sábado, 30 de septiembre de 2017

Lágrimas de Sirena (Leyenda)


Hubo una vez un joven. Cansado de las batallas entre los clanes, las masacres y las peleas, decidió retirarse a un monasterio para recuperar la paz en su alma atormentada. El monasterio estaba en el valle que había entre dos montañas, oculto a la vida del exterior para no perturbar a los que buscaban paz allí  Estaba construido con piedra, contaba con una torre principal para llamar a la meditación y dos torres dispuestas a cada lado de esta, desde las cuales podía divisarse a los viajeros que se aproximaran. A su lado fluía un arroyo que se había canalizado para que fluyera por el patio del monasterio, para así tener agua. Estaba rodeado de arboles grandes y fuertes, robles, fresnos, encinas, chopos,... Gran diversidad de plantas existían en aquel lugar, entre las cuales los animalillos del bosque se escondían de los extraños y de los viajeros que por allí pasaban.

El lugar reposaba una paz extraordinaria, y por ello el joven decidió ir allí  creía que allí conseguiría la paz que tanto ansiaba para sanar sus pecados. Atrás dejo la vida que llevaba  Atrás dejo la vida de guerrero y de riquezas, las noches de celebración y las hermosas muchachas que deseaban cortejarlo  Fue aceptado como monje, y se pasaba los días pidiendo perdón a los dioses por todo el dolor que había causado. Paseaba por los pasillos, caminaba por el patio y subía a las torres. Siempre pidiendo perdón.

Cierto día  cuando paseaba por el patio una bocecilla le llamo. El joven se giro, pero no vio nada. La bocecilla grito "¡ Aquí, en el agua!". Era una hermosa kelpie que le estaba llamando para que se acercara. El joven se aproximo y observo a la hermosa kelpie, sin dejar de preguntarse porque aquel espíritu del agua le llamaba. La joven kelpie tenia una mirada penetrante, ojos verdes, sus cabellos eran negros como la noche, y lisos como el cielo, sus labios eran rojos y carnosos. Su piel brillaba con los reflejos que el sol producía en el agua.

Finalmente la kelpie le pregunto porque pasaba los días pidiendo perdón  El joven le contó el por que de aquello. Le contó los pecados que había cometido, los excesos en los que había caído y las atrocidades cometidas. La joven kelpie escuchaba atentamente al joven. Le había estado observando todos los días desde su llegada, ya que era muy joven para estar allí  y a la kelpie le había atraído. La kelpie se había encaprichado con el, el joven era guapo y la kelpie, como son de naturaleza todos estos pequeños espíritus  quería tenerlo para ella.

Pasaron los días  y todos los días la kelpie se presentaba ante el joven, hasta que cierto día la hermosa kelpie le confeso lo que sentía  El joven, que no quería negarse abiertamente ante la divinidad temiendo el castigo, le dijo que era imposible lo que le proponía  que el no podía vivir bajo el agua, ya que no podía respirar, y ella no podía vivir en la tierra.

La joven kelpie paso días y semanas buscando una forma para que aquel joven estuviera con ella, pero siempre fracasaba. Ante la evidente verdad la kelpie se entristeció  Comenzó a llorar. Lloro y lloro porque no podía estar con aquel joven al que quería  Mientras se despedía de el seguía llorando. Su pesar era abismal, nunca había sentido nada igual por un mortal. Su corazón rompió de tristeza y dolor. Poco a poco sus lagrimas se convirtieron en pequeñas piedras de color verde grisáceo  Aquellas piedras, que manaban de los ojos de la joven kelpie, quedaron esparcidas por todos los lagos, ríos y arroyos para recordar a todos quienes encontraran sus lagrimas que una vez amo. Amo con esperanza de que se cumpliera su amor, por lo que manaban verdes, y perdió el amor con gran pesar y tristeza en el alma, por lo que manaban también grises.


Autor: Desconocido.





sábado, 23 de septiembre de 2017

La flor de Peonia


La princesa Aya debía casarse con el príncipe Ako. Las familias de los dos jóvenes habían decidido el matrimonio y todos los preparativos necesarios estaban hechos.

