sábado, 29 de abril de 2017

La Rosa mas bella del Mundo ( Leyenda )


Había una reina muy poderosa, en cuyo jardín lucían las flores mas hermosas de cada estación del año. Ella prefería las rosas por encima de todas, por eso las tenia de todas las variedades, desde el escaramujo de hojas verdes y olor a manzana hasta la mas magnifica rosa de Provenza. Crecían pegadas al muro del palacio, se enroscaban en las columnas y los marcos de las ventanas penetrando en las galerías, se extendían por los techos de los salones, con gran variedad de colores, formas y perfumes.

Pero en el palacio moraban la tristeza y la aflicción, la Reina yacía enferma en su lecho y los médicos decían que iba a morir.

- Hay un medio de salvarla, sin embargo - afirmo el mas sabio de ellos -, traiganle la rosa mas esplendida del mundo, la que sea expresión del amor mas puro y mas sublime. Si puede verla antes de que sus ojos se cierren, no morirá.

Y ya tienen a viejos y jóvenes acudiendo de cerca y de lejos, con rosas, las mas bellas que crecían en todos los jardines, pero ninguna era la requerida. La flor milagrosa tenia que proceder del jardín del amor, pero incluso en el, ¿que rosa era expresión del amor mas puro y sublime?.

Los poetas cantaron las rosas mas hermosas del mundo, y cada unos celebraba la suya, el mensaje corrió por todo el país, a cada corazón en que el amor palpitaba, corrió el mensaje y llego a gentes de todas las edades y clases sociales.

- Nadie ha mencionado aun la flor - afirmaba el sabio -, nadie ha designado el lugar donde florece en toda su magnitud. No son las rosas de la tumba de Romeo y Julieta o de la Walburg, a pesar de que su aroma se exhalara siempre en leyendas y canciones, ni son las rosas que brotaron de las

lanzas ensangrentadas de Winkelried, de la sangre sagrada que mana del pecho del héroe que muere por la patria, aunque no hay muerte mas dulce ni rosa mas roja que aquella sangre. Ni es tampoco aquella flor maravillosa para cuidar la cual el hombre sacrifica su vida velando de día y de noche en la sencilla habitación, la rosa mágica de la Ciencia.

- Yo se donde florece - dijo una madre feliz, que se presento con su hijito a la cabecera de la Reina -, se donde se encuentra la rosa mas preciosa del mundo, la que es expresión del amor mas puro y sublime, florece en las rojas mejillas de mi dulce hijito cuando restaurado por el sueño, abre los ojos y me sonríe con todo su amor.

Bella es esa rosa - contesto el sabio -, pero hay otra mas bella todavía.

-¡ Si, otra mucho mas bella! - dijo una de las mujeres -, la he visto, no existe ninguna que sea mas noble y mas santa. Pero era pálida como los pétalos de la rosa de te, en las mejillas de la Reina la vi, la Reina se había quitado la real corona, y en las largas y dolorosas noches sostenía a su hijo enfermo, llorando, besándolo y rogando a Dios por el, como solo una madre ruega a la hora de la angustia.

- Santa y maravillosa es la rosa blanca de la tristeza en su poder, pero tampoco es la requerida.

- No, la rosa mas incomparable la vi ante el altar del Señor - afirmo el anciano y piadoso obispo -, la vi brillar como si reflejara el rostro de un ángel, las doncellas se acercaban a la sagrada mesa, renovaban el pacto de alianza de su bautismo, y en sus rostros lozanos se encendían unas rosas y palidecían otras, había entre ellas una muchachita que henchida de amor y pureza, elevaba su alma a Dios, era la expresión del amor mas puro y mas sublime.

-¡ Bendita sea !, - exclamo el sabio -, mas ninguno ha nombrado aun la rosa mas bella del mundo.

En esto entro en la habitación un niño, el hijito de la Reina, había lagrimas en sus ojos y en sus mejillas, traía un gran libro abierto, encuadernado en terciopelo con grandes broches de plata.

-¡ Madre ! - dijo el niño -, ¡ Oye lo que acabo de leer !, y sentándose junto a la cama se puso a leer acerca de Aquel que se había sacrificado en la cruz para salvar a los hombres y a las generaciones que no habían nacido.

