lunes, 28 de septiembre de 2015

El Espejo (Leyenda Japonesa)


Había una vez en Japón, hace muchos siglos, una pareja de esposos que tenía una niña. El hombre era un samurai, es decir, un caballero, no era rico y vivía del cultivo de un pequeño terreno. La esposa era una mujer modesta, tímida y silenciosa que cuando se encontraba entre extraños, no deseaba otra cosa que pasar inadvertida.

Un día es elegido un nuevo rey. El marido, como caballero que era, tuvo que ir a la capital para rendir homenaje al nuevo soberano. Su ausencia fue por poco tiempo, el buen hombre no veía la hora de dejar el esplendor de la Corte para regresar a su casa.

A la niña le llevó de regalo una muñeca, y a la mujer un espejo de bronce plateado (en aquellos tiempos los espejos eran de metal brillante, no de cristal como los nuestros). La mujer miró el espejo con gran maravilla: no los había visto nunca. Nadie jamás había llevado uno a aquel pueblo. Lo miró y, percibiendo reflejado el rostro sonriente, preguntó al marido con ingenuo estupor:

— ¿Quién es esta mujer?

El marido se puso a reír:

— ¡Pero cómo! ¿No te das cuenta de que este es tu rostro?

Un poco avergonzada de su propia ignorancia, la mujer no hizo otras preguntas, y guardó el espejo, considerándolo un objeto misterioso. Había entendido sólo una cosa: que aparecía su propia imagen.

Por muchos años, lo tuvo siempre escondido. Era un regalo de amor; y los regalos de amor son sagrados.

Su salud era delicada, frágil como una flor. Por este motivo la esposa desmejoró pronto, cuando se sintió próxima al final, tomó el espejo y se lo dio a su hija, diciéndole:

— Cuando no esté más sobre esta tierra, mira mañana y tarde en este espejo, y me verás. Después expiró. Y desde aquel día, mañana y tarde, la muchacha miraba el pequeño espejo.

Ingenua como la madre, a la cual se parecía tanto, no dudó jamás que el rostro reflejado en la chapa reluciente no fuese el de su madre. Hablaba a la adorada imagen, convencida de ser escuchada.

Un día el padre la sorprende mientras murmuraba al espejo palabras de ternura.

— ¿Qué haces, querida hija?, le pregunta.

— Miro a mamá. Fíjate, No se le ve pálida y cansada como cuando estaba enferma, parece más joven y sonriente.

Conmovido y enternecido el padre, sin quitar a su hija la ilusión, le dijo:

— Tú la encuentras en el espejo, como yo la hallo en ti.



Fin.



lunes, 21 de septiembre de 2015

El Reloj.


Los que me conocéis sabéis que no me gustan las llamadas cadenas ni los días d...., para mi todos los días son d, pero todo aquel que los hace tiene mi respeto, hoy dicen que es el día del Alzheimer. En mi entorno tengo a personas que tienen familiares que padecen esta maldita enfermedad Alzheimer, una enfermedad que poco a poco va arrancando los recuerdos de toda persona y es como si las dejase totalmente en blanco, es por eso que dejo este relato que hace referencia a esa enfermedad, espero que a los que tengan ese problema al leer el texto les ayude un poquito.

Hubo una vez un reloj de oro que gustaba marcar las horas muy, muy exactas. También marcar el paso del tiempo con su incesante tic, tac, tic, tac. Las manecillas siempre bien dispuestas para indicar cuántos minutos habían pasado desde la última hora, y cuantos faltaban para volver a casa porque ya era la hora de preparar la comida y almorzar. Una pequeña ventanilla ayudaba a no olvidar que el primer día de mayo ya llegó y que por ser domingo no sólo era día de descanso sino también de celebración.

Pero resultó ser que su ama, que andaba últimamente un poco despistada, confundida y olvidadiza, pensó que el reloj pesaba demasiado para su delgada muñeca….pensó que con la lluvia de mayo el valioso reloj se mojaría…pensó que por no salir juntos de paseo un día no se echaría a perder su amistad…Así que ese día , ese primer domingo de mayo, el ama del reloj de pulsera decidió guardarlo en el armario. Y aunque aquel día el armario tenía un aspecto un tanto extraño lo dejó allí un rato para evitarle la intemperie cuando fuera a salir para dar su paseo diario.

