sábado, 25 de octubre de 2025

El zorro y el espino ( Fábula )

Esta es la historia de un zorro pelirrojo que vivía en un bosque muy lejano, rodeado de otros animales. El zorro era joven, lleno de juventud y de energía, por lo que pasaba todos los días corriendo de un lado a otro, molestando a los demás sin parar. Uno pudiera pensar que un zorro con tanta energía terminaría por cansarse, o que al despuntar la noche se echaría a dormir en su madriguera, pero este zorro era una excepción.

Tenía tanta energía que, cuando oscurecía, se sentía incluso más activo que durante el día, y en vez de correr de un lado al otro trepaba a los árboles y saltaba de rama en rama, gritando y despertando a los demás animales que buscaban conciliar el sueño dentro de sus madrigueras. Por eso ya no le bastaba con correr por el bosque o con saltar entre los árboles, y quería algo que fuera un reto de verdad para él. Así, un día miró a su alrededor pensando qué podía hacer, cuando su vista captó una gran montaña que se extendía un poco más allá del bosque.

—¡Eso es! Subiré hasta la cima de la montaña y mañana temprano lo haré—Gritó el zorro para que todos los animales le oyeran.

Y así fue, pues la madrugada del día siguiente el zorro se levantó incluso antes de que saliera el sol. Lleno de energía, empezó a correr a toda velocidad, pues quería subir lo más rápido posible aquella montaña. Atravesó el bosque y llegó hasta las faldas de la montaña, aunque se intimidó un poco con la altura, que era imponente.

Sin embargo, no dejó que eso le amilanara y empezó a escalar. Con rapidez y velocidad, subió y subió, de una forma que parecía completamente inaudita para un zorro como él, pues no son animales escaladores. Y cuando el sol comenzó a salir por el horizonte, el zorro ya había llegado a la punta de la montaña. Entonces las cabras, que apenas se despertaban, se sorprendieron de lo lindo al ver un zorro en un lugar como aquel, solo reservado para algunos animales, pero el zorro se sentía el rey del mundo.

—Nada es imposible para mi —dijo con soberbia—, todo lo que quiera hacer lo podré lograr.

Más tarde, un poco aburrido pero aún con mucha energía, se dispuso a bajar, pero como era un zorro y no sabía muy bien cómo bajar desde un lugar tan alto, descendió a toda velocidad. La mala suerte hizo que perdiera el equilibrio, y empezó a rodar montaña abajo como una piedra rodante.

A punto ya de caer a un oscuro abismo, el zorro avistó un arbusto del cuál pensó que se podría sostener, y haciendo acopio de sus reflejos y de todas sus fuerzas logró hacerlo:

—Uff —dijo aliviado—¡Estuve cerca de caer!

Pero pronto se dio cuenta de que algo le estaba molestando en las patas… ¡le dolía enormemente! Y fue entonces cuando se dio cuenta de que se había sujetado a un espino y que le estaba lastimando las manos.

—¿Por qué demonios me estás pinchando? —Preguntó el zorro colérico al espino— Si me he agarrado a ti para poderme salvar.

El espino entonces respondió:

—No se de qué te estás quejando, si soy un espino y todos saben que las plantas como yo pinchamos a quienes se nos acercan, pues es nuestra forma de protegernos de los peligros, y tú fuiste quien decidió salvarse sujetándose a mi.

—¡Sí, pero esa no es razón para lastimarme! —dijo el zorro, sin entender lo que el espino quería decir.

—Pero es que no podría ser de otra forma —replicó entonces el espino—, porque es mi naturaleza, y si tú elegiste salvarte agarrándote a mí, no podías escapar de mis espinas.


Moraleja:

 La vida muchas veces no es como parece, y terminarán presentándose piedras por el camino que nos pongan las cosas difíciles. Por eso es muy importante que seamos personas racionales y pensemos siempre en las consecuencias o en las dificultades de las cosas con pensamiento crítico, pues todo no siempre puede ser posible por más que uno lo quiera.

Todos debemos reconocer nuestras limitaciones y fracasos con honestidad y aprender de ellos, en lugar de engañarnos a nosotros mismos con justificaciones o echándole la culpa a otros, y esa es la lección que debía aprender el zorro. El espino no era el culpable del peligro que él había corrido, sino que era él el responsable de no pensar bien en los posibles resultados de sus imprudentes actos.

sábado, 18 de octubre de 2025

La verdad del elefante ( Leyenda India )

El rajá, no solo era un buen gobernante, era muy querido por su pueblo, ya que su gobierno era justo y en sus dominios se vivía bien, también disponía siempre de tiempo para darle una buena educación a su hijo Ramani.

