sábado, 30 de enero de 2021

Leyenda del Tejo y el Olivo.

Con la muerte del último ser vivo, llegó el día de la Sentencia para aquel planeta de aquel universo.

Allí estaban todos los que habían sido desde el principio de los tiempos. A un lado los humanos, al otro… los demás seres vivos. Y en el centro la Luz, la Voz y el Ejecutante. La Voz desgranaba los nombres de todo lo que un día respiró en el mar, en el aire o sobre la tierra. Uno por uno se iban acercando hasta aquel peculiar tribunal y escuchaban, en silencio, la historia de su vida. Tras oír la relación de sus hechos, el Ejecutante, a una señal de la Luz, señalaba una puerta de salida y hacia allá se encaminaba el viejecito jorobado, la niña hermosa, la matrona malhumorada, el guerrero de hierro, la langosta que asolara los cultivos, la ballena plácida, el abedul y el fresno, o el león que recorriera, rugiendo, las praderas.

Todos, absolutamente todos, desde el más pequeño al más grande, humano, animal o vegetal, rendían cuentas ante un Tribunal que sentenciaba si sus acciones merecían el premio de volver a vivir, bajo la misma forma, en otro planeta, en otro nuevo universo que ya se estaba configurando.

Sucedió que en una de las últimas filas de la izquierda, donde estaban situados toda clase de árboles, se encontraba un tejo que había crecido en una montaña abrupta. A su lado se encontraba el olivo que, traído de tierras cálidas, le había hecho compañía durante centenares de años. Ambos conversaban y comentaban, susurrando, todo lo que estaba aconteciendo a su alrededor en aquel momento.

Ahora que ya todo había acabado y esperaban el dictamen final, el tejo le rogó a su amigo que le explicara qué le había sucedido durante su vida en la tierra, porque se había quedado sin recuerdos. Y el olivo contó, desgranó con voz clara y muy despacio, que el tejo, alegre y vibrante durante cientos de años, había sido herido en su corazón por múltiples rayos y poco a poco había perdido el habla e incluso la memoria.

El olivo le explicaba a su amigo que por más que el viento, los pájaros, los insectos, las ardillas y él mismo se habían afanado en contarle cómo había sido su existencia, él era incapaz de recordar cosa alguna de su pasado. Y una fría mañana de diciembre-siguió contando el olivo- el hacha del leñador le había ahorrado sus últimos sufrimientos y quedó convertido en astillas.

Cuando le tocó comparecer al viejo tejo, la Voz habló de cada día de su vida, del bienestar y la sombra que había aportado a quienes bajo sus ramas se cobijaron, del sosiego y la tranquilidad que experimentaron los que a su lado pasaron, de cómo protegió a los caminantes y al leñador de la lluvia menuda y de todo el amor que había otorgado a pájaros e insectos. Había sido una buena vida la suya y el Ejecutante, a un signo de la Luz, le indicó una de las puertas de salida. El tejo, que ya se encaminaba hacia aquella puerta se volvió y preguntó con voz humilde a su amigo:

-¿Y qué sucedió cuando mis raíces fueron arrancadas y mis ramas y mi tronco cayeron bajo el frío filo del hacha?

El olivo contestó:

-Entonces tu recuerdo se convirtió en una silla vacía.

El olivo, que le siguió por la misma puerta, terminó de contarle al anciano tejo que el leñador, que deseaba que aquel árbol se perpetuara de algún modo, trabajó parte de su madera y con sus manos construyó una silla grande y fuerte en la que solía sentarse, al atardecer, para contemplar la llegada de las sombras sobre las montañas. El leñador cerró su corazón y sus ojos a la vida una noche de verano y aquella silla quedó solitaria y callada, como calcinado y olvidado quedó aquel planeta donde un día vivieran hombres, animales y plantas.

Y una mañana, en otro mundo claro y bello que, poco a poco, iba creando su propia historia, alguien encontró, uno junto al otro, a un tejo y a un olivo centenarios y rogó para que se perpetuaran a través de las lluvias, las nieves y los soles de todos los siglos venideros. Para que el rayo no les hiriera, ni perdieran la memoria, y que un día, en otro tiempo y en la historia de otra Tierra pudieran permanecer juntos, por los universos de los universos, amén.


Autor: Maria del Carmen Polo Soler.


Todas las imágenes son de Karras.



sábado, 23 de enero de 2021

Tu no Princesa, tu no...

