sábado, 26 de abril de 2025

Leyenda de Hanasaka.

Hace mucho, mucho tiempo, en una aldea de Japón, un viejo campesino que vivía con su mujer en una casa humilde se encontró con un perrito blanco. El viejo, que era una persona muy honesta y sincera, acogió al perrito y le dio de comer. Un día, el perro se puso a ladrar en medio del campo en el que estaba labrando el viejo: cavó y empezaron a salir monedas de oro.

El vecino del viejo, un hombre mentiroso y malvado, al verlo, se llevó al perrito, lo llevó al campo y le hizo buscar oro. Cuando el perro se puso a ladrar en un lugar determinado, el mentiroso empezó a cavar, y lo que salió fueron serpientes y sapos. El mentiroso se enfadó y mató al perro.

El viejo labrador estaba tan abatido por la pérdida del perro, que se lo llevó y plantó un arbol junto a su tumba. El arbol brotó rapidamente y con la madera hizo un mortero en el que preparar pastelitos de arroz que eran los favoritos del perro. Pero para su sorpresa, los pastelitos se empezaron a convertir en monedas de oro.

Cuando se enteró el mentiroso, le robó el mortero, sin embargo, en lugar de convertirse en monedas el arroz se convertía en lodo. El mentiroso, enfurecido quemó el mortero, y el viejo labrador, de nuevo apenado, se llevó las cenizas y las tiró sobre un campo de rábanos que también le gustaba al perrito para que crecieran sanos y fuertes, pero una racha de viento se las llevó a un cerezo muerto.

Y sucedió otro milagro, el cerezo cobró vida y empezaron a brotar flores de un rojo intenso. El rumor de que había un viejo que revivía cerezos con unas cenizas mágicas llego hasta el oido del emperador, que mandó llamar al viejo labrador. Cuando el viejo iba a mostrar las cenizas al emperador, el mentiroso apareció y le robó algunas cenizas. Se anticipó al viejo y fue a enseñarle las cenizas al emperador.

Cuando el emperador le dijo que hiciera una demostración, el mentiroso con las prisas se tropezó y le tiró las cenizas al emperador.

El emperador, como castigo de su insolencia le ordenó que lo pagara con su vida.


Autor: Desconocido.



sábado, 19 de abril de 2025

La hija de la Luna.

Hace muchos, muchísimos siglos , vivía un anciano leñador , el cual estaba muy triste porque los dioses no le habían mandado un hijo. El y su mujer habitan solos en una mísera cabaña , sin otra esperanza que la de trabajar de sol a sol, hasta que les llegara su última hora.

Un día, como de costumbre, se hallaba en el bosque y estaba derribando un árbol de bambú con su hacha, cuando vio una luz blanca y diáfana desprenderse del tronco. Asombrado se quedó ante tal fenómeno, y más aún cuando la parte superior del árbol cayo al suelo y en la cavidad del tronco apareció en medio de una luz intensa, una niña bellísima que le tendió los brazos.

-Será mi hija- dijo el hombre, estrechándola contra su corazón. El cielo me la envía.

Y con aquella dulce carga regresó a su casa. La alegría de la mujer fue indescriptible, de tan grande, y los dos ancianos cuyas vidas tenían finalmente un objeto y podían dar salida a la ternura y el amor que encerraban sus corazones, adoptaron a la milagrosa niña. Desde aquel día el anciano, cada vez que derribaba un árbol, hallaba dentro del tronco piedras preciosas y oro en abundancia. Tanto que en tres meses se hizo riquísimo. Adquirió un magnifico coche y unos caballos estupendos e inició una nueva vida de comodidades y lujos.

Entre tanto, la misteriosa niña crecía y cada día era más hermosa. Su rostro emanaba una claridad que inundaba la casa de una suave luz , tanto que aún en el corazón de la noche , allá donde la niña aparecía , hubiérase dicho que reinaba el día. Por esta extraordinaria virtud fue llamada rayo de Luna.

La fama de la belleza de la muchacha habíase esparcido por todo el pais y llegaban de todas partes caballeros, gentilhombres, príncipes, pretendientes a su mano. Pero rayo de Luna no quería siquiera verlos y declaraba a sus padres adoptivos que se sentía tan feliz a su lado que por todo el oro del mundo no les dejaría para seguir a un hombre. Mas entre tanto, poco a poco, Rayo de Luna se hacía cada vez más diáfana estaba cada vez más triste, y una noche el padre la encontró junto a la ventana mirando fijamente la luna que resplandecía en el cielo, y llorando.

¿Qué te pasa, hijita mía?- díjole el anciano con ansiedad. ¿No eres feliz aquí con nosotros ? ¿Deseas algo?

