sábado, 25 de junio de 2016
Las Manos del Abuelo.
Nunca volveré a ver mis manos de la misma manera…
El abuelo, con noventa y tantos años, sentado débilmente en la banca del patio, no se movía, sólo estaba sentado cabizbajo mirando sus manos. Cuando me senté a su lado no se dio por enterado y entre más tiempo pasaba, me pregunté si estaba bien. Finalmente, no queriendo realmente estorbarle sino verificar que estuviese bien, le pregunté cómo se sentía.
Levantó su cabeza, me miró y sonrió. "Sí, estoy bien, gracias por preguntar", dijo en una fuerte y clara voz. "No quise molestarte, abuelo, pero estabas sentado aquí simplemente mirando tus manos y quise estar seguro de que estuvieses bien", le expliqué.
¿Te has mirado alguna vez tus manos?" preguntó. "Quiero decir, ¿realmente te has mirado tus manos?"
Solté mis manos de las de mi abuelo, las abrí y me quedé contemplándolas. Les di la vuelta, palmas hacia arriba y luego hacia abajo. No, creo que realmente nunca las había observado mientras intentaba averiguar qué quería decirme. El abuelo sonrió y me contó esta historia:
"Detente y piensa por un momento acerca de tus manos, cómo te han servido bien a través de los años. Estas manos, aunque arrugadas, secas y débiles han sido las herramientas que he usado toda mi vida para alcanzar, agarrar y abrazar la vida.
Ellas pusieron comida en mi boca y ropa en mi cuerpo. Cuando niño, mi madre me enseñó a juntarlas en oración. Ellas ataron los cordones de mis zapatos y me ayudaron a ponerme mis botas. Han estado sucias, raspadas y ásperas, hinchadas, cortadas, secas y dobladas. Se mostraron torpes cuando intenté sostener a mi hijo recién nacido. Adornadas con mi anillo de bodas, le mostraron al mundo que estaba casado y que amaba a alguien muy especial.
Ellas temblaron cuando enterré a mis padres y esposa y cuando caminé hacia el altar con mi hija en su boda. Han cubierto mi rostro, peinado mi cabello y lavado y limpiado el resto de mi cuerpo. Y hasta el día de hoy, cuando casi nada más en mí sigue trabajando bien, estas manos me ayudan a levantarme y a sentarme, y se siguen uniendo para orar.
Estas manos son la marca de dónde he estado y la rudeza de mi vida. Pero más importante aún, es que son ellas las que Dios tomará en las Suyas cuando me lleve a casa.
Desde entonces, nunca he podido ver mis manos de la misma manera…
Y aún recuerdo cuando Dios estiró las Suyas y tomó las de mi abuelo y se lo llevó a casa.
Cada vez que voy a usar mis manos pienso en mi abuelo… es cierto que nuestras manos son una bendición.
Hoy me pregunto… ¿qué estoy haciendo con mis manos? ¿Las estaré usando para abrazar y expresar cariño o las estaré esgrimiendo para expresar ira y rechazo hacia los demás?.
Anónimo.
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Consigues ponernos en situación con tu leyenda, en las que se reconoce lo mejor del ser humano.
ResponderEliminarUn abrazo!
Hola amiga, ya sabes que muchas veces pasamos por estos momentos de ver a nuestros mayores cabizbajos y como tristes, pero ya ves que su sabiduría no les deja que estas bellas ideas se pierdan. Ellos, nuestros mayores nunca permanecen dormidos, solamente piensan en otras ., y se refugian en esa vida llena de caminos difíciles que no podrán olvidar ni mejorando su tiempo.
ResponderEliminarQue relato mas bello nos dejas hoy. Un feliz finde. Un abrazo grandote.
Hola Piruja,no se si este precioso escrito lo he leído antes aquí o lo he leido en otro blog,pero aún así lo he vuelto a leer para que no se me olvide lo importante que es escuchar aquello que nuestros mayores nos intentan contar aun sabiendo que a veces no les prestamos la suficiente atención.
ResponderEliminarBesos y más besos!!
Un relato super tierno, Piruja, me he emocionado leyéndolo, creo que tampoco yo miraré mis manos igual que antes. Gracias preciosa por regalarnos estos momentos donde puedo pensar, soñar y pararme a contemplar lo que estoy haciendo, detenerme un momento y no seguir corriendo.
ResponderEliminarUn besazo mi amiga.
Las manos del abuelo son el mejor de los libros. Besetes.
ResponderEliminarUn relato muy dulce y emocionante.
ResponderEliminarSin duda, llega al corazón.
Un beso grande con mi cariño.
Muy feliz fin de semana.Y mi recuerdo.