Fue criada para triunfar, de chiquita su madre se quitaba el huevo frito del plato si hacia falta para dárselo a ella, porque la niña era una promesa de la que pendía toda la familia. No la dejaban siquiera fregar, para que sus manos no se cuartearan o endureciesen con el estropajo y el hollín. Cuando le peinaba el ensortijado pelo, su hermana mayor le predecía que se casaría con un francés, un español o un belga, con alguien de la "nobleza" monárquica o empresarial. "¡ Todos van a enamorarse de ti !" gritaba la abuela, a quien por lavar y planchar para la calle durante medio siglo, se le habían  torcido los dedos con la artritis. Ni siquiera la dejaban tener novio en el vecindario, pues ella debía preservarse para el futuro que le esperaba, para el potentado que vendría a llevársela de aquel atestado solar en la calle Zanja y de aquel país varado en el Caribe.

Un día, saliendo apenas de la adolescencia lo encontró, Era muy mayor y no pertenecía a ninguna familia acaudalada, pero tenia un pasaporte italiano. Físicamente tampoco le gustaba, aunque la sola idea de imaginarse con el en Milán hacia que su abultado abdomen cervecero no le pareciera tan grande. El aroma de la ropa nueva que le traía cada vez que viajaba a La Habana cubría también el olor a nicotina y alcohol que siempre le salia de la boca. En casa, la familia de ella estaba encantada. "La niña se nos va a vivir a Europa" decían a las vecinas y la propia madre paro en seco una conversación donde ella le contaba que su prometido de vez en cuando se ponía violento y la golpeaba. Así la empujaron hasta los Juzgados donde se oficializo el matrimonio. En las fotos de la boda, ella parecía una "Princesa", pero una "Princesa Triste".

Cuando el avión aterrizo en el invierno italiano, ya no se parecía al amable señor que 24 horas antes le había prometido a su madre que la cuidaría. La llevo al Club esa misma noche, donde ella debía trabajar sirviendo a los clientes licores y hasta su propio cuerpo. Durante meses, ella le escribió a la abuela sobre los perfumes y la comida que había probado en su nueva vida. Recreo en sus cartas y en sus llamadas telefónicas una realidad muy diferente a la que vivía. Ni una palabra de la extorsión ni el marido que se había evaporado dejándola en manos de un "jefe" al que debía obedecer. En el solar habanero, todos la hacían mimada y feliz, no podía defraudarlos.

Cuando la policía italiana desmantelo la red de prostitución en la que ella estaba atrapada, mando un breve sms a los parientes del otro lado del Atlántico, para no preocuparlos: "No podre llamarlos por varias semanas. Me voy de vacaciones a Venecia para celebrar aniversario de bodas. Los quiero a todos, LA PRINCESA".



Autor: Desconocido.



sábado, 16 de enero de 2021

La gran cólera de la Diosa del Sol.

Había gran tumulto en la feliz mansión de los dioses, Suzano, el terrible dios de la tempestad se portaba mal de veras. Exuberante, tosco, torpe, grosero, cual aldeano que por vez primera baja a la ciudad, sentíase extraño entre aquellos áureos edificios, entre aquellos jardines de ensueño, entre aquellas delicadas nebulosas y aquellos evanescentes cometas. Lo derribaba todo a su paso, hollaba los delicados arriates, arrancaba los árboles perfumados, hacía desbordar los plateados ríos, desbarataba las estrellas y arruinaba los palacios divinos.

Todos los dioses estaban cansados de él, pero la más indignada era Amaterasu, la bellísima diosa del sol, que muy a menudo se peleaba con el terrible hermano. Un día, tras una disputa más violenta que las de costumbre, roja de cólera, cerró los puños, y echando chispas por sus luminosos ojos, con voz enronquecida por la indignación, anunció su firme decisión de vivir oculta para siempre. Dicho y hecho. Se retiró a su celeste morada de peñas, cerró herméticamente la puerta y desapareció de la vista de todo el mundo. Entonces el universo estuvo de luto. En el cielo y en la tierra ya no había luz ni calor, y se extendía por doquier, con su tupida cortina de tinieblas, una profunda noche eterna.

Los dioses, desesperados decidieron reunirse en la Vía Blanca como la leche, para celebrar consejo. Uno tras otro, andando a tientas a través de las tinieblas, llegaron al lugar de la cita. Cuando la asamblea estuvo completa. Ocho millones de dioses se hallaban en el camino celeste y en aquélla oscuridad densa como la del infierno, oíase un zumbido semejante al de un enjambre de moscas en pleno verano.

-¿Qué debemos hacer para obligar a la diosa del Sol a reaparecer?- preguntó entonces el rey de los Dioses.

A continuación tomó la palabra Taka-mi-misubi, el dios de la inteligencia y de la astucia.

-Quizá- dijo- la diosa aparecerá si oye cantar los gallos.

La propuesta del astuto dios fue acogida con vivos aplausos. Inmediatamente fueron izados largos caballetes sobre los cuales se colocaron mil gallos de plumaje abigarrado y voz tonante. A una señal, las aves se echaron a cantar a grito pelado, mientras a su alrededor los dioses aguantaban la respiración en espera de la reaparición de Amaterasu.