Un día Ramani le preguntó a su padre:

— Papá, ¿qué es la verdad?”

Esta pregunta tomó al Rajá por sorpresa, respondiéndole a su hijo:

— Te contestaré, pero debes darme algunos días para hacerlo.

Pasadas algunas lunas, el Rajá le dijo a Ramani que lo acompañara, y lo llevó a un ojo de agua. Ahí se encontraban un elefante y cuatro ciegos.

— ¿Qué tienen que ver ellos con la verdad? — preguntó el muchacho.

— “Pues, tu pregunta es difícil, pues la verdad no es algo que todos los hombres conocen, por lo tanto, te voy a mostrar qué es la verdad, y así podrás conocerlo tú también — respondió el Rajá

De manera que él Rajá se acercó a los ciegos, diciéndoles:

—  Vosotros estáis frente a un elefante, y ya que no pueden verlo, os acercaré para que lo toquen y sepan cómo es este animal tan majestuoso.

Agradecidos, los ciegos se dejaron conducir por el Rajá.

El primero de los ciegos, el Rajá lo condujo hacia una de las patas del elefante. —  “Estas patas parecen columnas” —  dijo el ciego.

Luego tomó al segundo, esta vez conduciéndolo a otra parte del animal, la panza. El ciego dijo: —  “Esto es muy redondo, como una gran esfera”.

Al tercer ciego el Rajá lo condujo a que tocara la cola, que es larga, con pelos al final, tan duros como un alambre: —  “Me recuerda a un cepillo” dijo el ciego.

Por último, llevó al cuarto ciego, que era una mujer, hacia la cara del elefante. Y al tocar sus grandes colmillos, la mujer se asustó: —  “Ha de ser un gran depredador, el elefante”.

Rama ni se impacientaba, por lo que le preguntó a su padre: “Bueno, ¿cuándo habrás de decirme qué es la verdad?”

El llamó a los ciegos y les preguntó:

—  Ustedes, que han conocido lo que es un elefante, ¿cómo creen que es?”

—  El elefante tiene grandes patas como unas columnas, por lo que debe ser muy alto” — dijo el primer ciego.

— No, el elefante, en realidad, es un animal redondo, como una gran pelota” — dijo el segundo.

— Más bien. creo que el elefante es un animal delgado, con pelos al final de las extremidades, pues eso sentí —  dijo el tercero

— Se equivocan todos, pues el elefante es un depredador de grandes y aterradores colmillos — dijo la cuarta ciega.

Después de escucharlos, el Rajá preguntó a su hijo: “¿Ya sabes qué es la verdad?”

— Lo único que he aprendido es que ninguno de los ciegos llegó a alcanzar la verdad completa de qué es un elefante. — respondió Ramani

— La verdad es que cada uno de ellos tiene una versión parcial de lo que es un elefante, todos tienen algo de razón y a la vez no lo tienen. Pues, cada uno de ellos conoció una parte del elefante, y hablan en base a lo que conocieron. De esta misma forma ocurre con todos los seres humanos. Cada quien tiene una verdad parcial, basada en lo que conoce, en su propia perspectiva. Esto no significa que la verdad de alguien más no tenga validez, solo significa que conoce algo distinto… y esto, hijo mío, esto es la verdad.



sábado, 11 de octubre de 2025

La Niña, el Sol y la Luna.

Dicen, cuentan, que hubo una vez en que la luna y el sol ocupaban el mismo cielo. Sí, como ahora. Pero en ese tiempo lo hacían a la vez, sol y luna, vivían juntos.

Por ello solo había días, pues el sol brillaba todo el tiempo, y las jornadas eran eternas. La luna pasaba desapercibida y sólo una vez cada 8 años, cuando se interponía entre el sol y la tierra, su sombra mandaba en la tierra oscureciendo el sol, y entonces las gentes descansaban.

Dicen, cuentan, que ocurrió que el sol se enamoró de una campesina que nació un año de fuertes lluvias e inundaciones. El sol, a partir del instante de su nacimiento, brillaba sólo para ella acompañándola en todo momento.

