Para superar la segunda tenían que nadar de un lado al otro del río. Por ultimo tenían que cumplir con un extraño ritual: tenían que quedarse acostados sin moverse muy quietos, tan quietos que no podían ni siquiera pestañear, durante un largo tiempo. Todos los jóvenes de esa tribu se entrenaban con gran dedicación, para poder pasar esa prueba. Aprobarla, significaba pasar a ser adultos.
Una vez existió un joven llamado Jahé que sorprendió a todos con su destreza, cuando le toco realizar la primera prueba, muy pronto dejo atrás a los demás participantes, cuando cruzo el río, mientras los otros luchaban para que la corriente no los llevara, el recogía piedrecitas de colores que encontraba en el fondo, cuando debió permanecer acostado, el se mantuvo tan quieto, que por mas que saltaban y hacían bromas a su alrededor, el permanecía inmóvil como una piedra. Así Jahé, paso la prueba y para todos ya era un adulto, lo que nadie sabia era que mientras el joven corría, en las alas del viento escucho la voz de una mujer como el canto de un ave, esa misma voz fue la que le alentó mientras cruzaba el río Paraguay y la que le permitió concentrarse cuando debió permanecer quieto.Como era costumbre en esa época, el jefe de la tribu premio a Jahé concediéndole la mano de su hija. Jahé no podía aceptar ese ofrecimiento, pues la melodía que escucho durante la prueba lo acompañaba día y noche, Jahé se había enamorado de ella. El jefe de la tribu comenzaba a impacientarse por la falta de decisión del joven.Una mañana el muchacho elevo sus brazos al cielo pidiendo a su amada que lo ayudara a decidir, entonces volvió a escuchar su voz. Las manos de Jahé comenzaron a moverse al compás de una suave música, hasta que hicieron el movimiento de las alas de un pájaro.
Autor: Desconocido.