Pero las tinieblas no fueron surcadas por ningún rayo luminoso y la puerta de la caverna se mantuvo herméticamente cerrada.

Taka-mi-misubi habló entonces de nuevo:

Amaterasu, antes que diosa, es mujer- dijo- y, como todas las mujeres, es ambiciosa, curiosa y celosa. Explotemos estas características femeninas en nuestro beneficio. En seguida el dios fabricante preparó un estupendo espejo e hizo magnificas alhajas. Los otros dioses trajeron también espléndidos dones, brocados, telas hechas con alas de mariposa, sombrillas vaporosas de abigarrados papeles, chales multicolores, cintas leves y suaves, velos, blondas, etc. Todo lo cual fue puesto convenientemente frente a la gruta de la diosa. Al lado de estos espléndidos obsequios, fue colocada una tarima, sobre la cual se puso a danzar con gracia la diosa Uzume. Las otras divinidades admiraban sus graciosos movimientos y aplaudían con entusiasmo sus piruetas.

Amaterasu, desde el fondo de su morada oyó aquellos ruidos y aplausos y muy pronto se sintió picada por la curiosidad.

-¿Qué será lo que tanto les divierte?- se preguntaba , ansiosa.

¡Parece que mi ausencia no los entristece!

Llevada por la curiosidad, entreabrió la puerta para echar una rápida ojeada a los de afuera; los demás dioses se dieron cuenta de ello y la diosa Uzume le dijo:

- Ven, Amaterasu, ven a participar de nuestra alegría. Acaba de llegar entre nosotros una nueva diosa, más bella y resplandeciente que tú.

A tales palabras, la curiosidad de la divina prisionera mudose rápidamente en terribles celos. ¿Una nueva diosa? ¿Y más hermosa y resplandeciente que ella? Abrió un poco más la puerta para ver a aquella terrible rival , y haciendo esto descubrió, reflejada en el espejo, su propia imagen. Un grito de sorpresa, seguido al instante por un suspiro de alivio: Amaterasu se había reconocido en el espejo.

Avanzó hacia el cristal, vistiose las estupendas telas, se adornó con las alhajas centellantes y sonrió. Su sonrisa, más hermosa y resplandeciente que antes, iluminó el mundo.

Entonces todos los dioses la rodearon, obsequiosos y reverentes. Luego todos juntos se encaminaron hacia la morada de Suzano como una avalancha, agarraron al terrible dios, le cortaron la barba, le arrancaron las largas uñas que parecían garras y lo expulsaron como merecía del cielo.

Desde entonces, radiante y benéfica, la luz del Sol resplandece sobre el universo sin oscurecer jamás.


Autor: Desconocido.



sábado, 9 de enero de 2021

Judit Czinkné Poór ( Arte Dulce )

Hola amigos, en alguna ocasión os he presentado artistas de diversas artes que no son famosos por sus nombres y es bueno ir conociéndolos ya que son muy buenos en lo que hacen, en esta ocasión os presento a esta artista de lo "dulce", ya que su arte consiste en decorar galletas, que una vez tenemos en nuestras manos creo que seria muy difícil comérselas, os hablo de la Chef húngara Judit Czinkné Poór, asique ya sabéis, si vais a Hungría buscar su tienda y disfrutar:)

Judit Czinkné Poór, también conocida como Mézesmanna por el nombre de su tienda, es la responsable de estas galletas tan adorables que parecen tener un encaje de tela por encima. Esta Chef Húngara transforma simples galletas en arte inspirado en bordados húngaros a diseños más contemporáneos,

Si estas en Hungria, en Ajka, entonces puedes ir a Mézesmanna, una pastelería en la que hacen las que probablemente sean las galletas mas increíbles que hayas visto nunca. El único problema, es que no querrás comértelas, querrás enmarcarlas y colgarlas en la pared, porque no son simples galletas. Son obras de arte.


La artista y chef pastelera Judit Czinkné Poór es la Leonardo da Vinci del mundo de las galletas. En su pastelería  no hay límites con lo que puede hacer con galletas. Judit usa sus conocimientos como pintora de porcelana para llevar sus galletas a otro nivel. Y lo crean o no, se dedica a esto solo desde 2014.


Sí, son galletas por mucho que nos cueste creerlo. Su responsable la chef de repostería o artista –no sabemos muy bien como calificarla ante estas verdaderas obras- Judit Czinkné Poór, lleva años practicando hasta que ha conseguido desarrollar un estilo super detallista en el que reproduce a la perfección bordados en relieve, pero no en tela, no, ¡en azúcar! Aunque claro, antes de ponerse con las galletas de jengibre, practicó con figuras de hielo y pintando porcelana, su verdadera profesión.