El reloj miró a su alrededor. Vio grandes joyas y medallones de color rojo rubí, granate y amatista, largos brazaletes de color jade, verde esmeralda y turmalina, colgantes color amatista, botellas llenas de agua marina, botes de cristal con cuarzos, ónix negros y ojos de tigre. A pesar de la belleza indudable de aquellas piedras preciosas, ninguna respondió a su saludo. Se las veía demasiado engreídas, aunque alguna había perdido ya su belleza y aparecía un tanto deslustrada y mustia. Por primera vez en su vida el reloj de oro se sintió sólo y empezó a notar la falta del calor de la amistad. Pasaron las horas y el reloj sufría al ver que su ama no regresaba. A esas horas debería haber abierto ya la puerta de la casa, a esas horas debería haberse sentado ya en la mesa y empezado a comer su sopa de cebolla. A esas horas, entre plato y plato, le habría dedicado ya algunas miradas, le habría dado un poco de cuerda para eternizar el latido de su corazón, le habría dicho algunas palabras amables o habría conversado un largo rato sobre vivencias compartidas en viejos tiempos. Pero el tiempo continuó pasando, despacio, muy despacio… y el reloj sintió el dolor del desaire, el frío de la soledad, la humedad calando en sus huesos, la lentitud del momento…

El reloj decidió permanecer toda la noche en vela, por si el ama llegaba…pero no sirvió de nada…Poco a poco, empezó a dudar de todo, creyó que quizás ya nada tendría sentido, y empezaron a faltarle las fuerzas para continuar con su tic, tac. Las lágrimas de sus ojos nublaron las ventanitas y el 1, el mayo y el domingo decidieron acompañarle un rato más para no dejarle solo. Y llegó el día siguiente, y uno tras otro los días se fueron sucediendo sin que hubiera ninguna novedad. El reloj de oro seguía en el interior del armario, medio adormecido marcando las diez y diez, junto a piedras preciosas sordas y mudas, harto de preguntar sin oír respuestas. Hasta que al fin, la puerta del armario se abrió. Contra lo esperado, fue una joven la que asomó la cabeza y cuando le vio allí solo, cerca de un topacio que estaba roto, cogió a ambos, cerró la puerta de la nevera, se sentó en la mesa y se puso a llorar. La joven acabó de pelar la media cebolla para preparar la sopa, despojándola primero de su gruesa piel color topacio, y después de colocar la olla en el fuego para cocinarla, acarició y besó al reloj. Olvidado en la nevera, con la humedad penetrada en sus entrañas, el tiempo había pasado sin avisar…La joven colocó el reloj otra vez en la delgada muñeca de su madre, y ésta, mirándolo extrañamente, le preguntó:

- ¿Qué hora es? ¿Qué día es hoy, señora?-preguntó el ama del reloj a la muchacha.

- Tu reloj dice que son las diez y diez.. que hoy es domingo, uno de mayo. Deja que te de un beso, mamá. ¡Hoy es el día de la madre!.

-¿Este reloj de oro es mío? ¿Quién me ha hecho este regalo tan bueno? –preguntó extrañada la mujer mayor.

- ¡Es tu reloj de boda, mamá!-contestó la muchacha acariciándole la mano.

- Pues entonces démonos prisa con la sopa, que a tu padre no le gustará que en el día de su boda le hagamos esperar.





lunes, 14 de septiembre de 2015

Historia de la canción "Libre" ( Nino Bravo )


Hola amigos, el año pasado os mostraba la historia de una de las canciones de Nino Bravo, una historia que si bien la miramos es lo que estos días esta ocurriendo y estamos viendo impotentes en todas las noticias, se que mi querido maestro Orthos es el que mejor cuenta la historia de las canciones pero espero no le moleste que esta os la vuelva a contar yo:), he oído muchas veces la canción Libre y creo que mas o menos todos la hemos tatareado en alguna ocasión pero sin fijarnos en su letra, ahora cuando sepáis su historia veréis lo que significa la letra como me ha ocurrido a mi, os dejo con la historia:

Nino Bravo quiso dejar constancia en una de sus canciones más famosas Libre, las dificultades por las que pasaron miles de personas tras la creación del Muro de Berlín, por lo que se centró la letra en la historia del primer alemán que falleció intentando huir.





