sábado, 26 de febrero de 2022

El Caballo y su Potro.

Cuentan que cierto día, estaban en el bosque un caballo y su pequeño hijo, ambos gustaban de correr sin rumbo fijo, solo por el placer de sentir el cálido aire sobre sus cabezas.

Padre e hijo disfrutaban mucho de estas carreras y el compartir sus conversaciones que tanto bien hacia a ambos, siempre tenían pláticas de lo más amenas y realmente existía una comunicación constante entre ellos.

Una mañana, salieron como era su costumbre a correr, estaban muy felices porque era un día espléndido, cuando de repente el pequeño caballo tropezó y cayó rodando, su padre se detuvo de inmediato volviendo sobre sus pasos para ver que le había sucedido a su pequeño hijo.

Se acerco a él para averiguar si se encontraba bien, y el pequeño no lograba levantarse, muy asustado le dijo a su padre: – Siento que no podré volverme a levantar, me siento muy lastimado de una pata.

- Hijo, debes levantarte, acaso ¿Te has roto algo?- Padre, le dijo el caballito, creo que no me he roto nada, sin embargo, un caballo nunca se cae y cuando lo hace, le resulta sumamente difícil levantarse.

- Hijo, estás equivocado, algunos animales como nosotros caen, pero vuelven a levantarse y tu te levantarás, porque tu no tienes nada roto, tu voluntad hará que te levantes y vuelvas a caminar y a correr como siempre lo has hecho, no permitirás que tu mente te haga tomar una decisión equivocada, creyendo que porque has caído no podrás levantarte, además, yo te ayudaré a hacerlo, porque yo precisaré de tu ayuda, cuando caiga y necesite levantarme igualmente.

- Pero padre, ¿Cómo podría yo ayudarte a levantar si soy tan pequeño?

- Hijo no se necesita fuerza física para dar esa clase de ayuda, solo se requiere un gran amor, esa es la clase de ayuda que necesitamos, sentirnos apoyados por nuestros seres más queridos, y yo te amo mucho y por esa razón te digo que te levantes, porque todavía tenemos muchos caminos que recorrer juntos.

Y nuestro pequeño caballito, se levantó, se sacudió el polvo, empezó a caminar junto a su amado padre y pronto empezaron a correr como era su costumbre.

CAERSE no es lo importante, lo importante es LEVANTARSE cuantas veces sea necesario.


Autor: Desconocido.


sábado, 19 de febrero de 2022

La Niña, el Sol y la Luna.

Dicen, cuentan, que hubo una vez en que la luna y el sol ocupaban el mismo cielo. Sí, como ahora. Pero en ese tiempo lo hacían a la vez, sol y luna, vivían juntos.

Por ello solo había días, pues el sol brillaba todo el tiempo, y las jornadas eran eternas. La luna pasaba desapercibida y sólo una vez cada 8 años, cuando se interponía entre el sol y la tierra, su sombra mandaba en la tierra oscureciendo el sol, y entonces las gentes descansaban.

Dicen, cuentan, que ocurrió que el sol se enamoró de una campesina que nació un año de fuertes lluvias e inundaciones. El sol, a partir del instante de su nacimiento, brillaba sólo para ella acompañándola en todo momento.

Dicen, cuentan, que esa niña creció y se hizo mujer, y jamás le faltó el sol. De forma que aunque lloviera, siempre había un claro por donde los rayos se colaban y la acariciaban, siempre…, menos una vez cada 8 años.

Dicen, cuentan, que su piel empezó a avejentarse de forma prematura, que sus ojos perdieron visión encandilados permanentemente y que su pelo se volvió frágil y quebradizo.

Dicen, cuentan, que una noche de sombras de luna, la mujer habló con ella y le contó su amor por el sol, que siempre la acompañaba y que nunca la dejaba sola, y que aunque comprendía que su vida se acabaría antes de tiempo por ese motivo, prefería vivir amada.

Dicen, cuentan, que la luna se lo dijo al sol

Y dicen, Cuentan, que desde ese día, el sol se esconde para dejar descansar a su amada.

Dicen, Cuentan, que la primera noche, al ver el efecto de la luna sola en el cielo, la campesina se enamoró de ella.

Y dicen que desde entonces la campesina solo vive las noches, para estar junto a su amada.

Y cuentan que el sol no hace más que dar vueltas a la tierra, buscándola.


Autor: Desconocido.


sábado, 12 de febrero de 2022

Leyenda Lago sagrado de Antankarana.

En el pais Antankarana, en el norte de Madagascar, se encuentra el lago Antañavo. Cuenta el pueblo Antankarana que hace mucho tiempo, donde hoy esta el lago existia un gran poblado que contaba con su rey, príncipes y princesas, con grandes manadas de vacas y campos de yuca, patatas y arroz.

En este pueblo, mezclados entre la población, vivían un hombre y una mujer a quienes sus vecinos no conocían. Se habían casado y tenían un niño de unos seis meses de edad.