Las galletas están inspiradas en los bordados de los trajes típicos del país (allí cada región tiene sus propios patrones y colores especiales) y se venden en la tienda que Judit tiene en Ajka. Y por si no podemos pasarnos por allí, ella misma se encarga de ir abriéndonos boca en su cuenta de Instagram, en la que va colgando diferentes fotografías de sus creaciones. Además, para los interesados en aprender la técnica, también ofrece clases de tres horas –un tiempo verdaderamente corto para aprender todo el trabajo que suponen estas galletas.


Trabajando bajo el nombre Mézesmanna , su tienda de decoración de tartas produce diseños impresionantes. La habilidad para postres es evidente con todos sus productos, que incluyen ilustraciones elaboradas de personas y animales. Sin embargo, se trata de los intrincados diseños florales, bordados de inspiración que realmente fascinan.



Para producir tales composiciones delicadas, Poór utiliza varias herramientas de formación de hielo. Manejo de los colores individuales, como un conjunto de bolígrafos de punta fina, se dibuja sin esfuerzo hermosas flores y encaje con volantes sobre las superficies de los dulces. Todo está hecho completamente a mano alzada y sin la ayuda de un trazado o croquis.



Bueno amigos, hasta aquí esta muestra del arte de esta chef tan artista, espero os haya gustado, gracias por estar:)



sábado, 2 de enero de 2021

Leyenda de la Princesa de las Nubes.

Nacido en buena familia, Daye era un niño guapo y muy inteligente. Cuando tenía diecisiete años se convirtió en el joven más solicitado de su pueblo. Venían los casamenteros casi todos los días para recomendarle chicas guapas de buena familia. Pero sus padres los rechazaron tajantemente, porque el padre de Daye había tenido un sueño, en el que un viejo inmortal le anunció que su hijo tenía que casarse con la Princesa de las Nubes. Pasaron dos años, al ver que no venía la anunciada novia de su hijo, los padres se ponían cada vez más nerviosos, porque ningún casamentero volvió a pisar su casa. Se arrepintieron de no haber escogido una chica de buena familia para su hijo.

Un día, cuando Daye estaba leyendo en su estudio, súbitamente una agradable fragancia le llamó la atención. Levantó la cabeza y vio a una joven bellísima entrando por su puerta. Varias criadas vestidas con fina seda y de buen porte le seguían el paso. Enseguida, su estudio se perfumó de un aroma embriagador y se iluminó con la extraordinaria presencia femenina.

El joven quedó totalmente sorprendido de la extraordinaria aparición de la bellísima y elegante dama en su casa. Se puso sonrojado y un poco cohibido, pero acertó a decir algo que podía encajar en esa situación:

—¡Dichosos ojos que ven la hermosura que ennoblece mi casa! La bella visitante sonrió dulcemente, tapándose los dientes de perlas con la larga manga de seda. En eso, una de las criadas dijo:

—La dama es la Princesa de las Nubes. Venimos de la Residencia Celestial.

Daye se quedó casi anonadado con la súbita aparición de la Princesa tan largamente esperada. Hechizado por la belleza de la lindísima mujer, se quedó en el acto enamorado. Pero la emoción le robó las palabras. Por rubor, la joven tampoco encontraba de momento tema de conversación. Los dos se quedaron durante un buen rato, que se interrumpió afortunadamente con la intervención de una criada inteligente, quien puso entre los dos un tablero de damas chinas.

Nunca antes Daye había perdido una partida en el pueblo, pero hoy no podía ganar de ninguna manera a la Princesa de las Nubes. Antes de despedirse, la bella mujer le dejó mil monedas de oro para que construyera una casa, y quedaron en verse cuando estuviese concluida la obra. La Princesa se fue, dejando en el joven enamorado una viva añoranza.

Antes de que pasaran dos meses, la nueva casa quedó construida y amueblada. Esa misma noche se presentó misteriosamente la princesa. El joven le pidió la mano, pero la princesa le dijo:

—Si nos casamos, podemos vivir juntos sólo seis años. En cambio, podemos ser amigos durante treinta años. Tienes que elegir.

—Vamos a casarnos primero dijo Daye—, luego veremos lo que se puede hacer después.

Esa misma noche se casaron. Vivieron seis años juntos impregnados de felicidad. Tuvieron un hijo y una hija. Parecía que iban a vivir toda la vida felices, hasta el punto que Daye perdió la noción del tiempo y olvidó la separación anunciada. Un buen día desapareció misteriosamente la Princesa de las Nubes. Daye se acordó repentinamente de que ese día se cumplía el sexto aniversario de su matrimonio y comprendió que toda opción inevitablemente comporta una renuncia.


Autor: Desconocido.