sábado, 24 de abril de 2021

El muelle de San Blas (Historia de la canción)

Hola amigos, hoy quiero compartir con vosotros una historia triste, la historia de Rebeca Méndez "la loca del muelle de San Blas".

"Ella despidió su amor. Él partió en un barco en el muelle de San Blas. Él juro que volvería y, empapada en llanto, ella juró que esperaría. Miles de lunas pasaron y siempre estaba en el muelle, esperando". Así comienza En el muelle de San Blas, la historia de Rebeca Méndez que Fher Olvera, líder de Maná, se encargó de contar al mundo, hace ya 22 años. Pero el relato del cantante -quien también dio renombre a la ciudad, ubicada en el estado mexicano de Nayarit- no fue del todo exacto. "Mucho se habló sobre mi madre. Lamentablemente, casi todo lo que se dice es mentira. Y, por respeto a ella es necesario que se sepa la verdad de los hechos", comentó su hija, este mayo, al portal argentino Infobae. Porque, de acuerdo con su relato, su madre no esperaba exactamente a un marinero que la había dejado desolada. Al contrario, la otrora artista esperaba a alguien, cuyo nombre nunca se atrevió a revelar. "Le pregunté quién era el amor que esperaba y respondió: 'Es un misterio que me llevaré a la tumba'", reveló Blanca Suárez.

Según la hija, la historia de su progenitora comenzó en Guadalajara, lugar donde creció e incluso logró hacerse conocida, gracias a sus dotes vocales. Pero Rebeca no habría podido disfrutar de su fama, debido a que la vida derribó sus sueños con crueldad. "(Durante el comienzo de su carrera) Quedó embarazada de mí y no la dejaron casarse con mi padre. La violencia con la que la alejaron de ese hombre fue desesperante. Incluso, para protegerlo, la familia de él lo envío al extranjero y eso llevó a mi madre a la locura", confesó Rebeca. Pese a ello, la mujer volvió a enamorarse e incluso tuvo dos hijos más. Sin embargo, y aun cuando comenzó a vestirse de novia con el afán de llegar al altar, el destino otra vez no permitió que cumpliese su sueño. "Se quería casar, pero ese hombre ya estaba casado. La primera vez que ella se vistió de novia, le costó el manicomio. Le quitaron su herencia y sus niños, a quienes enviaron a Italia", afirmó su hija.Pero un golpe de suerte (o de naturaleza), salvó a Rebeca de las paredes del psiquiátrico. Un seísmo magnitud 8.1 golpeó México y ella logró huir de su cárcel. "Tras el temblor, mi mamá escapó del manicomio y comenzó a deambular por las calles buscándonos", afirmó Blanca, en relación a cómo Rebeca llegó a habituar el muelle de San Blas. "La gente estaba intrigada por saber quién era esa mujer que no paraba de fumar. Comenzaron a llamarla 'la chica de humo' y no sólo por el cigarrillo, sino porque era como si se 'esfumara' del lugar". Aun así, y todavía sumida en la desolación, Méndez volvió a enamorarse y disfrutar de la compañía de un hombre, que -esta vez- era varios años menor que ella. No obstante, ningún "pero" podía detenerla. Estaba segura de haber encontrado la felicidad y, por supuesto, de haber obtenido una nueva oportunidad para casarse. Aunque, otra vez, la mala suerte decidió atacarla: su amor murió en un accidente.


De esa manera, Rebeca siguió frecuentando el muelle, viviendo de la venta muñecas de tela. Allí, de acuerdo con el mito, habría conocido (sólo de vista) a Fher Olvera y éste habría decidido inmortalizar el cuento más desolador que le contaran jamás. Aunque, de acuerdo con los medios locales, Rebeca sí llegó a conocer la canción y se emocionaba cuando la escuchaba. A pesar de ello, Olvera y Rebeca nunca más se volvieron a ver. Aunque, en pleno San Blas, una escultura rememora el encuentro. Una especie de homenaje a Méndez, quien murió a los 63 años, en 2012, y en los brazos de su primogénita, a quien siempre había buscado. "Yo vivía muy lejos y una tía me llevó para que escuchara las historias que contaban de ella. Desde ese momento, mi mami nunca paró de decirme que, finalmente, yo fui el más grande sus amores", explicó su hija para clarificar la verdad sobre la historia... Pero parece que los fans siguen prefiriendo la romántica versión de Maná.


Y aquí os dejo el vídeo con la canción, si no la conocéis espero os guste:)

 


 

sábado, 17 de abril de 2021

Laguna de Vacaras.

En las alturas de Sierra Nevada, cerca del pico Veleta, existió (o quizás existe aún) una honda laguna de aguas heladas y limpísimas. Mucha personas aseguraban que la laguna estaba encantada y que era punto de encuentro para magos o brujas, sucediendo allí cosas tan extrañas que nadie, en su sano juicio, se atrevería a acercarse a ella de noche.

