sábado, 28 de abril de 2018

Maria y Manuel.


Hola amigos, esta historia que hoy comparto con vosotros, es la de mis abuelos maternos, y las imágenes de mi querido mago Karras, espero os guste:)

Imagen de Karras
Maria es una joven muy guapa, todos los días tiene la costumbre de salir a pasear por el campo ya que al vivir en un pueblo se lo podía permitir, le acompañaba su fiel amigo Pincho, un perro que no se sabia que raza era pero que un día apareció en la puerta de su casa y desde entonces no se separaba de Maria para nada, le decían Pincho por que parecía que se ponía gomina y llevaba el pelo de punta:)

Cada tarde Maria y Pincho se iban a un pequeño bosque de pinos que estaba en una loma cercana a su casa, al llegar se sentaba entre los pinos, Pincho encima de sus piernas y se dejaban llevar contemplando la puesta de Sol, así siempre no faltando nunca a su cita. Maria se dio cuenta un día que tenían compañía, que no estaban solos contemplando la belleza de la puesta de Sol, era Manuel al que conocía desde niña, pero al ser tímida nunca se atrevió a decirle nada, poco a poco el le iba diciendo cosas para romper esa timidez, con el paso de los días ese camino ya no lo hacían solo Maria y Pincho sino que les acompañaba Manuel, ella cada vez mas feliz lo mismo que el, pasado un tiempo prudencial se hicieron novios.

Imagen de Karras
Llego el día de la boda, mas felices no podían ser los dos, se casaron y en sus vidas no faltaba el cariño y amor que mutuamente se profesaban, seguían con su paseo de todos los días para contemplar la belleza de la puesta de Sol, llegaron los hijos colmando mas aun su felicidad, dos niños primero para deleite de Manuel, después llego la niña deseada de Maria, mas dos niños después, cinco hijos, cinco joyas para colmarles en su inmensa felicidad.

Fue pasando el tiempo y en esa casa quitado de algún contratiempo como es lógico seguían siendo muy felices, Pincho mas viejecito seguía aun con ellos haciendo las delicias de los niños.

Imagen de Karras
Pero esa felicidad se trunco cuando Maria cayo enferma, pasaba el tiempo y no se recuperaba, nadie sabia lo que tenia hasta que un día se durmió para siempre, Manuel y los niños no tenían consuelo alguno al pensar en Maria.

Manuel se fue hundiendo poco a poco en una inmensa tristeza, ni siquiera el cariño de sus hijos conseguían consolarle, como una vela se fue consumiendo su vida, habían pasado tres meses desde la marcha de Maria cuando Manuel se reunió con ella en el reino de la felicidad, dijeron los médicos que murió de tristeza.

Los niños no quedaron solos ya que fueron acogidos por el resto de la familia.


Pili F.



sábado, 21 de abril de 2018

El Paquete de Agua.


En un pueblo, vivía un anciano llamado Mancodji con su hija llamada Inguéré. Cuando Inguéré tuvo edad para casarse, que era la más hermosa del pueblo, muchos jóvenes y hombres mayores ricos se acercaban hasta la casa del viejo Mancodji para pedir la mano de su hija. Pero el padre era desconfiado y no quería que su querida hija se casara con cualquiera.

Entonces, para poner a prueba a los aspirantes, les dijo que Inguéré se casaría con aquel que fuera capaz de traer un paquete hecho con agua. Entonces, todos decían:

-  ¿Quién ha visto nunca un paquete hecho con agua?. El viejo Mancodji pide algo imposible. Está claro que este hombre no quiere que su hija se case.

Ante esta dificultad, los pretendientes fueron poco a poco disminuyendo. Pero la noticia corrió a los pueblos vecinos y un día se presentó un joven  llamado Tamari, que venía de otra aldea, y le pidió a Inguéré que se casara con él.. Pero Mancodji le dijo:

- Usted ¿sabe que mi hija sólo se casará con quien traiga un paquete de agua?

Pero Tamari, que era muy inteligente le contestó:

- Sí,  señor. Y tengo tanto respeto hacia usted que para asegurarme de que nadie le robe el paquete de agua quiero pedirle una cuerda. Así que deme una cuerda hecha con el humo que sale de su pipa y yo lo ataré alrededor del paquete de agua que tengo en mi bolsillo.

El viejo Mancodji, comenzó a reir y felicitándole por su ingeniosa respuesta le deseó que fuera feliz con su hija. Tamari e Inguéré se casaron y vivieron felices


Autor: Desconocido.




sábado, 14 de abril de 2018

El Ermitaño y los Animales ( Leyenda Cántabra )


Una vez había un ermitaño muy viejo que tenía unas barbas muy largas y un hábito de sayal lo mismo que el sayal de los escarpines. El ermitañu bajaba a los pueblos una vez cada semana a pedir limosna ya regalar a la gente el agua bendita de la pila de la ermita y las ramas de laurel pasás por la frente del santu, que diz que valían pa aplacar las malas tentaciones, las angustias y los malos pensamientos.También regalaba las flores de la malva y la manzanilla y muchas yerbas güenas que nacían en el monte onde estaba la ermita.

Un día al levantase, el ermitañu notó que habían despedazau el campanariu de la ermita. Otru día encontró rota la paré del pórticu. Otro día, cuando golvía de pedir la limosna, vio que habían llevau toas las tejas del tejau. Por la marca de los pies conoció que había síu el ojáncanu.

El ermitañu hacía tiempu que había encontrau en el monte a una comadreja con una pata partía. La cogió, la llevó a la ermita y la curó con toa la paciencia.Otro día encontró a una raposa casi aterecía en la nieve. También la cogió y la llevó a la ermita onde la calentó a la lumbre y la hizo revivir con el calor. Otro día encontró a un lobu casi muertu de hambre, acostau debaju de un árbol sin poder moverse de necesidá. El ermitañu cargó con el lobu en las espaldas y le llevó a la ermita, onde le dio de comer y le quitó la necesidá.

