sábado, 28 de diciembre de 2024

Las Arañas de Navidad.

Hace mucho tiempo, en un pueblecito de las montañas Harts, en Alemania, empezaban a prepararse para la Navidad y como era costumbre, todas las señoras se dispusieron, escoba en mano, a limpiar dejando todo reluciente para cuando llegaran las fiestas.

Hubo una vez hace mucho, mucho, tiempo, un hogar alemán, en el que la madre se encargaba de limpiar la casa para celebrar el día más maravilloso del año.

Era el día en el que nacía Jesús, el día de la Navidad. Ella limpiaba y limpiaba, para que no pudiera ser encontrada ni una sola mota de polvo. Incluso limpió esos rincones en donde, en muchas ocasiones, al hacer mucho tiempo que no se limpia, suelen aparecer minúsculas telas de araña.

En la casa, una araña había establecido su nido en las vigas del comedor y cual no sería su miedo al ver como la escoba se acercaba peligrosamente a sus pequeñas hijas. Así que las llamó a todas y se escondieron un poco más arriba, justo en un pequeño hueco entre los ladrillos, que casi no se veía.  Y allí quedaron escondidas dos o tres días, hasta que una noche vieron algo asombroso.

Del mismo suelo del comedor, había brotado un árbol centelleante de luces y lleno, desde la raíz a las puntas de toda clase de cosas brillantes y deliciosas.


Las pequeñas apenas podían contener su impaciencia, pero la madre araña no las dejó salir del nido hasta que toda la casa estuvo en silencio.

Entonces las arañitas se deslizaron por sus hilos y bajaron hasta el árbol para ver de cerca todas aquellas maravillas. Pasearon arriba y abajo mirándolo todo, tocando los adornos con sus patas y dando tantas vueltas que, al final, todo el árbol quedó envuelto en una gran masa de telarañas y había perdido todo su esplendor.

Cuando Santa Claus bajó por la chimenea aquella noche y se acercó al árbol, se dio cuenta que estaba lleno de arañas. Se rió mucho viendo lo felices que eran las arañas, pero también sabía que los niños se`pondrían tristes cuando vieran su árbol tan sucio y gris.

Santa Claus sintió lástima de las pequeñas arañas, porque también son criaturas de Dios, sin embargo pensó que la dueña de la casa no pensaría lo mismo que él.

Así que les preguntó si querían quedarse en el árbol para siempre. Algunas dijeron que si y otras decidieron volver a su nido. Santa Claus sopló sobre el árbol y, las que quisieron quedarse, se convirtieron en arañitas doradas y sus hilos en bonitas y brillantes guirnaldas que colgaba de las ramas del árbol, haciendo que este fuera aún más bonito.

Desde entonces, en Alemania, todos los años, los abuelos les cuentan a sus nietos la leyenda de las Arañas de la Navidad, y colocan con ellos las guirnaldas brillantes y de colores en el árbol. Cuenta la tradición que siempre hay que incluir una araña en medio de cada decoración.

Y esta es la razón por la que muchas personas ponen arañas y cintas doradas en los árboles de Navidad.



Autor: Desconocido.


sábado, 21 de diciembre de 2024

Deseos Cumplidos ( Navidad )

Hola amigos, hace unos años me atrevi y escribí este cuento que ya lo publique en el antiguo blog,  hoy lo publico de nuevo en este, espero os guste, gracias :)


Anny era una niña muy dulce tenía 11 años y pertenecía a una familia acaudalada, su padre era un hombre de negocios que aparentemente le ha ido muy bien, su madre una señora muy recta que no aguantaba a los niños, por eso Anny y sus hermanos, tenía una hermana Lucy de 8 años y un hermano Tony de 6 años, desde que nacieron estuvieron al cuidado de niñeras, no les faltaba nada material, pero solo conocían el cariño que les daban las niñeras y cuando se lo daban que no era siempre.

Una noche Anny se despertó sobresalta, se oía mucho ruido, salió fuera de su habitación y vio al personal de servicio correr y llorar, le pregunto a una de las doncellas que paso por su lado que pasaba, esta la miro llorando y no le dijo nada marchándose corriendo, Anny fue a buscar a sus padres y al llegar a la habitación de ellos fue cuando vio que estaban todos en la puerta, al entrar en la habitación vio a su madre toda seria de pie junto a la cama, entonces fue su madre cuando le dijo que su padre había muerto.