La tarde del día anterior a la boda, la princesa paseaba por su jardín, mirando melancólicamente aquellos lugares tan amados y familiares que debía abandonar para siempre, y amargas lágrimas brotaban de sus ojos y resbalaban por sus rosadas mejillas.

Al llegar a un rincón del jardín oyó un suspiro que respondía al suyo. Se volvió, e imaginad el asombro que sentiría al ver detrás de una planta de peonías, que eran sus flores predilectas, a un hermosísimo príncipe envuelto en un manto de terciopelo, salpicado de peonías recamadas en oro.

El joven miró a la muchacha con ojos dulcísimos y entreabrió sus labios con una sonrisa triste que penetró hasta el fondo del corazón de Aya, luego desapareció en forma misteriosa.

Profundamente turbada por aquel encuentro, Aya regresó muy despacio al palacio y dijo a su padre que por nada del mundo se casaría con el príncipe Ako, ya que solamente amaba al misterioso joven del jardín. El anciano príncipe, que adoraba a su hijita, mando suspender la boda y mando por todo el mundo caballeros y servidores en busca del desconocido joven, del cual se había enamorado su hija.

Los mensajeros escalaron montes escarpados, recorrieron inmensas llanuras, atravesaron ríos caudalosos y áridos desiertos, pero todo fue en vano, el misterioso joven no aparecía por ninguna parte. Todos tuvieron que regresar al castillo con las manos vacías.

Entonces el anciano príncipe, que era muy sabio, dijo a su hija:

Querida niña, el joven que vieron tus ojos no es una criatura de este mundo, ya que si así fuera mis hombres lo habrían encontrado. Debe de ser el espíritu de la peonía, desde el momento que se apareció precisamente detrás de una planta de estas flores. Por eso, tu deseo es irrealizable, comprende que no puedes casarte con un espíritu.

Mañana estará aquí el príncipe Ako y celebraremos la boda. He dicho.

Aya inclinó la cabeza en señal de obediencia, comprendía que su padre tenía razón y que no podía seguir obstinándose en aquel capricho.

Empero, corrió al jardín para saludar por última vez a sus flores preferidas y  arrodillada junto a la planta de peonías, estalló en sollozos.

Las lágrimas manaban a raudales de sus ojos y regaban la tierra. Bajo aquella tierra rociada de lagrimas, una flor bellísima floreció, una flor como jamás viose otra igual.

A la mañana siguiente los invitados a la boda, al pasar junto a la plante de peonías, no podían dejar de detenerse y admirar aquella flor magnífica.

Pero cuando, después de la ceremonia nupcial, volvieron a pasar por allí, vieron la espléndida peonía que yacía en el suelo marchita.

El corazón de la flor no soportó el dolor de ver a la princesa Aya esposa de otro, y se había roto.


Autor: Desconocido.



sábado, 16 de septiembre de 2017

Leyenda de Hanasaka.


Hace mucho, mucho tiempo, en una aldea de Japón, un viejo campesino que vivía con su mujer en una casa humilde se encontró con un perrito blanco. El viejo, que era una persona muy honesta y sincera, acogió al perrito y le dio de comer. Un día, el perro se puso a ladrar en medio del campo en el que estaba labrando el viejo: cavó y empezaron a salir monedas de oro.

El vecino del viejo, un hombre mentiroso y malvado, al verlo, se llevó al perrito, lo llevó al campo y le hizo buscar oro. Cuando el perro se puso a ladrar en un lugar determinado, el mentiroso empezó a cavar, y lo que salió fueron serpientes y sapos. El mentiroso se enfadó y mató al perro.

El viejo labrador estaba tan abatido por la pérdida del perro, que se lo llevó y plantó un arbol junto a su tumba. El arbol brotó rapidamente y con la madera hizo un mortero en el que preparar pastelitos de arroz que eran los favoritos del perro. Pero para su sorpresa, los pastelitos se empezaron a convertir en monedas de oro.