Peter Fechter era un joven obrero de la construcción de 18 años que junto a su amigo Helmut Kulbeik decidió saltar el Muro de Berlin en su búsqueda de la libertad. El 17 de Agosto de 1962 fue el día elegido para alcanzar la libertad. Desde una ventana de un taller de carpintería cercano, una noche decidió dar el salto hacia el denominado 'corredor de la muerte', el espacio entre el muro principal y uno paralelo que poco tiempo antes se había comenzado a construir. Su intención era correr hasta la pared cercana al Checkpoint Charlie, en el Berlín Oeste. Sin embargo, cuando intentó escalar el muro, los guardias dispararon.


Su intención de escapada salió mal, ya que los soldados le vieron en plena huida junto a su amigo Helmut Kulbeik, y antes de poder hacer el salto final le dispararon. El compañero de Peter consiguió cruzar, sin embargo, a Peter le dieron el alto y recibió un disparo mientras saltaba el primer muro, muriendo desangrado (en su pecho flores carmesí brotaban sin cesar) en “el corredor de la muerte” mientras pedía auxilio a la vista de ciudadanos de ambos bandos, los soldados soviéticos no hicieron nada y los americanos solo pudieron lanzarle un botiquín pero no le sirvió para nada, ya que los disparos le causaron varias heridas internas que le impedían moverse. Ciudadanos de ambos lados le observaron durante casi una hora hasta que finalmente falleció desangrado.

















La canción, escrita diez años después de los hechos, compuesta por José Luis Armenteros y Pablo Herrero, componentes del grupo Los Relámpagos, y luego impulsores de Fórmula V, estaría dedicada a la primera víctima del Muro de la Vergüenza, como generalmente se conoce al Muro de Berlín, recoge una historia y unas fotos que dieron la vuelta al mundo, y que todavía hoy son símbolo de la crueldad humana, ya que, a pesar de no ser el único muerto durante los años que estuvo levantado el Muro de Berlín, sí fue uno de los que más afectó a la opinión pública por ser contemplado incluso por varios periodistas. En el lugar donde murió Peter Fechter, se levantó en 1990 un monumento.

TIENE CASI VEINTE AÑOS y ya está
cansado de soñar;
pero TRAS LA FRONTERA está su hogar,
su mundo y SU CIUDAD.
Piensa que la ALAMBRADA sólo
es un trozo de metal
algo que nunca puede detener
sus ansias de volar.
Libre,
como el sol cuando amanece yo soy libre,
como el mar.
Libre,
como el ave que escapó de su PRISIÓN
y puede al fin volar.
Libre,
como el viento que recoge MI LAMENTO Y MI PESAR,
camino sin cesar,
detrás de la verdad,
y SABRÉ LO QUE ES AL FIN LA LIBERTAD.
Con su amor por bandera se marchó
cantando una canción;
marchaba tan feliz que NO ESCUCHÓ
LA VOZ QUE LE LLAMÓ.
Y TENDIDO EN EL SUELO SE QUEDÓ,
SONRIENDO Y SIN HABLAR;
SOBRE SU PECHO, FLORES CARMESÍ
BROTABAN SIN CESAR.

Ya en 1997, dos antiguos soldados de la RDA fueron juzgados, y admitieron haber disparado contra Peter Fechter. Se les declaró culpables, y fueron condenados a un año de cárcel. En el juicio el forense declaró que toda ayuda hubiera sido inútil, ya que la gravedad de las heridas le hubiera causado la muerte en cualquier caso. Pero es algo que nunca sabremos.

La canción es símbolo de todo el pueblo alemán que soñó con huir, ya que si Peter fue la primera víctima del muro, el último, Chris Gueffroy en 1989, tenía precisamente veinte años.

