorarlo: Oro, incienso y mirra.

Sin embargo, pocos saben que en realidad eran cuatro los reyes magos que debieron haber llegado aquella noche a Belén, pero, ¿Qué pasó con el cuarto rey mago? Artabán era el nombre del rey que jamás conoció a Jesús.

Su historia se encuentra en algunos textos antiguos que dan cuenta del largo camino que recorrió buscando a Jesús para entregarle el regalo que debió haberle obsequiado la noche en que nació.

Artabán junto con Melchor, Gaspar y Baltasar, habían hecho planes para reunirse en Borsippa, una antigua ciudad de Mesopotamia desde donde iniciarían el viaje que les llevaría hasta Belén para adorar al Mesías.

El cuarto rey mago llevaba consigo una gran cantidad de piedras preciosas para ofrecer a Jesús, pero cuando viajaba hacia el punto de reunión encontró en su camino a un anciano enfermo, cansado y sin dinero. Artabán se vio envuelto en un dilema por ayudar a este hombre o continuar su camino para encontrarse con los otros reyes. De quedarse con el anciano, seguro perdería tiempo y los otros reyes le abandonarían. Obedeciendo a su noble corazón, decidió ayudar a aquel anciano.

El tiempo había pasado y en el punto de reunión no encontró más a sus tres compañeros de viaje.

Decidido a cumplir su misión, emprendió un largo camino sin descanso hasta Belén para adorar al niño, pero al llegar, Jesús había nacido y José y María estaban rumbo a Egipto, escapando a la matanza ordenada por Herodes.

Artabán emprendió entonces un viaje en el que, por donde quiera que pasaba, la gente pedía su auxilio, y él, atendiendo siempre a su noble corazón, ayudaba sin detenerse a pensar que el obsequio de piedras preciosas que cargaba, poco a poco se reducía sin remedio. En su andar, Artabán se preguntaba: ¿Qué podía hacer si la gente le suplicaba por ayuda? ¿Cómo podría negarle ayuda a quien la necesitaba?

Así pasaron los años y en su larga tarea por encontrar a Jesús ayudaba a toda la gente que se lo solicitaba.

Treinta y tres años después el viejo y cansado Artabán llegó por fin a donde los rumores le habían llevado en su larga búsqueda por Jesús. La gente se reunía en torno al monte Gólgota para ver la crucifixión de un hombre que, decían, era el Mesías enviado por Dios para salvar las almas de los hombres. Artabán no tenía duda en su corazón, aquel hombre era quién había estado buscando durante todos esos años.

Con un rubí en su bolsa y dispuesto a entregarla joya pese a cualquier cosa, Artabán encaminó sus pasos hacia aquel monte, sin embargo, justo frente a él apareció una mujer que era llevada a la fuerza para ser vendida como esclava para pagar las deudas de su padre. Artabán la liberó a cambio de la última piedra que le quedaba de su basto tesoro.

Triste y desconsolado, nuestro cuarto rey mago se sentó junto al pórtico de una casa vieja. En aquel momento, la tierra tembló de forma brusca y una enorme piedra golpeo la cabeza de Artabán. El temblor aquel anunciaba la muerte de Jesús en la Cruz.

Moribundo y con sus últimas fuerzas, el cuarto rey imploró perdón por no haber podido cumplir con su misión de adorar al Mesías. En ese momento, la voz de Jesús se escuchó con fuerza: Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste. Artabán, agotado, preguntó: ¿Cuándo hice yo esas cosas? Y justo en el momento en que moría, la voz de Jesús le dijo: Todo lo que hiciste por los demás, lo has hecho por mí, pero hoy estarás conmigo en el reino de los cielos.


Autor: Desconocido.