Sucedió que un pastor que buscaba unas ovejas perdidas, llegó un anochecer hasta las mismas orillas de la laguna, cuando le pareció oír fuertes voces. Muerto de pavor por todo lo que de sobrenatural había escuchado acerca del lugar, se refugió tras unas rocas y desde allí pudo ver  lo que pasaba.

Dos hombres muy altos y ricamente ataviados, uno de los cuales sostenía en sus manos un libro del que parecía brotar un vivo resplandor y el otro portando una gran red dorada, estaban de pie a la misma orilla del agua. El que sostenía el libro leyó con voz tonante un largo párrafo, en un incomprensible lenguaje y terminada la lectura, dijo a su compañero:

-Ya puedes lanzar la red -.

La red se hundió en al agua y al momento se vio que ya estaba bien cargada. Los dos hombres unieron esfuerzos sacándola a la orilla. Para asombro del pastor, la  red contenía un brioso caballo negro.  El hombre del libro dijo:

-"No, este no es. Echemos de nuevo la red"-.

Y la red volvió al agua y como la vez anterior enseguida se notó que estaba llena. Fuera del agua, los hombres vieron un caballo variegado, con mejor estampa que el anterior pero que tampoco pareció satisfacerles así que volvieron a echar la red al agua. Y ahora, un hermoso caballo blanco de finas patas y espesas crines, se mostró ante sus ojos.

-Este es el caballo que buscamos- dijo el hombre que había rechazado a los anteriores. -Ya podemos seguir nuestro viaje.

Los dos hombres, susurraron por turno unas palabras al oído del caballo, que asentía con la cabeza y subieron sobre el blanco animal surgido de las aguas. Durante unos momentos el caballo caracoleó alegremente y después de un breve trotecillo, se elevó en el aire como si no soportara ningún peso, describió un gran círculo sobre la laguna y en menos tiempo del que se tarda en contarlo desapareció en el cielo.

Muchos valientes subieron a la montaña y muchos tiraron grandes redes al agua, queriendo comprobar y ver lo que el pastor había visto aquel anochecer, pero nadie jamás volvió a ver a los dos extraños hombres ni nadie logró enganchar en sus redes ningún caballo volador.



Autor: Desconocido.



sábado, 10 de abril de 2021

Los Dos que Soñaron.

Cuentan los hombres dignos de fe, que hubo en El Cairo un hombre poseedor de riquezas, pero tan magnánimo y liberal que todas las perdió, menos la casa de su padre, y que se vio forzado a trabajar para ganarse el pan. Trabajó tanto que el sueño lo rindió debajo de una higuera de su jardín y vio en el sueño a un desconocido que le dijo:

-Tu fortuna está en Persia, en Isfaján, vete a buscarla.

A la madrugada siguiente se despertó y emprendió el largo viaje y afrontó los peligros de los desiertos, de los idólatras, de los ríos, de las fieras y de los hombres.

Llegó al fin a Isfaján, pero en el recinto de esa ciudad lo sorprendió la noche y se tendió a dormir en el patio de una mezquita. Había, junto a la mezquita una casa, donde una pandilla de ladrones atravesó la mezquita y se metió en la casa,  las personas que dormían se despertaron  pidiendo  socorro. Los vecinos también gritaron, hasta que el capitán de los serenos de aquel distrito acudió con sus hombres y los bandoleros huyeron por la azotea.

El capitán hizo registrar la mezquita y en ella dieron con el hombre de El Cairo y lo llevaron a la cárcel. El juez lo hizo comparecer y le dijo:

-¿Quién eres y cuál es tu patria?

El hombre declaró:

-Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre es Yacub El Magrebí.

El juez le preguntó:

-¿Qué te trajo a Persia?

El hombre optó por la verdad y le dijo:

-Un hombre me ordenó en un sueño que viniera a Isfaján, porque ahí estaba mi fortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que la fortuna que me prometió ha de ser esta cárcel.

El juez echó a reír.

-Hombre desatinado -le dijo-, tres veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairo, en cuyo fondo hay un jardín. Y en el jardín un reloj de sol y después del reloj de sol, una higuera, y bajo la higuera un tesoro. No he dado el menor crédito a esa mentira. Tú, sin embargo, has errado de ciudad en ciudad, bajo la sola fe de tu sueño. Que no vuelva a verte en Isfaján. Toma estas monedas y vete.

El hombre las tomó y regresó a la patria. Debajo de la higuera de su casa (que era la del sueño del juez) desenterró el tesoro. Así Dios le dio la bendición,  lo recompensó y exaltó.


Autor: Desconocido.


sábado, 3 de abril de 2021

Leyenda del Ajedrez.

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo reinaba en cierta parte de la India un rey llamado Sheram. En una de las batallas en las que participó su ejército perdió a su hijo, y eso le dejó profundamente consternado. Nada de lo que le ofrecían sus súbditos lograba alegrarle.

Un buen día un tal Sissa se presentó en su corte y pidió audiencia. El rey la aceptó y Sissa le presentó un juego que, aseguró, conseguiría divertirle y alegrarle de nuevo: el ajedrez.