Muros de la vergüenza que se están levantando en muchas fronteras del mundo, la memoria de muchos es floja, y como se suele decir, no sabemos nunca lo que el día de mañana nos pasara a los demás.






Gracias a todos.



lunes, 7 de septiembre de 2015

Lágrimas de Sirena (Leyenda)


Hubo una vez un joven. Cansado de las batallas entre los clanes, las masacres y las peleas, decidió retirarse a un monasterio para recuperar la paz en su alma atormentada. El monasterio estaba en el valle que había entre dos montañas, oculto a la vida del exterior para no perturbar a los que buscaban paz allí  Estaba construido con piedra, contaba con una torre principal para llamar a la meditación y dos torres dispuestas a cada lado de esta, desde las cuales podía divisarse a los viajeros que se aproximaran. A su lado fluía un arroyo que se había canalizado para que fluyera por el patio del monasterio, para así tener agua. Estaba rodeado de arboles grandes y fuertes, robles, fresnos, encinas, chopos,... Gran diversidad de plantas existían en aquel lugar, entre las cuales los animalillos del bosque se escondían de los extraños y de los viajeros que por allí pasaban.

El lugar reposaba una paz extraordinaria, y por ello el joven decidió ir allí  creía que allí conseguiría la paz que tanto ansiaba para sanar sus pecados. Atrás dejo la vida que llevaba  Atrás dejo la vida de guerrero y de riquezas, las noches de celebración y las hermosas muchachas que deseaban cortejarlo  Fue aceptado como monje, y se pasaba los días pidiendo perdón a los dioses por todo el dolor que había causado. Paseaba por los pasillos, caminaba por el patio y subía a las torres. Siempre pidiendo perdón.

Cierto día  cuando paseaba por el patio una bocecilla le llamo. El joven se giro, pero no vio nada. La bocecilla grito "¡ Aquí, en el agua!". Era una hermosa kelpie que le estaba llamando para que se acercara. El joven se aproximo y observo a la hermosa kelpie, sin dejar de preguntarse porque aquel espíritu del agua le llamaba. La joven kelpie tenia una mirada penetrante, ojos verdes, sus cabellos eran negros como la noche, y lisos como el cielo, sus labios eran rojos y carnosos. Su piel brillaba con los reflejos que el sol producía en el agua.

Finalmente la kelpie le pregunto porque pasaba los días pidiendo perdón  El joven le contó el por que de aquello. Le contó los pecados que había cometido, los excesos en los que había caído y las atrocidades cometidas. La joven kelpie escuchaba atentamente al joven. Le había estado observando todos los días desde su llegada, ya que era muy joven para estar allí  y a la kelpie le había atraído. La kelpie se había encaprichado con el, el joven era guapo y la kelpie, como son de naturaleza todos estos pequeños espíritus  quería tenerlo para ella.

Pasaron los días  y todos los días la kelpie se presentaba ante el joven, hasta que cierto día la hermosa kelpie le confeso lo que sentía  El joven, que no quería negarse abiertamente ante la divinidad temiendo el castigo, le dijo que era imposible lo que le proponía  que el no podía vivir bajo el agua, ya que no podía respirar, y ella no podía vivir en la tierra.

La joven kelpie paso días y semanas buscando una forma para que aquel joven estuviera con ella, pero siempre fracasaba. Ante la evidente verdad la kelpie se entristeció  Comenzó a llorar. Lloro y lloro porque no podía estar con aquel joven al que quería  Mientras se despedía de el seguía llorando. Su pesar era abismal, nunca había sentido nada igual por un mortal. Su corazón rompió de tristeza y dolor. Poco a poco sus lagrimas se convirtieron en pequeñas piedras de color verde grisáceo  Aquellas piedras, que manaban de los ojos de la joven kelpie, quedaron esparcidas por todos los lagos, ríos y arroyos para recordar a todos quienes encontraran sus lagrimas que una vez amo. Amo con esperanza de que se cumpliera su amor, por lo que manaban verdes, y perdió el amor con gran pesar y tristeza en el alma, por lo que manaban también grises.


Autor: Desconocido.