- ¡Amor mas sublime no existe !

Se encendió un brillo rosado en las mejillas de la Reina, sus ojos se agrandaron y resplandecieron, pues vio que de las hojas de aquel libro salia la rosa mas esplendida del mundo, la imagen de la rosa que de la sangre de Cristo broto del árbol de la Cruz.

-¡ Ya la veo ! -exclamo-, jamas morirá quien contemple esta rosa, la mas bella del mundo.


Autor: Hans Christian Andersen.




sábado, 22 de abril de 2017

El Cerezo ( Leyenda )


Buda se encontraba en su palacio azul, más allá de las nubes. Sintió el deseo de descender sobre la tierra para ver a los hombres de cerca y leer en su alma, Se deslizo sobre el reluciente hilo de un rayo de sol y llego a una casita que se levantaba en medio del campo. Buda no tenia cuerpo, era solo una sombra luminosa. Por eso Chi-Pan, el dueño de la casita, que meditaba sentado al pie de un árbol, no lo vio.
Chi-Pan era un hombre codicioso, cruel, sin conciencia. Y en aquel momento pensaba: "Conviene realmente que Pao-Chiú, mi primo, muera. No tiene mujer, ni hijos, ni hermanos. Yo soy su pariente más próximo, su campo pasara a  ser mío, es vecino al mío y podre llenar la zanja divisoria con poco trabajo".

Buda leía como en un libro abierto en el alma del malvado y sentía un gran disgusto, una profunda tristeza. La sombra luminosa que era su cuerpo se iba cambiando con tonos oscuros. "Hoy mismo, pensaba Chi-Pan, mi primo debe morir, sí, tengo una idea buena. Quiero ponerla en práctica en seguida. Es esta: Pao-Chiú va al mercado a vender verdura, es un bobo, caerá fácilmente en la trampa”.
Llamo al pariente:
-Pao-Chiú, un poco sorprendido, avanzo hacia él. Era un hombre de rostro franco y apacible. Buda puso en su alma pensamientos honrados, leales y generosos.

-¿Me necesitas? –pregunto amablemente Pao-Chiú.
Chin-Pan le rogó que se sentara a su lado.
-Realmente no me explico como tú y yo siendo vecinos, no encontramos nunca tiempo para conversar amigablemente. A Pao-Chiú las palabras del pariente le parecieron muy simpáticas.
-Creía que tú me tenías por tonto y aburrido. Nunca me hubiese atrevido a visitarte.
-Al contrario, te aprecio muchísimo. Y quiero que vivas eternamente, como viviré yo.


-¿Vivir eternamente? No es posible.
-Hablas como un pobre ignorante. ¿No sabes que en el mundo existen ciertos cerezos cuya fruta, que debe comerse en el mismo árbol, hace inmortales a los hombres? Yo poseo uno de esos árboles milagrosos. Tiene mil años, dos mil años, que se yo.  Míralo allá abajo, el más alto. Tú treparas hasta la cima, cogerás y comerás muchas cerezas y la virtud de la vida eterna entrara en ti, resplandecerá en tu sangre.
Chi-Pan se levanto y empujo al primo hacia el cerezo.
-Sube, Buda te asiste, está contigo.

-Alabado sea Buda, exclamo muy emocionado Pao-Chiú.
Luego comenzó a encaramarse al árbol, ya no era joven, pero en aquel momento sentíase milagrosamente ágil, llego sin esfuerzo a las ramas más altas.
-Come cerezas –invitaba el primo, mirándolo cínicamente-, muchas cerezas.
Pao-Chiú arrancaba de las ramas las relucientes cerezas, se metía en la boca las encarnadas bolitas, dulces como el azúcar.

