sábado, 27 de mayo de 2017

Leyenda de la flor Pasionaria.


Foto de Karras
Mburukujá era una hermosa doncella española que había llegado a las tierras de los Guaraníes acompañando a su padre, un capitán del ejercito de la Corona. Mburukujá no era su nombre cristiano, sino el tierno apodo que le había dado un aborigen guaraní a quien ella amaba en secreto y con el que se encontraba a escondidas, ya que su padre jamás habría aprobado tal relación. En realidad, su padre ya había decidido que ella desposara a un capitán a quién el creía digno de obtener la mano de su única hija.

Cuando le revelaron los planes de matrimonio, la joven suplicó que no la condenaran a consumirse junto a un hombre a quien no amaba, pero sus ruegos solamente lograron encender la cólera de su padre. La doncella lloró desconsolada, tratando de conmover el inflexible corazón de su padre, pero el viejo capitán no sólo confirmó su decisión sino que además le informó que debería permanecer confinada en la casa hasta que se celebrara boda.

Foto de Karras
Mburukujá debió contentarse con ver a su amado desde la ventana de su habitación, ya que no estaba autorizada a salir a los jardines por la noche y difícilmente lograba burlar la vigilancia paterna. Sin embargo, envió a una criada de su confianza para que lo informara sobre su triste futuro. El joven indio no se resignó a perder a su amada, y todas las noches se acercaba a la casa intentando verla. Durante horas vigilaba el lugar, y sólo cuando se percataba de que los primeros rayos del sol podían delatar su posición se retiraba con su corazón triste, aunque no sin antes tocar una melancólica melodía en su flauta.

Mburukujá no podía verlo, pero esos sonidos llegaban hasta sus oídos y la llenaban de alegría, ya que confirmaban que el amor entre ambos seguía tan vivo como siempre. Pero una mañana ya no fue arrullada por los agudos sones de la flauta. En vano esperó noche tras noche la vuelta de su amado. Imaginó que el joven indio podría estar herido en la selva, o que tal vez había sido víctima de alguna fiera, pero no se resignaba a creer que hubiese olvidado su amor por ella.

Foto de Karras
La dulce niña se sumió en la tristeza. Su piel, otrora blanca y brillante como las primeras nieves, se volvió gris y opaca, y sus ojos ya no destellaron con hermosos brillos violáceos. Sus rojos labios, que antes solían sonreír, se cerraron en una triste mueca para que nadie pudiera enterarse de su pena de amor. Sin embargo, permaneció sentada frente a su ventana, soñando con ver aparecer algún día a su amante. Luego de varios días vio entre los matorrales cercanos la figura de una vieja india. Era la madre de su enamorado, quien acercándose a la ventana le contó que el joven había sido asesinado por el capitán, quien había descubierto el oculto romance de su hija. Mburukujá pareció recobrar sus fuerzas, y escapándose por la ventana siguió a la anciana hasta el lugar donde reposaba el cuerpo de su amado.

Enloquecida por el dolor cavó una fosa con sus propias manos, y luego de depositar en ella el cuerpo de su amado confesó a la vieja india que terminaría con su propia vida ya que había perdido lo único que la ataba a este mundo. Tomó una de las flechas de su amado, y luego de pedirle a la mujer que una vez que todo estuviera consumado cubriera sus tumbas y los dejara descansar eternamente juntos, la clavó en medio de su pecho. Mburukujá se desplomó junto al cuerpo de aquel que en vida había amado.

Foto de Karras
La anciana observó sorprendida como las plumas adheridas a la flecha comenzaban a transformarse en una extraña flor que brotaba del corazón de Mburukujá, pero cumplió con su promesa y cubrió la tumba de los jóvenes amantes. No pasó mucho tiempo antes de que los indios que recorrían la zona comenzaran a hablar de una extraña planta que nunca antes habían visto, y cuyas flores se cierran por la noche y se abren con los primeros rayos del sol, como si el nuevo día le diera vida, una flor que bautizaron como 'la pasionaria'

Nota: Los jesuitas, identificaron la flor del mburucuyá con los atributos de la pasión cristiana: la corona de espinas, los tres clavos, las cinco llagas y las cuerdas con que ataron al Jesús en el Calvario. Y en los rojos e irregulares frutos, los religiosos creyeron ver las gotas coaguladas de la sangre de Cristo. Esta flor tan singular, se cierra como si se marchitara al ponerse el sol, y se abre cobrando su brillo natural cuando amanece.


Autor: Desconocido.




13 comentarios:

  1. Siempre es un placer pasarte a leer. Tus leyendas e historias nos aleccionan a la vez que emocionan. Esta flor le encantaba a mi madre y no por sus connotaciones religiosas, pero sí por su belleza.
    Besos.

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  2. Siempre sorprendes, cada vez con una leyenda aún mejor.
    Besos.

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  3. Es una leyenda de lo más preciosa, de esa flor tan bella. no podía ser de otra forma.
    Muchos besitos de anís.

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  4. Preciosa y a la vez triste leyenda.Esta flor es muy bonita, yo la tuve pero llegó un momento que se volvió tan frondosa que me ensuciaba mucho la terraza y la quité.Besicos

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  5. Muy bonita leyenda, aunque tiene un triste final. Esta planta la he puesto en mi jardín y acaba de nacer, espero no cansarme de ella como le ha pasado a Charo.
    Besos.

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  6. Muy linda Piruja, como la flor que me encanta. Muchos besos y feliz domingo.

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  7. Una leyenda tremenda, con trágico final. Aunque lo de ver la pasión de Cristo en este bello ejemplar me parece un tanto disparatado. Bueno, ya se sabe...con la fe hemos topado.
    Un abrazo querida amiga.

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  8. Bonita flor y hermosa leyenda.
    Un beso grande. Feliz semana

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  9. La flor es muy bella y los frutos que da son exquisitos, el maracuyá.
    Una preciosa y triste leyanda de amor.
    Besos

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  10. Hola Pili!!...Una hermosa leyenda de una linda flor, adoro las flores. Felicitaciones por las fotos de Karras. Besos a los dos...

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  11. Preciosa leyenda aun en su tristeza Piruja, y esta flor me encanta, varias veces la he intentado plantar pero el fruto no lo da.
    Piruja, ahora estoy trabajando, tengo menos tiempo, pero vendré a leerte, no hay duda.
    Un besazo amiga.

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  12. Tus historias tampoco son mancas. Siempre encuentras unas preciosas que si decimos que son leyendas no dejan de ser verdad. Los padres de aquella época, eran además, unos cabezotas.
    Suerte hemos tenido nosotras de vivir en estos siglos que parecen un poco más civilizados.

    Un besito

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  13. La leyendas siempre me dejan ese sabor agridulce
    pero sus enseñanza es siempre notable
    que mejor una flor que da frutos sustanciosos
    después de todo ...todo es productivo en la vida
    nada vino por el azar...

    te dejo un abrazo.

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