-No, padre mío; soy muy feliz y lloro precisamente porque debo decir adiós a tanta felicidad. Habéis de saber que yo soy hija de la luna y un tiempo habité allá arriba, en el plateado planeta que ilumina vuestras noches. Pero cometí un grave pecado, y entonces me condenaron a vivir durante veinte años en la tierra. He aquí por qué me encontrasteis en la cavidad de un tronco. Ahora los veinte años han pasado y desgraciadamente mañana por la noche vendrán a recogerme. Al oír tales palabras , al anciano leñador se le oprimió el corazón. ¿Cómo podría vivir ahora sin rayo de luna? Comunicó la triste noticia a su mujer, y ambos lloraron amargas lágrimas durante toda la noche y el día siguiente.

Llegó la noche fatal. La luna llena se alzó en el cielo, iluminando el mundo adormecido bajo su diáfana luz. Un solemne silencio reinaba en la naturaleza. De pronto, una nube se desprendió del disco de plata y aproximose rápidamente a la tierra, agrandándose a sus vistas. En poco tiempo el cielo se oscureció completamente, y la inmensa nube fue a posarse sobre la casa donde habitaba rayo de Luna. En medio de la nube había una carroza de plata tirada por espléndidos caballos alados; en la carroza se sentaban numerosos caballeros suntuosamente vestidos. Uno de ellos se apeó del carruaje y quedando suspendido en el aire, gritó con estentórea voz:

-Hija de la luna, ha llegado el momento de subir de nuevo a tu reino.

Al conjuro de estas palabras, las puertas de la casa se abrieron solas, y apareció Rayo de Luna en todo el esplendor de su belleza. Abrazó a su padre, y a su madre, que la seguían sollozando, luego subió rápidamente a la carroza. Esta se puso en marcha, dejando tras de sí una estela luminosa, y subió rauda hacia el cielo, donde pronto desapareció.


Autor: Desconocido.


sábado, 12 de abril de 2025

El Ermitaño y los Animales ( Leyenda Cántabra )

Una vez había un ermitaño muy viejo que tenía unas barbas muy largas y un hábito de sayal lo mismo que el sayal de los escarpines. El ermitañu bajaba a los pueblos una vez cada semana a pedir limosna ya regalar a la gente el agua bendita de la pila de la ermita y las ramas de laurel pasás por la frente del santu, que diz que valían pa aplacar las malas tentaciones, las angustias y los malos pensamientos.También regalaba las flores de la malva y la manzanilla y muchas yerbas güenas que nacían en el monte onde estaba la ermita.

Un día al levantase, el ermitañu notó que habían despedazau el campanariu de la ermita. Otru día encontró rota la paré del pórticu. Otro día, cuando golvía de pedir la limosna, vio que habían llevau toas las tejas del tejau. Por la marca de los pies conoció que había síu el ojáncanu.

El ermitañu hacía tiempu que había encontrau en el monte a una comadreja con una pata partía. La cogió, la llevó a la ermita y la curó con toa la paciencia.Otro día encontró a una raposa casi aterecía en la nieve. También la cogió y la llevó a la ermita onde la calentó a la lumbre y la hizo revivir con el calor. Otro día encontró a un lobu casi muertu de hambre, acostau debaju de un árbol sin poder moverse de necesidá. El ermitañu cargó con el lobu en las espaldas y le llevó a la ermita, onde le dio de comer y le quitó la necesidá.

La comadreja, la raposa y el lobo, agradecíos, se quedaban por la noche en las sus cuevas y por la mañana iban a la ermita y lambían los pies y las manos del ermitañu. Después se iban y golvían al atardecer pa golver a lamber las manos y los pies del ermitañu. Un atardecer cuando la raposa, la comadreja y ellobu llegaron a la ermita, el ermitañu no estaba allí. Por la mañana golvieron y tampocu encontraron al ermitañu.

Entonces la raposa toa entristecía contó a toas las raposas del monte que el ermitañu había desaparecíu de la ermita. El lobu también muy entristecíu se lo contó a toos los lobos. y la comadreja también se lo contó a toas las comadrejas.Se juntaron tos los lobos, toas las comadrejas y toas las raposas y corrieron por el monte pa buscar al ermitañu. Al cabu de unos cuantos días una raposa alcontró un peazu de sayal y una sandalia al pie de una lastra.

Cogió la sandalia y el peazu de sayal con los dientes y se lo enseñó a toas las sus compañeras, a tos los lobos ya toas las comadrejas que echaron a correr hacia la lastra onde la raposa había encontrau el peazu de hábitu y la sandalia. A la parte de allá de la lastra estaba la cueva del ojáncano, y los animales agradecíos barruntaron que el ermitañu estaba presu en la cueva.