-¿Ves? –le grito Chi-Pan desde abajo, ahora has conquistado la inmortalidad, ya nadie te puede hacer ningún daño, déjate caer, lánzate tranquilamente al vacío.
El buen hombre no sospechaba el engaño, abrió los brazos y se lanzo al espacio. Pero Buda, que había leído en su alma inocente y honrada lo amparo con sus manos invisibles, lo dejo sano y contento en el suelo.
-¡Soy feliz, primo mío! – exclamo
Chi-Pan, que había esperado verlo muerto a sus pies, sufrió una fuerte decepción, luego pensó que tal vez el cerezo era efectivamente el árbol de la inmortalidad. Se encamino a su vez, comió muchas cerezas y luego se lanzo también el al vacío. Pero Buda esa vez queriendo castigar su perfidia, no lo amparo, cayo como bólido y se rompió la cabeza contra la piedra del pozo.
Pao-Chiú heredo el campo y la casa de su primo Chi-Pan. Vivió luego años trabajando y socorriendo a los mas necesitados.



Autor desconocido.



sábado, 15 de abril de 2017

Leyenda de la primavera


Hubo una época muy lejana en que la tierra solo conocía una estación, el invierno. El frío era intenso, la nieve cubría llanos y montañas y las plantas no tenían colores, eran rugosas y opacas.
Cierta vez los hombres partieron en busca de alimentos, que tanto escaseaban, y las mujeres se quedaron cuidando el fuego.
El cielo estaba oscuro, presagiaba tormenta.Y así fue. Un trueno y luego, el viento y la nieve.

Los días pasaban y los hombres no regresaban. Los niños lloraban por sus padres y los abuelos por sus hijos. Las mujeres trataban de mantener la calma para no generar más malestar.Una madrugada, cuando casi todos habían perdido las esperanzas, aparecieron en el horizonte los hombres.
Extenuados, muertos de frío, ni podían contar las penurias que habían pasado en las cumbres. Pero había algo...algo que no podía dejar de contarse. No traían con ellos a Sumac, un adolescente valiente y noble, que se había perdido en las nieves.

La madre de Sumac, desesperada, corrió a la montaña mientras sus pies se enterraban en la nieve. Se escuchaba su voz llamando a su hijo, "¡Sumac, hijo! ¡Sumac!" Y así se perdió de la vista de todos.
Avanzó y avanzó hasta quedar rendida. Fue cuando entonces oyó la voz de Sumac. La desesperación agudizó su ingenio y pudo rescatar al muchacho casi helado. ¿Adonde lo llevaría?. El viento le habló, diciéndole, "Sube con tu hijo a la montaña más alta y toca el cielo".

La madre, con Sumac en brazos, ascendió de una montaña a otra, y en otra y en otra más, pero el cielo estaba siempre tan alto... El viento insistía: "Sube con tu hijo a la montaña más alta y toca el cielo". De pronto, un remolino la envolvió dejándola en la cumbre de un cerro altísimo. La mujer, cayendo de agotamiento, tocó las nubes que se abrieron como una gran cortina. Un trozo de cielo del más puro celeste se fue agrandando.

De él brotaron los rayos de un sol radiante, y deslizándose por ellos salieron pájaros que poblaron la tierra de trinos y aleteos, mariposas multicolores llegaron hasta las plantas en busca de flores que acababan de nacer...El viento se transformó en suave y tibia brisa, se deshizo la nieve y el agua cristalina corrió en cascadas juguetonas.

Sumac volvía a la vida mientras su madre alzaba los brazos al cielo agradeciendo a Inti, el Dios de sus antepasados, el milagro de la primavera que nacía. Cuentan que desde entonces después del invierno llega la primavera como madre amorosa, para poner su nota de calor, belleza y colores en los campos helados de la tierra.



Autor: Desconocido.



sábado, 8 de abril de 2017

La flor de Edelweiss. ( Leyenda )


Hola amigos, hoy quiero dedicar esta leyenda a una gran mujer que esta pasando por unos momentos delicadillos, para ti Angelines "Trimbolera" https://elbosquedetrimbolera.blogspot.com.es/, con todo mi cariño y fuerza, mujer valiente :)

Allí, donde cada rincón es acariciado por un tenue manto helado, donde la nieve cubre las cumbres de las altas montañas, y el frío recorre los valles congelando los lagos, allí, en un lugar perdido entre el paisaje de los enigmáticos Alpes, es donde cuentan que aquella historia ocurrió. Una historia que a pesar del tiempo trascurrido, con cada nevada su recuerdo vuelve a las memorias de los habitantes de esos valles.

