sábado, 30 de mayo de 2020

Los Montes de la Guajira.


Mucho tiempo después de que la hija de Maleiwa se estableció en la franja de tierras arenosas que le regaló su padre, sus descendientes empezaron a sentirse inconformes. Las tierras les parecían muy áridas comparadas con las otras. No había árboles bajo los cuales cobijarse. No había aves de hermosos colores que alegraran el paisaje con sus trinos. No había ríos caudalosos. Algunos de los hijos desearon conquistar lugares para poder sembrar y recoger sus frutos.

Un día, Guarapurú, el jefe de la tribu, reunió a sus hermanos en Uchi Juroteca y les comunicó su deseo de irse muy lejos en busca de una tierra más fértil. Para ello debía enfrentarse a otros pueblos y vencerlos. El joven cacique convocó a los guerreros más fuertes: Itojoro y Wososopo y al anciano más sabio Wojoro, (les mostró las tierras secas; les hizo sentir la necesidad de poseer mejores y los convenció para que se lanzaran a conquistar otras más fértiles. Guarapurú fue claro al decirles:

—No lucharemos contra nuestros hermanos; al contrario  les dejaremos todo lo que poseemos y nosotros saldremos en dirección al gran lago; lo atravesaremos y seguiremos buscando un lugar mejor que el que nos correspondió como herencia.

Todos se mostraron de acuerdo y se ofrecieron a secundarlo en la aventura. Entonces el cacique continuó:

—Si es necesario luchar lo haremos, pero no será contra nuestros hermanos. Jamás romperemos la promesa de paz que nos une.

Una vez acordado el plan, se dirigieron a sus casas para arreglar los preparativos, pues debían llevar comida para muchos días. En el camino podían pescar coti o alguna corita de las lagunas o un venado en el mejor de los casos.

Los hombres estaban entusiasmados con la idea de alcanzar verdes prados y querían marcharse enseguida. Worojoro, el más prudente, se encargaba de controlar los ímpetus. El camino deparaba muchas sorpresas y era bueno reservar energías.

El viaje empezó una mañana despejada en la que los hombres se levantaron para realizar sus sueños. Después de varios días de camino, la monotonía del paisaje empezó a fatigarles la vista y las arenas movedizas les cansaban los pies. Ellos seguían animados pensando en las montañas y los ríos.

Con el tiempo aumentó su cansancio. La arena ardiente les quemó los pies y la inclemencia del Sol les secó la garganta. Después de haber caminado tanto días, no encontraban aún un árbol para protegerse bajo su sombra. Su único descanso era la llegada del atardecer, cuando el Sol se ocultaba. Los hombres se echaban encima un poco de agua y se sentaban a reposar. La mayoría de ellos ya no tenían fuerza para continuar. Muchos empezaban a arrepentirse de tan desatinada aventura y les decían a sus compañeros:

—No debimos salir nunca de Uchi Juroteka. No debimos abandonar la tierra que Maleiwa obtuvo para nosotros. Pero los más jóvenes aún se empecinaban en seguir adelante.

Una tarde, cuando el viento levantaba torbellinos de arena abrazadora, Worojoro sintió que las fuerzas le faltaban y no podía continuar Todos lo animaron a seguir, pero él, convencido de que era inútil, los instó a seguir sin él:

—Sigan que voy a descansar un rato y cuando el Sol decline los alcanzaré.

Worojo se tendió sobre la arena sabiendo que ya nunca más se levantaría. Los demás continuaron la marcha. A lo lejos vieron una enorme piedra que contenía el ímpetu de las arenas. Guarapú comprendió que sus hombres podrían caer en la tentación de sentarse allí y los animó a seguir un poco más aprisa:

—¡Avancemos!, todos, siempre mirando hacia adelante!

Uno de los hombres dijo que quería sentarse y refrescar sus hinchados pies. El grupo, ya muy reducido, siguió sin él, dejándolo tan atrás que desde lejos parecía sólo una mancha oscura. Cuando el hombre quiso alcanzar a sus compañeros no pudo moverse porque se sintió pegado a la piedra. Un grito desgarrador fue ahogado por el viento, pues sus compañeros estaban tan lejos que no pudieron escucharlo. Sin embargo, al anochecer el grupo de guajiros lo esperó con la convicción que regresaría.