Después del entierro de su padre, al día siguiente se presentaron en la casa muchos acreedores ya que su padre les debía mucho dinero, se dieron cuenta entonces que estaban completamente arruinados y tenían que abandonar la casa, sin dinero y con lo justo de ropa salieron en busca de alguna casa para poder cobijarse, ya que los amigos les dieron la espalda, fueron a parar a uno de los barrios más humildes de la ciudad, encontraron una casa casi en ruinas pero no había otra cosa mejor, como pudieron se acomodaron en ella.

Pasaban los días y los pocos alimentos que se llevaron ya empezaban a terminarse, la madre de Anny cayó enferma del frío que hacía en la casa, sus hermanos estaban pasando hambre y Anny no sabía que hacer, salía todas las mañanas y recogía los trozos de carbón que se les caía a los carros cuando lo llevaban para venderlo, pasaba por los mercados y recogía lo que tiraban y se podía aprovechar, pero todo eso no hacía nada para quitar el hambre de todos y calentarles.

Anny se dormía todas las noches llorando pidiendo alguna ayuda, su madre cada vez estaba más enferma, se acercaba la Navidad y sus hermanos pequeños cada vez se les veía más tristes y con aspecto enfermizo, los vecinos que tenían aun siendo pobres cuando les podían ayudar en algo les ayudaban, compartían lo poco que tenían.

Un día al ir a salir de la casa se encontró con un caballero que estaba a punto de llamar a la puerta, ella se asusto mucho pensando que era un nuevo acreedor que había dado con ellos y venia a pedirles lo que no tenían, le pregunto al señor que quería y este le contesto preguntándole si era  Anny Lamfort.

Ella le dijo que sí, que que quería, entonces la cara del caballero se ilumino con una gran sonrisa, Anny le dijo que de que se reía ya que no tenia gracia ninguna, entonces este le dijo que era su tío Tony, hermano de su padre que había pasado muchos años en América donde había acumulado una gran fortuna con sus negocios, que al enterarse de la muerte de su hermano por medio de los abogados y saber la situación en que habían quedado decidió regresar y ayudarles, que su hermano pequeño llevaba el mismo nombre por el,

Anny no daba crédito a lo que estaba oyendo, por fin se cumpliría el sueño que tenia y era recibir esa ayuda que tanto necesitaban.

Al cabo de unos días todos residían en la casa que su tío había comprado, su madre iba mejorando y sus hermanos tendrían una bonita Navidad, pero para que Anny tuviese esa bonita Navidad le faltaba una cosa, con ayuda de su tío fue casa por casa de sus vecinos que les ayudaron sin tener nada, y les fueron dando toda clase de alimentos, juguetes para los niños, también regalos para los mayores, a partir de entonces entre la niña y su tío se encargaron de que a aquellas personas no les faltase nada y les dieron trabajo en las empresas que su tío había abierto en la ciudad.

Llego el día de Navidad y lo iban a celebrar todos juntos incluidos los antiguos vecinos, la madre de Anny ya recuperada se acerco a sus hijos y les dio por primera vez un beso, comprendió llorando que se había perdido mucho cariño de ellos por ser como era. Otro deseo cumplido pensó Anny con lagrimas en los ojos, entonces cogió a su madre de la mano y le dijo ven conmigo, fueron entonces donde estaban todos y así celebraron esa bonita Navidad.


Pili F.



sábado, 14 de diciembre de 2024

El artesano de las nubes.

Cielo era un pueblo de montaña en el que vivían mas de cuatro mil personas, eso sin contar a los turistas que se acercaban hasta allí para poder contemplar los espectaculares amaneceres y las increíbles puestas de Sol que desde aquel lugar privilegiado se podían apreciar. Era todo un lujo para la vista contemplar aquellos acontecimientos únicos y diarios en los que la madre naturaleza empleaba las distintas gamas de colores como nadie.

Oto era uno de los habitantes de Cielo. Después de pasarse mas de la mitad del día estudiando, ayudaba a su padre, siempre había algo que hacer, que si sembrar la tierra, que si cultivarla, que si poner comida a los animales, que si limpiar, que si ordeñar, que si....

Un día el padre de Oto lo vio tan cansado que le dio el día libre. Oto se alejo del pueblo, no paro de andar y de andar hasta que para su sorpresa se encontró casi en lo alto de la montaña mas cercana a la que el habitaba.