Cuentan que el joven y apuesto, estaba enamorado de una mujer, que decían de una belleza casi comparable a la pureza de la blanquisima nieve que cubría el pueblo cada invierno, de tez pálida, ojos grisáceos, cabellos rubio casi blanco y rasgos finos y suaves, convirtiéndola en una albina extremadamente hermosa, Edelweiss se llamaba.

Se encontraba Edelweiss recogiendo agua de la fuente cuando el se acerco, tímidamente le cogió de las manos, llevaba días escogiendo las palabras adecuadas para confesarle lo que sentía, pero ahora bajo la hechizante mirada de esos ojos como la niebla, casi olvida por completo lo que le quería decir, titubeando y de la manera mas sencilla y sincera logro decir:

- No podía demorar por mas tiempo amada mía, el momento de confesarte todo aquello que por ti siento. Sufro cada noche y cada día de dolor por dentro, al reconstruir tu bello rostro no solo cuando sueño, sino también cada instante que cierro los ojos, pues es tan grande lo que siento por ti, que ni una tempestad que amenazase con arrasar el pueblo, no podría ni con toda su furia llevarse un solo ápice de mi amor, ni siquiera toda la nieve de las montañas que nos rodean, serian capaces  de apagar el fuego que hace latir cada uno de mis órganos al verte gentil Edelweiss, os amo con todo mi ser.

Sorprendida pero halagada, recorrió su rostro mirándolo silenciosamente dejando una de sus manos entre las de el, sonrió tiernamente, y con un gesto en un tono totalmente diferente, le dijo:

-¡ Oh amado mio !¡ Abrumada me hallo ante tanta galantería ! Recibo tus palabras con el dulce mensaje con el que las proclamas. No obstante, ¿ no os parece que toda declaración debe estar acompañada de hazañas ?

- Hermosa Edelweiss, aquí donde me veis os pregunto, ¿que es lo que queréis?. Porque os aseguro que conseguiré todo aquello de lo que carezcáis si así consigo demostraros lo que siento y conseguir aunque sea una mínima parte de vuestro desvelo.

Sus finos labios sonrieron dejando ver una dentadura perlina y una melodiosa carcajada rompió la seriedad del momento. Después dijo:

-¡ Enamorado mio ! Os tomo la palabra y os digo, que si no es verdad que por mi amor lo que fuera haríais  este es el momento de que huyáis, porque el reto que os vengo a proponer no esta al alcance de miedosos y cobardes.

La miro sin mediar palabra, dando a entender que quería escuchar atentamente su propuesta, ante la seguridad de el, ella prosiguió:

- Cuenta la leyenda, que una noche, una de las estrellas de las que relucen en el cielo le lloro a la luna y le declaro que sentía envidia de todo aquello que vivía en la tierra, que deseaba abandonar el firmamento para convertirse en una flor. La luna sintiéndose despechada, decidió vengarse enviándola al pico mas alejado de la tierra que en ese momento diviso, eligiendo el Dufourspitze, la enorme montaña que custodia nuestro pueblo. Allí, la estrella bañada por la nieve se transformo en una hermosisima flor de pétalos blancos, que siempre estaría sola en lo alto de la montaña. Es la llamada Flor de las Nieves.

Hizo una pausa y rompiendo el tono solemne con el que había narrado la historia le dijo:

- Si es verdad que por mi murieras, allá a buscar esa flor fueras... Y ya te aviso, que sino la consiguieras, tampoco mi amor obtuvieras.

El rostro del joven palideció un momento, después volvió a recobrar el color, cuando sus mejillas se encendieron mientras oprimía los puños y apretaba los dientes, sus ojos llamearon cuando juro:

-¡ Por tu amor Edelweiss, yo te traeré esa flor !. Y se marcho con un firme caminar.

Dicen que pasaron muchos días y que el joven nunca regreso. También dicen que aunque ella reía todas las mañanas cuando la luz le daba en el rostro, por las noches, cuando nadie la veía, sollozaba y rogaba que el volviera junto a ella.