Cuando se enteró el mentiroso, le robó el mortero, sin embargo, en lugar de convertirse en monedas el arroz se convertía en lodo. El mentiroso, enfurecido quemó el mortero, y el viejo labrador, de nuevo apenado, se llevó las cenizas y las tiró sobre un campo de rábanos que también le gustaba al perrito para que crecieran sanos y fuertes, pero una racha de viento se las llevó a un cerezo muerto.

Y sucedió otro milagro, el cerezo cobró vida y empezaron a brotar flores de un rojo intenso. El rumor de que había un viejo que revivía cerezos con unas cenizas mágicas llego hasta el oido del emperador, que mandó llamar al viejo labrador. Cuando el viejo iba a mostrar las cenizas al emperador, el mentiroso apareció y le robó algunas cenizas. Se anticipó al viejo y fue a enseñarle las cenizas al emperador.

Cuando el emperador le dijo que hiciera una demostración, el mentiroso con las prisas se tropezó y le tiró las cenizas al emperador.

El emperador, como castigo de su insolencia le ordenó que lo pagara con su vida.






Autor: Desconocido.




sábado, 9 de septiembre de 2017

La hija de la Luna.


Hace muchos, muchísimos siglos , vivía un anciano leñador , el cual estaba muy triste porque los dioses no le habían mandado un hijo. El y su mujer habitan solos en una mísera cabaña , sin otra esperanza que la de trabajar de sol a sol, hasta que les llegara su última hora.

Un día, como de costumbre, se hallaba en el bosque y estaba derribando un árbol de bambú con su hacha, cuando vio una luz blanca y diáfana desprenderse del tronco. Asombrado se quedó ante tal fenómeno, y más aún cuando la parte superior del árbol cayo al suelo y en la cavidad del tronco apareció en medio de una luz intensa, una niña bellísima que le tendió los brazos.
-Será mi hija- dijo el hombre, estrechándola contra su corazón. El cielo me la envía.

Y con aquella dulce carga regresó a su casa. La alegría de la mujer fue indescriptible, de tan grande, y los dos ancianos cuyas vidas tenían finalmente un objeto y podían dar salida a la ternura y el amor que encerraban sus corazones, adoptaron a la milagrosa niña. Desde aquel día el anciano, cada vez que derribaba un árbol, hallaba dentro del tronco piedras preciosas y oro en abundancia. Tanto que en tres meses se hizo riquísimo. Adquirió un magnifico coche y unos caballos estupendos e inició una nueva vida de comodidades y lujos.

Entre tanto, la misteriosa niña crecía y cada día era más hermosa. Su rostro emanaba una claridad que inundaba la casa de una suave luz , tanto que aún en el corazón de la noche , allá donde la niña aparecía , hubiérase dicho que reinaba el día. Por esta extraordinaria virtud fue llamada rayo de Luna.

La fama de la belleza de la muchacha habíase esparcido por todo el pais y llegaban de todas partes caballeros, gentilhombres, príncipes, pretendientes a su mano. Pero rayo de Luna no quería siquiera verlos y declaraba a sus padres adoptivos que se sentía tan feliz a su lado que por todo el oro del mundo no les dejaría para seguir a un hombre. Mas entre tanto, poco a poco, Rayo de Luna se hacía cada vez más diáfana estaba cada vez más triste, y una noche el padre la encontró junto a la ventana mirando fijamente la luna que resplandecía en el cielo, y llorando.
¿Qué te pasa, hijita mía?- díjole el anciano con ansiedad. ¿No eres feliz aquí con nosotros ? ¿Deseas algo?
-No, padre mío; soy muy feliz y lloro precisamente porque debo decir adiós a tanta felicidad. Habéis de saber que yo soy hija de la luna y un tiempo habité allá arriba, en el plateado planeta que ilumina vuestras noches. Pero cometí un grave pecado, y entonces me condenaron a vivir durante veinte años en la tierra. He aquí por qué me encontrasteis en la cavidad de un tronco. Ahora los veinte años han pasado y desgraciadamente mañana por la noche vendrán a recogerme. Al oír tales palabras , al anciano leñador se le oprimió el corazón. ¿Cómo podría vivir ahora sin rayo de luna? Comunicó la triste noticia a su mujer, y ambos lloraron amargas lágrimas durante toda la noche y el día siguiente.