El hambre y la sed se constituyeron en un nuevo tormento para los sobrevivientes. Poco a poco sucumbían bajo los rigores del Sol. Sólo los más jóvenes e intrépidos se empeñaban en alcanzar la orilla del lago. Al llegar a la meta, Guarapú se quedó mirando las quietas aguas y con tristeza les dijo:

—Antes de seguir adelante, quiero descansar.

Los hombres se sentaron a su lado, mientras un sueño profundo se apoderaba de ellos. Entre tanto, la hija de Maleiwa fue a quejarse ante su padre por la actitud de los hijos:

—Padre, han querido abandonar la tierra que me diste porque es reseca y árida, fue Guarapurú quien intentó llevarlos más allá del lago.

—-¿Lo han atravesado ya?

La hija señaló a través de las nubes a los hombres que dormían cerca del lago y a los que habían perdido la vida en el camino.

—¡Ah! —dijo Maleiwa—Todos están aún allí. Yo te aseguro, hija mía, que no abandonarán la tierra que les diste. Desde este momento todos quedarán convertidos en cerros.

A partir de aquel instante, la tierra arenosa de la Guajira se llenó de colinas y cada una de ellas conservó los nombres del guajiro que quiso abandonarlas.


Autor: Desconocido.



14 comentarios:

  1. Me encantan estas leyendas que nos traes , dentro de ellas se leen muchas más cosas ..preciosa con una carga emotiva por la naturaleza y esas montañas tan bonitas que hacen que todo sea mas mágico ..Un abrazo reina feliz sábado.

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  2. Una historia muy curiosa pero es una pena que no alcanzaran su meta.Besicos

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  3. Me gusta esta leyenda que por cierto no conocía, creo que toda leyenda tiene algo de cierto y me gusta imaginar al leer, me llenan de fantasía.... Saludos amiga.

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  4. Muy buena leyenda, primera vez que
    te leo y me agrado mucho, que tengas
    un lindo Domingo.

    Besitos dulces
    Siby

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  5. Preciosa esta leyenda, me ha encantado.
    Mil besos!

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  6. Nos dejas otra excelente historia.
    Muy interesante y hermosa.
    Un besito.

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  7. Los montes de Guajira. Preciosa leyenda que nos hace pensar en lo importante que es valorar la tierra donde se ha nacido. No obstante, el hombre siempre desea mejorar y emigra a otras tierras. Asi lo sigue haciendo por unas u otras causas, Pilar.
    Mi abrazo y feliz domingo, amiga.

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  8. Muy bonita esta leyenda. Besos y feliz semana.

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  9. Preciosa leyenda. La verdad es que conociendo ese paisaje Colombiano, así como sus aledaños en Venezuela, es muy difícil imaginar que en algún momento aquello fuera una llanura.
    Claro que si pensamos que han encontrado fósiles y hasta (la noticia de ayer), un arrecife fósil de hace unos 38 millones de años en el Pirineo aragonés, ya puedes imaginarte cualquier cosa.
    Un abrazo

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  10. Hacia tiempo que no pasaba por aqui pero veo que sigues en tu linea maravillosa , como esta bonita leyenda que nos dejas hoy .

    Espero que esteis todos bien .
    Un abrazo.

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  11. Me ha gustado mucho con un final inesperado aunque se presentía algo
    LAs leyendas siempre tiene un toque amargo y otro dulce.
    El aceptar el lugar de donde somos es una buena actitud,pero si las tierras eran tan áridas ,es normal que fueran en busca de otos lugares.Siemre el agua es el lugar donde se asientan las personas Hay que beber además de otras cosas,como plantar ,cosechar...
    Así ha sido desde el principio de la HUMANIDAD
    Precioso,amiguca.me encantan los cuentos,ya de lo he dicho muchas veces.Y los tuyos son puro aprendizaje
    Besucos linda

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  12. PIRUJA

    Hola muchacha, gusto en saludarte, primera vez en tu espacio, pase y me fascine con tu leyendo, escribes bonito, repetirçe mi visita con agrado.

    Mi afecto para ti, que lo pases bello.

    LÚCAS

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  13. Que leyenda tan triste, la ingratitud de los hijos fue duramente castigada, aunque yo no lo llamaría en realidad ingratitud, solo afán de mejorar, algo muy humano.
    Besos

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  14. ¡¡Pobrecitos todos!!
    Yo no pisaré esos montes pero reconozco que son muy hermosos, una pena para los pobres que allí se quedaron.
    Un besito.

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