Acabo perdiendo el juicio, sin salir de casa y llorando amargamente todas las noches mientras contemplaba el Dufourspitze. Su pena culmino una de aquellas frías y largas noches, en la que según cuentan los descendientes de los vecinos de aquel lugar, a las tinieblas salio totalmente desnuda a buscarle, gritando su nombre hasta desgarrarse la voz.

Desde entonces en su honor, la flor de las nieves es llamada Edelweiss, y es símbolo del amor verdadero y eterno, como el de los dos jóvenes que murieron arropados por la nieve.


Autor: Desconocido.




sábado, 1 de abril de 2017

Irena Sendler ( La madre de los niños del Holocausto )


Hola amigos, hace mucho tiempo publique la labor que hizo esta gran mujer en su vida, la vuelvo a publicar de nuevo, por si alguno de vosotros no lo vio en mi anterior blog y así saber la gran humanidad que tenia Irena Sendler, y que hoy en día poco se ve en la gente y mas aun en los que pueden y no lo hacen.

Irena Sendler nació con el nombre de Irena Krzyzanowska, un 15 de febrero de 1910, en Otwock una ciudad a unos 15 kilómetros al sudeste de Varsovia, en el antiguo Imperio Ruso. Su padre, Stanisław Krzyżanowski, era un médico reconocido y uno de los primeros socialistas polacos. Desde su infancia, Irena sintió simpatía por los judíos. Su padre falleció en 1917 a causa del tifus enfermedad contraída al tratar a varios pacientes judíos rechazados por sus colegas. “Aunque no sepas nadar, si ves a alguien que se ahoga, lánzate a salvarlo”, le dijo poco antes de morir. Así, aprendió que lo más importante es el amor y la compasión por el ser humano, sin distinciones. En sus propias palabras, «la razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad.»Tras la muerte de su padre, los líderes de la comunidad judía ofrecieron pagar los estudios de Irena.

Desde joven en una Polonia amenazada por la política de pre-guerra, ya Irena mostraba su carácter beligerante al oponerse al sistema de discriminación adoptado por algunas universidades, como resultado fue suspendida en la Universidad de Varsovia durante tres años.

Irena Sendler se convirtió en una notable heroína que desafió a los nazis y salvó a 2.500 niños judíos, sacándolos de contrabando fuera del gueto de Varsovia. Gracias a su trabajo como trabajadora social y profesional de la salud, colocó a niños en escondites seguros entre 1942 y 1943, encontrando a familias no judías para adoptarlos.

Cuando Alemania invadió  Polonia en 1939, Irena era enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia, que llevaba los comedores comunitarios de la ciudad. Allí trabajó incansablemente para aliviar el sufrimiento de miles de personas tanto judías como católicas. Gracias a ella, estos comedores no sólo proporcionaban comida para huérfanos, ancianos y pobres sino que además entregaban ropa, medicinas y dinero.

En 1942 los nazis crearon un gueto en Varsovia e Irene, horrorizada por las condiciones en que se vivía allí, se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos, Zegota. Ella misma cuenta: “Conseguí, para mí y mi compañera Irena Schultz, identificaciones de la oficina sanitaria, una de cuyas tareas era la lucha contra las enfermedades contagiosas. Más tarde tuve éxito en conseguir pases para otras colaboradoras. Como los alemanes invasores tenían miedo de que se desatara una epidemia de tifus, toleraban que los polacos controláramos el recinto.”

Cuando Irena caminaba por las calles del gueto, llevaba un brazalete con la Estrella de David, como signo de solidaridad y para no llamar la atención sobre sí misma. Pronto se puso en contacto con familias a las que les ofreció llevar a sus hijos fuera del gueto. Pero no les podía dar garantías de éxito. Era un momento horroroso, debía convencer a los padres de que le entregaran a sus hijos y ellos le preguntaban: “¿Puedes prometerme que mi niño vivirá?”. ¿Qué se podía prometer cuándo ni siquiera se sabía si lograrían salir del gueto? Lo único cierto era que los niños morirían si permanecían en él. Las madres y las abuelas eran muy reticentes a entregar a sus niños, algo absolutamente comprensible pero que resultó fatal para todos. Algunas veces, cuando Irena o sus chicas volvían a visitar a las familias para intentar hacerles cambiar de opinión, se encontraban con que todos habían sido llevados al tren que los conduciría a los campos de la muerte.