Llegó la noche fatal. La luna llena se alzó en el cielo, iluminando el mundo adormecido bajo su diáfana luz. Un solemne silencio reinaba en la naturaleza. De pronto, una nube se desprendió del disco de plata y aproximose rápidamente a la tierra, agrandándose a sus vistas. En poco tiempo el cielo se oscureció completamente, y la inmensa nube fue a posarse sobre la casa donde habitaba rayo de Luna. En medio de la nube había una carroza de plata tirada por espléndidos caballos alados; en la carroza se sentaban numerosos caballeros suntuosamente vestidos. Uno de ellos se apeó del carruaje y quedando suspendido en el aire, gritó con estentórea voz:
-Hija de la luna, ha llegado el momento de subir de nuevo a tu reino.

Al conjuro de estas palabras, las puertas de la casa se abrieron solas, y apareció Rayo de Luna en todo el esplendor de su belleza. Abrazó a su padre, y a su madre, que la seguían sollozando, luego subió rápidamente a la carroza. Esta se puso en marcha, dejando tras de sí una estela luminosa, y subió rauda hacia el cielo, donde pronto desapareció.


Autor: Desconocido.



sábado, 2 de septiembre de 2017

Historia del Campesino y la Princesa.


En un reino muy muy lejano vivía una hermosa princesa a la que muchos caballeros pretendían conquistar su corazón por su incomparable belleza.

Un día, su padre el rey enfermó de gravedad y en su lecho de muerte le dijo a la doncella:
"Hija mía, antes de morir quisiera verte feliz, quisiera te entregaras al amor y que brindaras tu corazón a aquel noble caballero que sea digno de conquistarlo"

El rey como último mandato ordenó que se presentarán todos los nobles y príncipes de los reinos cercanos para que la princesa decidiera a quien le entregaría su amor. Llegaron de todos lugares, con oro, joyas, sorprendentes regalos para conquistar a la princesa, pero ella no se decidía por ninguno.

Así que la princesa decidió hacer una justa competencia y dijo:"Aquel noble caballero que logre permanecer por 100 días bajo mi ventana será al que yo entregue mi corazón y no importa de donde venga ni cuanto oro posea, tan sólo quiero que me demuestre su amor"

Todos los hombres estaban seguros de ganar, entre ellos un joven, humilde campesino del reino, que estaba muy enamorado de la princesa pero que su diferencia de clases le impedían pretenderla.
Al llegar al día 90, toda la gente sorprendida miraba a los 4 hombres que seguían en la contienda entre ellos, el humilde campesino. ¡Para el día 95 todo la gente rodeaba la torre del palacio donde se encontraba la princesa y veían con asombro y admiración al único competidor que quedaba! aquél noble joven campesino del reino que se veía cansado, hambriento y desfallecido.

Llegó al fin el día 99, todos festejaban, bailaban y animaban al joven. La princesa discreta asomaba por la ventana y miraba con asombro de quién se trataba. Cuando faltaba una hora para cumplirse el mandato de la princesa, el humilde siervo se levantó y se marchó.

Toda la gente quedó en silencio, no podían creer lo que aquel hombre había hecho, después de pasar los peores momentos al final se rindiera.

Un niño se acercó al joven y muy intrigado le preguntó: Dime campesino ¿Porque te has dado por vencido si estabas a punto de ganar? Serías el futuro rey de estas tierras pero sobre todo tendrías el amor de la princesa que es tan bella...

El joven, mirando a los ojos al niño con gran dulzura y tranquilamente le dijo: "Es fácil mi amigo, porque la princesa no merece mi amor; he pasado muchos sacrificios, he soportado hambre, sed, frío todo para demostrarle mi amor verdadero, pero ella no me ha quitado ni una hora de agonía ni un sólo instante de dolor así que ella no merece que yo le entregue mi corazón..



Autor: Desconocido.