- Por lo poco que me queda, subiré hasta la cima, se dijo, y continuo andando y andando hasta que se sintió justo debajo de un grupo de nubes. Sin darse cuenta de lo que hacia, levanto sus brazos para seguidamente con sus manos empezar a dar forma a una nube que cuando se alejo de el, su semblanza con un caballo era admirable.

Satisfecho con el resultado sus manos después trabajan en un muñeco de nieve, mas tarde en un coche y luego...Se le paso el tiempo volando y a pesar de bajar la montaña corriendo, llego muy tarde a su casa. Al día siguiente, y para su sorpresa, todo el mundo hablaba de los preciosos dibujos de nubes que se pudieron ver en el cielo de Cielo el día anterior.

- Te lo has perdido -hubo quien le dijo-, te los has perdido y una cosa así solo ocurre una vez en la vida, Oto estaba desorientado, las nubes habían pasado sobre su pueblo tal como el las había "trabajado", pero nada dijo.

Habían pasado tres meses desde el día de las nubes cuando su padre le volvió a dar un día libre. Se preparo mejor que la vez anterior y sin pensárselo mucho se encamino a la montaña desde la que tres meses atrás moldeara nubes a su antojo.

Esta vez se esforzó mas que la anterior, las nubes que pasaban por sus manos se trasformaban en pájaro, en faro, en barco....Ese día a la hora de regresar a su casa aun corrió mas que la anterior pero volvió a llegar muy tarde a su casa. Al día siguiente, y sin que a el le sorprendiese esta vez, todos hablaban de las formas de las nubes que habían cruzado el cielo de su pueblo.

- Ja, ja, ja, eres gafe, te lo has vuelto a perder, ni imaginarte puedes las bonitas formas de las nubes que pasaron ayer sobre Cielo.-Oto no dijo nada, pero se sintió muy orgulloso de ello.

Cuando al cabo de cuatro meses su padre le volvió a dar el día libre, Oto ya tenia pensado que hacer, se marcho varias montañas mas allá para dar nuevas formas a las nubes, cuando termino, al haberse desplazado con coche llego antes de que las nubes hiciesen su aparición sobre Cielo, que bonitas se veían desde su pueblo, era un doble espectáculo, por un lado poder ver las nubes, y por otro, ver lo ilusionada que la gente miraba al cielo.

En ese momento Oto oyó que la chica mas deseada del pueblo, Clara, entre suspiros le decía a su mejor amiga: si alguien superase tanta belleza sin duda seria mi príncipe azul. Poco después la puesta de sol se sumo a la fiesta y fue la guinda que corono aquel día en la memoria de Oto.

Tres meses después de lo sucedido el padre de Oto le concedió otro día libre, el joven soñaba con ser el príncipe azul de Clara, y llevaba todo ese tiempo intentando pensar en como se podría superar la belleza de aquel día.

Volvió a alejarse varias montañas, para una vez en la cima poder dar forma a las nubes, pero no contaba que aquel día ellas estaban mas altas que la cima de esa montaña, se puso hasta de puntillas, pero sus dedos solo las podían rozar. Para desahogarse de su mala suerte empezó a componer un poema para Clara, pero lo suyo no era componer, ni cantar, ni recitar. Simplemente y después de fracasar con las composiciones, les abrió el corazón a las nubes y les contó de su amor por Clara.

Oto bajo la montaña muy despacio, estaba triste, pero se sentía liberado, al menos se había desahogado y sus sentimientos ya no le pesaban tanto como antes.La sorpresa se la llevo al día siguiente, todo el que se cruzaba con el lo miraba de diferente forma que de costumbre, sospechaba que se había perdido algo hasta que tropezó con alguien que le pregunto:

-¿ Como lo hiciste ?, dime ¿ Como lo hiciste ?

-¿ Como hice que ?

- Lo de las nubes.

-¿ Quien te lo ha dicho ?- Pregunto Oto sorprendido.

-¿ Que quien me lo ha dicho ? Ja, ja, ja, tu mismo.

-¿ Yo ?, Eso no es verdad, no le he dicho nada a nadie.

- Entonces dime, ¿Como es que lo sabe todo el pueblo?

- No lo se. - Oto se sentía muy confundido.

- Lo que no entiendo es como se te ocurrió hablarles a las nubes, y mucho menos como has conseguido que ellas transmitiesen tu sentir.

-¿ Que ?