La comadreja, la raposa y el lobo, agradecíos, se quedaban por la noche en las sus cuevas y por la mañana iban a la ermita y lambían los pies y las manos del ermitañu. Después se iban y golvían al atardecer pa golver a lamber las manos y los pies del ermitañu. Un atardecer cuando la raposa, la comadreja y ellobu llegaron a la ermita, el ermitañu no estaba allí. Por la mañana golvieron y tampocu encontraron al ermitañu.

Entonces la raposa toa entristecía contó a toas las raposas del monte que el ermitañu había desaparecíu de la ermita. El lobu también muy entristecíu se lo contó a toos los lobos. y la comadreja también se lo contó a toas las comadrejas.Se juntaron tos los lobos, toas las comadrejas y toas las raposas y corrieron por el monte pa buscar al ermitañu. Al cabu de unos cuantos días una raposa alcontró un peazu de sayal y una sandalia al pie de una lastra.

Cogió la sandalia y el peazu de sayal con los dientes y se lo enseñó a toas las sus compañeras, a tos los lobos ya toas las comadrejas que echaron a correr hacia la lastra onde la raposa había encontrau el peazu de hábitu y la sandalia. A la parte de allá de la lastra estaba la cueva del ojáncano, y los animales agradecíos barruntaron que el ermitañu estaba presu en la cueva.

La raposa que había encontrau el peazu de sayal que era la más vieja de toas, se tumbó en la braña que había delante de la lastra, haciéndose la muerta, y lo mismu hicieron toas las sus compañeras, tos los 1obos y toas las comadrejas. Toa la braña estaba sembrá de lobos, de comadrejas y de raposas que paecían muertas.

Cuando el ojáncanu abrió la puerta al ser de día y se encontró con tantu animal muertu, se rió con la su risa que paez un rute de truenu y jue cogiendo a los animales y los metió en .la cueva que era muy larga, y muy ancha, y muy oscura. El villanu los metió en la cueva pa que al descomponerse molestaran al pobre ermitañu con el olor. A un gañío que dio la raposa vieja se levantaron tos los lobos, toas las raposas y toas las comadrejas y se echaron tos encima del ojáncanu que creía que estaban muertas. Al pocu ratu el ojáncanu estaba muertu en la misma puerta.

Y como el ojáncanu era muy grande y tapaba toa la puerta y no podían arrastrale de allí, los lobos empezaron a comele hasta que quedó un huecu entre el cuellu y la cintura pa poder pasar. El ermitañu salió con tos los animales y como no podía andar de los malos tratos del ojáncanu, los lobos se ajuntaron en ringlera de derecha a la izquierda y los unos detrás de los otros y el ermitañu se acostó encima de ellos y así le llevaron hasta la ermita.






sábado, 7 de abril de 2018

Tu no Princesa, tu no...


Fue criada para triunfar, de chiquita su madre se quitaba el huevo frito del plato si hacia falta para dárselo a ella, porque la niña era una promesa de la que pendía toda la familia. No la dejaban siquiera fregar, para que sus manos no se cuartearan o endureciesen con el estropajo y el hollín. Cuando le peinaba el ensortijado pelo, su hermana mayor le predecía que se casaría con un francés, un español o un belga, con alguien de la "nobleza" monárquica o empresarial. "¡ Todos van a enamorarse de ti !" gritaba la abuela, a quien por lavar y planchar para la calle durante medio siglo, se le habían  torcido los dedos con la artritis. Ni siquiera la dejaban tener novio en el vecindario, pues ella debía preservarse para el futuro que le esperaba, para el potentado que vendría a llevársela de aquel atestado solar en la calle Zanja y de aquel país varado en el Caribe.

Un día, saliendo apenas de la adolescencia lo encontró, Era muy mayor y no pertenecía a ninguna familia acaudalada, pero tenia un pasaporte italiano. Físicamente tampoco le gustaba, aunque la sola idea de imaginarse con el en Milán hacia que su abultado abdomen cervecero no le pareciera tan grande. El aroma de la ropa nueva que le traía cada vez que viajaba a La Habana cubría también el olor a nicotina y alcohol que siempre le salia de la boca. En casa, la familia de ella estaba encantada. "La niña se nos va a vivir a Europa" decían a las vecinas y la propia madre paro en seco una conversación donde ella le contaba que su prometido de vez en cuando se ponía violento y la golpeaba. Así la empujaron hasta los Juzgados donde se oficializo el matrimonio. En las fotos de la boda, ella parecía una "Princesa", pero una "Princesa Triste".

Cuando el avión aterrizo en el invierno italiano, ya no se parecía al amable señor que 24 horas antes le había prometido a su madre que la cuidaría. La llevo al Club esa misma noche, donde ella debía trabajar sirviendo a los clientes licores y hasta su propio cuerpo. Durante meses, ella le escribió a la abuela sobre los perfumes y la comida que había probado en su nueva vida. Recreo en sus cartas y en sus llamadas telefónicas una realidad muy diferente a la que vivía. Ni una palabra de la extorsión ni el marido que se había evaporado dejándola en manos de un "jefe" al que debía obedecer. En el solar habanero, todos la hacían mimada y feliz, no podía defraudarlos.

Cuando la policía italiana desmantelo la red de prostitución en la que ella estaba atrapada, mando un breve sms a los parientes del otro lado del Atlántico, para no preocuparlos: "No podre llamarlos por varias semanas. Me voy de vacaciones a Venecia para celebrar aniversario de bodas. Los quiero a todos, LA PRINCESA".


Autor: Desconocido.