Después de explicarle las reglas y entregarle un tablero con sus piezas el rey comenzó a jugar y se sintió maravillado: jugó y jugó y su pena desapareció en gran parte. Sissa lo había conseguido.

Sheram, agradecido por tan preciado regalo, le dijo a Sissa:

- Sissa, quiero recompensarte dignamente por el ingenioso juego que has inventado.

El sabio contestó con una inclinación:

– Soy bastante rico como para poder cumplir tu deseo más elevado –continuó diciendo el rey–. Di la recompensa que te satisfaga y la recibirás.

Sissa continuó callado.

– No seas tímido –le animó el rey-. Expresa tu deseo. No escatimaré nada para satisfacerlo.

– Grande es tu magnanimidad, soberano. Pero concédeme un corto plazo para meditar la respuesta. Mañana, tras maduras reflexiones, te comunicaré mi petición.

Cuando al día siguiente Sissa se presentó de nuevo ante el trono, dejó maravillado al rey con su petición, por su modestia.

– Soberano –dijo Sissa–, manda que me entreguen un grano de trigo por la primera casilla del tablero del ajedrez.

– ¿Un simple grano de trigo? –contestó admirado el rey.

– Sí, soberano. Por la segunda casilla ordena que me den dos granos; por la tercera, 4; por la cuarta, 8; por la quinta, 16; por la sexta, 32…

– Basta –le interrumpió irritado el rey–. Recibirás el trigo correspondiente a las 64 casillas del tablero de acuerdo con tu deseo; por cada casilla doble cantidad que por la precedente. Pero has de saber que tu petición es indigna de mi generosidad. Al pedirme tan mísera recompensa, menosprecias, irreverente, mi benevolencia. En verdad que, como sabio que eres, deberías haber dado mayor prueba de respeto ante la bondad de tu soberano. Retírate. Mis servidores te sacarán un saco con el trigo que necesitas.

Sissa sonrió, abandonó la sala y quedó esperando a la puerta del palacio.

Durante la comida, el rey se acordó del inventor del ajedrez y envió para que se enteraran de si habían entregado ya al reflexivo Sissa su mezquina recompensa.

– Soberano, tu orden se está cumpliendo –fue la respuesta–. Los matemáticos de la corte calculan el número de granos que le corresponde.

El rey frunció el ceño. No estaba acostumbrado a que tardaran tanto en cumplir sus órdenes.

Por la noche, al retirarse a descansar, el rey preguntó de nuevo cuánto tiempo hacía que Sissa había abandonado el palacio con su saco de trigo.

– Soberano –le contestaron–, tus matemáticos trabajan sin descanso y esperan terminar los cálculos al amanecer.

– ¿Por qué va tan despacio este asunto? –gritó iracundo el rey–. Que mañana, antes de que me despierte, hayan entregado hasta el último grano de trigo. No acostumbro a dar dos veces una misma orden.

Por la mañana comunicaron al rey que el matemático mayor de la corte solicitaba audiencia para presentarle un informe muy importante.

El rey mandó que le hicieran entrar.

– Antes de comenzar tu informe –le dijo Sheram–, quiero saber si se ha entregado por fin a Sissa la mísera recompensa que ha solicitado.

– Precisamente para eso me he atrevido a presentarme tan temprano –contestó el anciano–. Hemos calculado escrupulosamente la cantidad total de granos que desea recibir. Resulta una cifra tan enorme…

– Sea cual fuere su magnitud –le interrumpió con altivez el rey– mis graneros no empobrecerán. He prometido darle esa recompensa y, por lo tanto, hay que entregársela.

– Soberano, no depende de tu voluntad el cumplir semejante deseo. En todos tus graneros no existe la cantidad de trigo que exige Sissa. Tampoco existe en los graneros de todo el reino. Hasta los graneros del mundo entero son insuficientes. Si deseas entregar sin falta la recompensa prometida, ordena que todos los reinos de la Tierra se conviertan en labrantíos, manda desecar los mares y océanos, ordena fundir el hielo y la nieve que cubren los lejanos desiertos del Norte. Que todo el espacio sea totalmente sembrado de trigo, y toda la cosecha obtenida en estos campos ordena que sea entregada a Sissa. Solo entonces recibirá su recompensa.

El rey escuchaba lleno de asombro las palabras del anciano sabio.

– Dime cuál es esa cifra tan monstruosa –dijo reflexionando–.

– ¡Oh, soberano! Dieciocho trillones cuatrocientos cuarenta y seis mil setecientos cuarenta y cuatro billones setenta y tres mil setecientos nueve millones quinientos cincuenta y un mil seiscientos quince (18.446.744.073.709.551.615) granos de trigo.

El rey se quedó de piedra. Pero en ese momento Sissa renunció al presente. Tenía suficiente con haber conseguido que el rey volviera a estar feliz y además les había dado una lección matemática que no se esperaban.