La raposa que había encontrau el peazu de sayal que era la más vieja de toas, se tumbó en la braña que había delante de la lastra, haciéndose la muerta, y lo mismu hicieron toas las sus compañeras, tos los 1obos y toas las comadrejas. Toa la braña estaba sembrá de lobos, de comadrejas y de raposas que paecían muertas.

Cuando el ojáncanu abrió la puerta al ser de día y se encontró con tantu animal muertu, se rió con la su risa que paez un rute de truenu y jue cogiendo a los animales y los metió en .la cueva que era muy larga, y muy ancha, y muy oscura. El villanu los metió en la cueva pa que al descomponerse molestaran al pobre ermitañu con el olor. A un gañío que dio la raposa vieja se levantaron tos los lobos, toas las raposas y toas las comadrejas y se echaron tos encima del ojáncanu que creía que estaban muertas. Al pocu ratu el ojáncanu estaba muertu en la misma puerta.

Y como el ojáncanu era muy grande y tapaba toa la puerta y no podían arrastrale de allí, los lobos empezaron a comele hasta que quedó un huecu entre el cuellu y la cintura pa poder pasar. El ermitañu salió con tos los animales y como no podía andar de los malos tratos del ojáncanu, los lobos se ajuntaron en ringlera de derecha a la izquierda y los unos detrás de los otros y el ermitañu se acostó encima de ellos y así le llevaron hasta la ermita.



sábado, 5 de abril de 2025

Leyenda del Cardón.

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo, aunque ya se practicaba la agricultura en los valles, la vida seguía siendo dura en los cerros y las punas, porque allí los pastorcitos sufrían la sed cuando marchaban tras sus rebaños. Uno de esos pastorcitos se había enamorado de una joven como el,  pero hija del curaca, el jefe de la comunidad. Cada vez que regresaba a la aldea-después de una larga jornada en los cerros-, la saludaba desde lejos, y ella le sonreía. El curaca no quería ni oír del amor entre los jóvenes. Soñaba con otro destino para su hija (seguro el hijo de otro jefe), y odiaba al pastorcito. Quizás esa prohibición los acerco.

El chico, un día, junto coraje y le hablo. La quería con toda su alma y no se resignaba a vivir sin ella. La joven también le confeso sus sentimientos, y sabiendo de antemano la oposición que encontrarían, escaparon hacia la montaña. A la mañana siguiente muy temprano, cuando el muchacho debió marchar con los animales y el grupo de pastores, sus compañeros notaron su falta, pero partieron igual. Rato después, el jefe se levanto para iniciar la labor del día. Advirtió la ausencia de su hija y se sorprendió, porque ella nunca faltaba a esa hora. Intuyendo algo,  mandó un chaski al cerro para saber si el pastorcito había marchado con las llamas. A la vuelta,y trás la respuesta, ¡ no le cupo duda!, los dos amantes habían huido. Convoco entonces a sus guerreros para salir en busca de los enamorados, apresarlos y darles su merecido.

Los jóvenes sospecharon que el airado curaca andaría tras ellos. Llevaban horas de delantera, pero conocían la firmeza y la capacidad del jefe y sus guerreros. Asustados ante la represalia que el curaca pudiera infligirles, apelaron  a la Pachamama, la Madre de los Cerros, la protectora de los cultivos de maíz y de quinoa, la que ampara siempre a quienes le manifiestan su respeto. Tras lo cual, en lo más alto del cerro cavaron un hoyito, depositaron en él los alimentos que llevaban y los cubrieron con piedras, allí mismo hicieron una apacheta, uno de estos altares a cielo abierto que en plena montaña reverenciaban a la madre generosa. Y cuando la apacheta había tomado forma y el curaca y sus guerreros trepaban la cuesta acercándose a los fugitivos, la apacheta se abrió como un manto protector y recogió en su regazo a los dos enamorados.

El airado jefe y sus hombres llegaron jadeantes a la cumbre, pero solo encontraron una apacheta recién hecha ¡Y ni rastros de los fugitivos! Tuvieron que volver a la aldea, y cuando el curaca finalmente se resigno, junto a la apacheta broto una nueva planta, hasta entonces desconocida, que en la sequedad de esas alturas formo un tronco grueso, espinoso, alto y recto y con sus brazos al cielo: ¡era el pastorcito convertido en cardón, agradeciendo para siempre a la Pachamama! Desde entonces, los que marchan por el cerro solo tienen que voltear un cardón para encontrar en su esponjosa y jugosa madera que parece de papel, el agua que saciara la sed de hombres y animales.

Y cuando las nubes se amontonan y las montañas resuenan con el trueno que anuncia la tormenta, sobre el pecho verde del cardón nace una flor blanca para anunciar la lluvia que bendecirá la tierra, es ella, la enamorada, convertida en flor por la Pachamama.


Autor: Desconocido.