¡ Que bonita ! estaba viendo a mi abuela. Besos.
ResponderEliminarSiempre me encantan tus relatos. Esa metáfora de las manos es exactamente lo que han hecho con ellas los ingleses, usarlas para introducir en una urna la ruina de Europa. Si hay Dios, como parece en el texto, espero que lo tenga en cuenta. Si en un espacio de tiempo razonable no les ocurre ninguna desgracia me tendré que replantear algunas cosas...
ResponderEliminarUn delicado beso, porque eres buena, no como yo.
Que bello texto y es que por las manos se puede decir que pasa la vida.
ResponderEliminarBesos
Si recapacitármos, pensando cuanto han acariciado, agarrado, en fin con todo lo que hemos hecho con ellas...........
ResponderEliminarmanolo
Las manos son un signo inequivoco de nuestro paso por la vida. Fueron suaves al principio y con el paso de los años en unos se casos se encallecieron y en otras se iran llenando de arrugas vestigios del paso de los años. Y anda que no habrán hecho cosas hasta entonces sin que muchas veces le demos importancia a lo que con ellas hacemos.
ResponderEliminarBueno esta historia creo que la he leido antes pero es muy guapa.
Besotesssssssssssssss para las dos, cuidaossss
Un relato conmovedor, que me ha hecho reflexionar sobre el poco valor que le damos a las manos, tan serviciales siempre.Besicos
ResponderEliminarPilar, hoy nos dejas un post que es todo un agradecimiento a la vida por lo que nos ha dado...Esas manos son un instrumento necesario, pero también lo son los pies, los ojos...y todo el cuerpo. Por tanto, debemos cuidar las manos y todo nuestro organismo, que nos permite vivir y realizar la misión que cada uno tenemos...Si cada día agradeciéramos la vida y todo lo que nos rodea, seríamos más felices y aprenderíamos a ser más positivos.
ResponderEliminarTe dejo mi felicitación por tus buenos posts.
Mi abrazo y mi cariño, amiga (gracias por tu cercanía, pronto publicaré)
M.Jesús
Hola mi niña
ResponderEliminarQue historia mas profunda y real. Las manos del abuelo.....unas manos que tienen muchas historias y que jamas pensamos en ellas. Yo miro las de mi padre y ahora me haran pensar mucho mas
Un abrazo para las dos
Una entrañable historia, donde he sentido nuevamente la mano de mi abuelo acariciando mi cara, ha sido hermoso porque ya hace años que nos dejo. Gracias por el recuerdo.
ResponderEliminarBesos amiga y feliz semana.
Una preciosa historia .
ResponderEliminarY es verdad,no nos damos realmente cuenta de cuanto necesitamos y de cuanto nos han ayudado y nos ayudan nuestras manos .
Me ha encantado y hasta me has emocionado...
Un abrazo.
¡Ay Piru!!!
ResponderEliminar¡Que cosa más bella de entrada!!! La verdad es qué, siempre nos entregas lo mejor.
Es una gran verdad, nuestras manos son muchas más que los remos del barco, debemos dar gracias mil veces los que tenemos el privilegio de tenerlas y usarlas para abrazar y hacer felices a los demás. Este relato es un regalo muy valioso como para reflexionar sobre ello.
Un abrazo, reina: y mil gracias por tu huella valiosa para mí.
Se muy muy feliz.
Y mira, casualmente hoy, en una sesión de acupuntura que me practicaban, me dio por verme y acariciarme mis propias manos...Bello tu escrito
ResponderEliminarLuz y Hermandad
Isaac
Me has echo llorar al leerte..Mi padre tiene 89 añitos y a veces le veo en el jardin con la cabeza agachada y mirándose las manos..
ResponderEliminarMe he perdido el preguntar que piensa,,me lo estoy perdiendo..pero estaré pendiente para preguntarle la proxima vez
Gracias por compartir esta hermosa historia
Besitos mi niña
Piruja, que bonitas historias, leyendas o como queramos llamarlas buscas. A veces pienso que son tuyas y tu modestia hace que no las firmes. Sea cual sea el modo y la manera de enseñarnos estas preciosas historias te felicito.
ResponderEliminarSigue deleitándonos con tus "cuentos".
Un beso
Preciosa historia, cuantas cosas pueden contar los abuelos y cuanto han trabajado y acariciado esas manos.
ResponderEliminarBesos Piruja.
Es una gran bendición, contar con nuestras manos y tenerlas sanas y funcionales, para usarlas para dar principalmente. Estaba haciendo el recuento de acciones, tu abuelo, al contemplarlas, sin duda.
ResponderEliminarUn abrazo muy grande.