Una noche, el niño empezó a llorar, sin que la madre supiera que hacer para calmarlo, a pesar de las caricias de la madre, de mecerle en sus brazos, de intentar darle de mamar, el niño no cesaba de llorar y gritar.

Entonces, la madre cogió al bebe en brazos y fue a pasear con el a las afueras del pueblo, sentándose bajo el gran Tamarindo donde las mujeres solían juntarse por la mañana y por la tarde para moler arroz, por lo que le llamaban Ambodilôna, la madre pensaba que la brisa y el frescor de la noche calmarían al niño, en cuanto ella se sentó, el niño se callo y se quedo dormido, entonces suavemente volvió para casa, pero nada mas cruzar la puerta, el niño se despertó y comenzó de nuevo a llorar y gritar.

La madre salió de nuevo y volvió a sentarse en un mortero de arroz, como encantamiento, el niño dejo de llorar y volvió a dormirse, la madre que quería volver junto a su marido, se levanto y se dirigió hacia la casa. Nuevamente en cuanto la mujer cruzo el umbral de la puerta el niño se despertó y comenzó a llorar violentamente. Por tres veces hizo la madre lo mismo, y tres veces el niño se dormía en cuanto ella se sentaba en el mortero de arroz, y se despertaba cuando ella intentaba entrar en casa, la cuarta vez, decidió pasarse la noche bajo el Tamarindo.

Apenas había tomado esta decisión, cuando de repente todo el pueblo se hundió en la tierra desapareciendo con un gran estruendo. Donde hasta entonces había estado el pueblo, no quedaba sino un enorme agujero, que de pronto comenzó a llenarse de agua hasta que esta llego al pie del Tamarindo donde la mujer asustada sostenía a su hijo apretándole entre sus brazos.

En cuanto se hizo de día, la mujer fue corriendo hasta el pueblo mas cercano y contarles lo que había sucedido ante sus ojos y como habían desaparecido todos los vecinos.

Desde entonces, el lago adquirió un carácter sagrado, en el viven muchos cocodrilos en quienes los Antankarana y los Sakalava creen que se refugiaron las almas de los antiguos habitantes de la aldea desaparecida bajo las aguas, por esta razón, no solo no se les mata, sino que se les da comida en ciertas fechas.

Tanto el lago Antañavo, los cocodrilos que en el habitan, como el gran Tamarindo Ambodilôna son venerados y se acude a ellos para pedir ayuda.

Así, cuando una pareja no puede tener hijos, acude al lago he invoca a las almas de los habitantes desaparecidos pidiéndoles que se le conceda una numerosa descendencia, prometiendo a cambio, volver para ofrecerles el sacrificio de animales para su alimento. Cuando la petición tiene exito, la pareja regresa al lago para cumplir lo prometido, los animales sacrificados se matan muy cerca del agua,   parte se echa en el agua y parte de su carne se reparte por las cercanías del lago, para provocar que los cocodrilos se alejen todo lo posible del agua, porque piensan que cuanto mas se alejen, mayor sera la ayuda que proporcionaran.

Cuando un Antakarana cae enfermo, se le lleva muy cerca del lago, se le lava con sus aguas y dicen que se cura.


Autor: Desconocido.  



sábado, 5 de febrero de 2022

El Atardecer de la Vida.

El sol se despedía del Imperio Tré. El vasallo caminaba junto a la anciana del molino amarillo. Iban conversando sobre la vida.

- ¿Qué cosa es lo que más te gusta de la vida, anciana?

La viejecilla del molino amarillo se entretenía en lanzar los ojos hacia el ocaso.

-Los atardeceres - respondió.

El vasallo preguntó, confundido:

-¿No te gustan más los amaneceres? Mira que no he visto cosa más hermosa que el nacimiento del sol allá, detrás de las verdes colinas de Tré.

Y reafirmándose, exclamó:

-¿Sabes? Yo prefiero los amaneceres.

La anciana dejó sobre el piso la canastilla de espigas que sus arrugadas manos llevaban. Dirigiéndose hacia el vasallo, con tono de voz dulce y conciliador, dijo:

-Los amaneceres son bellos, sí. Pero las puestas de sol me dicen más.

Son momentos en los que me gusta reflexionar y pensar mucho. Son momentos que me dicen cosas de mí misma.

-¿Cosas? ¿De ti misma...? - inquirió el vasallo. No sabía a qué se refería la viejecilla con aquella frase.

Antes de cerrar la puerta del molino amarillo, la anciana añadió:

-Claro. La vida es como un amanecer para los jóvenes como tú. Para los ancianos, como yo, es un bello atardecer. Lo que al inicio es precioso, al final llega a ser plenamente hermoso. Por eso prefiero los atardeceres....

-¡mira! La anciana apuntó con su mano hacia el horizonte. El sol se ocultó y un cálido color rosado se extendió por todo el cielo del Imperio Tré.

El vasallo guardó silencio. Quedó absorto ante tanta belleza.

La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado "historia", coloreé con hermosos colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado.


Autor: desconocido.