- Por cierto, Clara te anda buscando, y no me extraña después de esa "lluvia" de bonitas frases que cayeron sobre Cielo.


Autor: SOL-O-LUNA


sábado, 7 de diciembre de 2024

Las lavanderas castigadas.

En una pequeña aldea de las montañas alemanas se celebraban con gran brillantez las fiestas de Pentecostés. Todos los vecinos engalanaban la noche de víspera sus balcones con colgaduras y guirnaldas de flores y al amanecer de aquel día aparecía la aldea radiante de luz, de animación y de colorido.

Habitaba en el pueblo un pobre anciano con dos hijas mozas, muy bellas, pero que vivían tan estrechamente que no tenían siquiera una tela con que adornar la sola ventana de su humilde choza. Las muchachas estaban apenadas de que fuera su casa la única del pueblo que no se sumase a la fiesta religiosa, y, entristecidas, se acostaron, pensando, en el despertar del día siguiente. Ya en la cama, las dos hermanas idearon que podían lavar aquella noche la única sábana que tenían y adornar con ella su ventana, cubriéndola de flores. Calladitas, se levantaron, para no hacer ruido, para que el padre no se enterara de que se iban.

Tenían que atravesar un espeso monte para llegar al río, y las dos hermanas iban muy cogidas del brazo, con gran miedo, sobresaltándolas todas las sombras que veían. La noche estaba envuelta en tinieblas, un viento huracanado movía los árboles, y hacía crujir las ramas, que se inclinaban amenazadoras ante las dos temblorosas muchachas.

Las jóvenes, con el miedo, se perdieron y tardaron en encontrar el río. Por fin vieron relucir el agua y se arrodillaron a la orilla para lavar con gran prisa entre las dos.

Una de ellas dijo:

-¿qué hora será? Porque desde las doce de la noche es fiesta y es pecado trabajar.

Su hermana la tranquilizó diciendo que faltaba mucho para la medianoche, y afanosas continuaron su tarea, para acabar pronto, antes de que su padre despertara y viera que habían salido.

Tan preocupadas estaban lavando que no se dieron cuenta de que en el lejano reloj de la iglesia daban las doce, ni que el cielo se encapotaba y amenazaba una tormenta. De repente, hinchándose la corriente del río con sordo ruido y revolviéndose el agua en torbellinos de espuma, se desbordó arrastrando a las infelices muchachas, que envueltas en la sábana fueron llevadas por el agua.

El día siguiente amaneció despejado y luminoso. La aldea hervía de animación y bullicio, con la nota alegre de sus floridos balcones.

El viejo despertó con la algazara y bullicio callejeros, las músicas y canciones populares que resonaban en la aldea. Buscó a sus hijas por la casa, y al no verlas, pensando que habían ido por flores y plantas para enramar la ventana, salió en su busca. Al llegar al bosque, preguntó a un arriero si había visto a dos jóvenes rubias y muy bellas. Pero el arriero a nadie había encontrado.

Siguió andando, y preguntó a unos labriegos si habían visto a dos jóvenes muy hermosas, pero ellos con nadie se habían cruzado en el camino. Más allá vio a un pobre viejo y, acercándose a él, le hizo la misma pregunta. El viejo respondió que las había visto la noche anterior, cuando, con un lío de ropa en la mano, se dirigían hacia el río. Sintió el padre un golpe en el corazón ante la noticia, pues habían pasado muchas horas.

Con ansiedad se dirigió al arroyo y encontró a un pastor con su rebaño, que pacía en las praderas de la orilla, y le preguntó si había visto por allí a sus hijas. El pastor le contó que había visto que el río desbordado arrastraba con su impetuosa corriente los cadáveres de dos muchachas rubias envueltas en un sudario blanco.

El anciano padre, loco de dolor, corrió gritando por la orilla del río, y preguntando por sus hijas a todos los que veía. Todos le contestaban: ¡más abajo!

Continuó corriendo siempre y llamándolas con tristes alaridos, que todavía se escuchan por las noches en las márgenes del río, sin que hasta el presente haya logrado el pobre anciano dar con el paradero de sus hijas.

Dice la gente del país que en los aniversarios del trágico suceso se oye desde la orilla del río el golpear de la ropa de unas invisibles lavanderas nocturnas. Muchos han pretendido sorprenderlas, y al ir acogerlas, el ruido se oye en la orilla opuesta.


Autor: Desconocido.