A lo largo de un año y medio, hasta la evacuación del gueto en el verano del 42, consiguió rescatar a más de 2.500 niños por distintos caminos, ella y sus colaboradoras (casi todas eran mujeres) sacaban a los niños, a veces de meses, escondidos en sacos, en cajas, bajo la camilla de las ambulancias, hasta en ataúdes. Los mayores salían por las alcantarillas, por agujeros en los muros o aprovechando una iglesia que quedaba mitad en el gueto y mitad en la “zona aria”. Les enseñaba unas plegarias católicas, y entraban por una puerta como niños judíos, y salían por la principal como chavales católicos.

Irena vivía los tiempos de la guerra pensando en los tiempos de la paz. Por eso no le alcanzaba con mantener con vida a esos pequeños. Quería que un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias personales, sus familias. Entonces ideó un archivo en el que registraba los nombres de los niños y sus nuevas identidades.

Los nazis supieron de sus actividades. El 20 de octubre de 1943, Irena Sendler fue detenida por la Gestapo y llevada a la infame prisión de Pawiak donde fue brutalmente torturada. En un colchón de paja encontró una estampita ajada de Jesús Misericordioso con la leyenda: “Jesús, en vos confío”, la conservó consigo hasta el año 1979, momento en que se la obsequió a Juan Pablo II.

Aunque era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos, soportó la tortura y se negó a traicionar a sus colaboradores o a cualquiera de los niños ocultos. Le quebraron los pies y las piernas. Pero nadie pudo quebrar su voluntad. Fue sentenciada a muerte. Mientras esperaba la ejecución, un soldado alemán se la llevó para un “interrogatorio adicional”. Al salir, le gritó en polaco “¡Corra!” Al día siguiente halló su nombre en la lista de los polacos ejecutados. Los miembros de Zegota habían logrado detener la ejecución sobornando a los alemanes. Irena continuó trabajando con una identidad falsa.

En 1944, durante el Levantamiento de Varsovia, colocó sus listas en dos frascos de vidrio y los enterró en el jardín de su vecina para asegurarse que de llegarían a las manos indicadas si ella moría. Al finalizar la guerra, Irena misma los desenterró y le entregó las notas al Doctor Adolfo Berman, el primer presidente del Comité de salvamento de los judíos sobrevivientes. Lamentablemente la mayor parte de las familias de los niños había muerto en los campos de concentración nazis. En un principio los chicos que no tenían una familia adoptiva fueron cuidados en diferentes orfanatos y poco a poco se los envió a Palestina.

Los niños conocían a Irena sólo por su nombre clave “Jolanta”. Pero años más tarde cuando su foto salió en un periódico tras ser premiada por sus acciones humanitarias durante la guerra, un hombre, un pintor, la llamó por teléfono y le dijo: “Recuerdo su cara. Usted es quien me sacó del gueto.” Y así comenzó a recibir muchas llamadas y reconocimientos.

En 1965 la organización Yad Vashem en Jerusalén le otorgó el título de Justa entre las Naciones y se la nombró ciudadana honoraria de Israel. El comunismo silenció su labor porque, además de antinazi, también era anticomunista. Pero en noviembre de 2003 el Presidente de la República, Aleksander Kwasniewski, le otorgó la más alta distinción civil de Polonia: la Órden del Águila Blanca.

Murió el  12 de mayo de 2008 en Varsovia (Polonia), a los 98 años de edad, después de haber sido propuesta para el Premio Nobel de la Paz, galardón que finalmente obtuvo Al Gore. Se rodó una película sobre su vida “Los niños de Irena Sendler”, también titulada como “El corazón valiente de Irena Sendler”.  El guión está basado en el libro de Anna Mieszkovskoy “Madre de los niños del Holocausto – la historia de Irena Sendler” .

Siempre renunció a verse como una heroína, y se sentía mal por ser la última superviviente de los pocos católicos polacos que ayudaron a los judíos en la invasión nazi: “Merecían los homenajes tanto o más que yo”.