Dicen, cuentan, que esa niña creció y se hizo mujer, y jamás le faltó el sol. De forma que aunque lloviera, siempre había un claro por donde los rayos se colaban y la acariciaban, siempre…, menos una vez cada 8 años.

Dicen, cuentan, que su piel empezó a avejentarse de forma prematura, que sus ojos perdieron visión encandilados permanentemente y que su pelo se volvió frágil y quebradizo.

Dicen, cuentan, que una noche de sombras de luna, la mujer habló con ella y le contó su amor por el sol, que siempre la acompañaba y que nunca la dejaba sola, y que aunque comprendía que su vida se acabaría antes de tiempo por ese motivo, prefería vivir amada.

Dicen, cuentan, que la luna se lo dijo al sol

Y dicen, Cuentan,que desde ese día, el sol se esconde para dejar descansar a su amada.

Dicen,Cuentan,que la primera noche, al ver el efecto de la luna sola en el cielo, la campesina se enamoró de ella.

Y dicen que desde entonces la campesina solo vive las noches, para estar junto a su amada.

Y cuentan que el sol no hace más que dar vueltas a la tierra, buscándola.


Autor: Desconocido.


sábado, 4 de octubre de 2025

La princesa Acafala ( Leyenda de Perú )

Cuenta la leyenda que, hace muchísimo tiempo, en un alejado rincón de Perú, nació una princesa que era tan hermosa como lo son las estrellas y, conforme pasaba el tiempo e iba creciendo, se volvía cada vez más hermosa. Tenía el pelo negro como la noche, los ojos oscuros como el azabache y la piel morena y suave, como los pétalos de una flor.

El nombre de la princesa era Acafala, y daba igual por dónde pasara, pues todas las personas que se cruzaban con ella quedaban rendidas ante su inigualable belleza…Aunque también era muy admirada por su inteligencia y su sagacidad, pues no todo es el exterior de una persona.

Sin embargo, y a pesar de ser tan hermosa y tan inteligente, la princesa Acafala tenía un defecto, un terrible defecto, y es que se veía tan hermosa que trataba de competir con la luna, con el sol, con el arcoíris…y hasta con el mismísimo mar. ¡Era muy presumida! Y no dudaba en caminar por la playa, gritando al mar y al cielo:

—¿Acaso no veis que soy más hermosa que vosotros? ¡Nadie es más hermoso que yo!

Tan enamorada estaba de sí misma, que la princesa Acafala no tenía tiempo para dedicar a ninguno de sus numerosos pretendientes. Y es que Acafala no podía enamorarse de nadie, pues en su corazón no había espacio para amar a nadie que no fuera ella misma.

Así pues, sus padres, muy preocupados, la citaron un día en el salón del trono para hablar con ella sobre su futura boda. Intentaron convencerla de que había muy buenos pretendientes para ella, hombres de buenos valores y gran sabiduría y valía, pero Acafala no quería oír nada de aquello y con un gran berrinche se tapó los oídos y se alejó de sus padres escapando hacia la playa, llena de orgullo y soberbia. Entonces Acafala corrió y corrió hasta llegar al mar, ya de noche. En el cielo oscuro, frente al mar lejano, brillaban cientos y cientos de estrellas como grandes velas en medio de la penumbra que daban color al mundo, y la princesa Acafala las miró y dijo:

—¡Estrellas! ¡Sí, ustedes! ¡Sé que pueden escucharme! ¡Miradme bien, estrellas! ¡Miradme bien! ¡Nadie es más hermoso que yo, ni siquiera ustedes que iluminan la oscura noche! ¿Por qué me obligan mis padres a casarme, si nadie podrá jamás superar toda mi grandeza? ¿Para qué he de amar a alguien que no sea yo misma? ¡Nadie jamás podrá superarme, así que todo lo que quiero es ser admirada!

Dándose cuenta del mal proceder de la princesa, las estrellas decidieron dar una lección que Acafala jamás olvidaría, y así la convirtieron en una estrella, tal y como ella había querido ser. Pero no en una de las que iluminaban el oscuro firmamento, sino en una estrella de mar hermosa y de muy vivos colores, pero oculta en el fondo del océano, donde nadie podría jamás admirar su belleza.

Y de esta forma es como nació la primera de todas las estrellas de mar en el mundo, una estrella preciosa pero que nadie puede admirar ni tocar, pues viven solitas en el fondo del mar. ¡Una dura lección la que tuvo que aprender la princesa Acafala por culpa de su vanidad!