sábado, 27 de septiembre de 2025

La laguna del Cajas ( Leyenda de Ecuador )

Cuenta la leyenda que, antes, muchísimos años antes, toda la zona era propiedad de un rico terrateniente que, justo en el centro de las tierras, tenía una casa muy suntuosa. Muchos eran los campesinos y criados que trabajaban para este terrateniente y su familia, y él los trataba de forma cruel y despótica.

Un día sucedió que una pareja de ancianos apareció en las inmediaciones de aquellas tierras. Ambos eran muy viejos y se encontraban haciendo un largo viaje. Por lo tanto, al ver la ostentosa propiedad, el anciano le dijo a su mujer:

—Hemos caminado mucho y estamos muy cansados, estamos muy viejos para hacer todo el camino sin descansar, vamos a pedir un poco de agua y un lugar donde descansar en aquella casa, y así les advertimos a sus habitantes.

Su mujer estuvo de acuerdo, de manera que se acercaron a la puerta y tocaron hasta que fueron atendidos. El terrateniente en persona fue quien les abrió la puerta. Los ancianos le pidieron agua y un lugar donde descansar, pero este se burló de ellos, diciéndole a su sirvienta:

—Deshazte de ellos, que me molestan y no los quiero ver en mi propiedad.

Y acto seguido desapareció por el interior de la casa, cerrando la puerta de la entrada con un gran estruendo, pues era una puerta grande y pesada. Una vez el terrateniente hubo desaparecido, la sirvienta volvió a abrir la puerta, disculpándose con los ancianos.

—Perdonen a mi señor, que tiene muy mal carácter…pero vengan, que yo les daré lo que piden.

Así los llevó a un cobertizo, lejos del terrateniente y su familia, donde les dio agua, también un poco de pan y un poco de carne para comer, y les hizo un sitio entre la paja para que descansaran.

—Esto es todo lo que puedo ofrecerles, espero que sea suficiente—dijo amablemente la anciana.

 —Has sido muy buena con nosotros—, le dijo el hombre a la anciana—por eso te daremos un regalo. Pero debes saber que el día de mañana en este lugar habrá una catástrofe. Así que no te quedes de brazos cruzados y avisa a todos los campesinos que puedas, recoged vuestras cosas y marcharos antes de que llegue la madrugada, si no, no viviréis para contarlo.

La anciana hizo caso y así avisó a los campesinos. De esta forma, la propiedad quedó vacía, solo permaneciendo ahí el terrateniente, su familia y los animales.

Más tarde, temprano en la mañana, cuando el gallo comenzó a cantar, el terrateniente y los suyos fueron despertados por los gritos desesperados de sus animales. Luego notaron el agua que entraba a borbotones por las ventanas. La familia pudo correr y escapar hasta una montaña cercana, solo para ver cómo su suntuosa casa era tragada por las aguas.

Quedó en el lugar una hermosa laguna cristalina y, en el fondo, la ostentosa casa de un terrateniente que, por malvado y despótico, perdió todo lo que más quería en el mundo: su hogar.



sábado, 20 de septiembre de 2025

Leyenda de la Catarata.

A orillas del Iguazú tenían sus poblados los indios caigangues que vivían felices en las fértiles tierras bañadas por el río en dónde habitaba el dios Mboi, hijo de Tupá. Este dios que tenía aspecto de monstruosa serpiente, sólo les exigía como pago por su protección que una vez al año le fuera entregada una bella joven que debía de ser arrojada al río para que viviera solamente para su culto.

Esta ceremonia era muy importante para la aldea y por eso, el día señalado para la ofrenda, se celebraba una gran fiesta a la que eran invitadas las tribus vecinas. Un año fue elegida para el sacrificio la hija de Igobi, el cacique de la aldea, una hermosa joven llamada Naipí de la que se decía que cuando se asomaba al río éste se detenía para contemplar su belleza, quizás por eso Mboi estaba tan satisfecho con la ofrenda. Pero las cosas se iban a complicar un poco pues al frente de una de las tribus invitadas llegó un apuesto muchacho llamado Tarobá que al ver a la joven quedó prendado de su belleza hasta el punto de que decidió hablar con el padre de Naipí y con los ancianos de la tribu para salvar a la joven. Pero éstos no se dejaron convencer, la ofrenda era digna del dios y sería entregada.

Tarobá no se rindió y pensó que sólo la podría salvar si la raptaba, así que esperó a que la fiesta estuviera en su momento mas intenso y mientas el hechicero y los caciques bebían cauim (bebida hecha con mandioca o maíz fermentado) y los guerreros danzaban, él tomó a Naipí de la mano y la condujo a una canoa que tenía preparada en el río. Nadie se dio cuenta de la desaparición de la pareja, nadie excepto Mboi, que desde el río observaba la fiesta en la que le sería ofrecida la joven.

Tarobá impulsaba la canoa río abajo ayudado por la corriente, pero Mboi que estaba furioso comenzó a perseguirlos y su cólera fue tal que penetró en las profundidades de la tierra logrando que el curso de río se rompiera en dos partes, una se elevó a gran altura y la otra se hundió produciendo que el agua al caer formara una gran catarata que arrastró la canoa en donde viajaban los enamorados.

Pero esto no suavizó la furia de Mboi, no le bastaba con que ambos murieran, deseaba para ellos un gran castigo que durara eternamente, así que transformó a Tarobá en un árbol que nació inclinado sobre las aguas como queriendo alcanza a Naipí que a su vez fue convertida en una roca situada en el centro del río justo en el lugar en donde cae con más fuerza el agua de la cascada, luego él se adentró en una gran cueva para poder vigilarlos e impedir que se unieran de alguna manera.

Pero la fuerza del amor siempre intenta que dos corazones que se aman puedan en algún momento unirse y por eso, en días en que el sol luce con intensidad, surge un arco iris que enlaza al árbol con la roca permitiendo que durante un momento los amantes se encuentren a pesar de la oposición de Mboi.



sábado, 13 de septiembre de 2025

Una Estrella fugaz en el Cielo.

Era una estrella pequeña, alegre, juguetona e inquieta pero que a su vez era desobediente, pues muchas veces no hacía caso de las indicaciones que le daban sus padres.

Existía una advertencia que era sabida por todas las estrellas pequeñas: no salir de casa a pasear por el firmamento sin estar acompañados por una estrella mayor, para ser guiados en medio de la vía láctea.

La estrella pequeña que muy bien sabía de ello, le tenia mucha curiosidad por hacer sola un viaje por el firmamento, que le permitiera ir mucho más allá de lo impensable: ¿Cómo será darse una vuelta de un planeta a otro? ¿Qué será de Júpiter? ¿Podré girar en los satélites de Saturno? ¿Podré visitar la Tierra?

Con tantas y más preguntas emprendió un largo viaje interplanetario, salió de casa, sin que sus padres se dieran cuenta, emprendió rápidamente el vuelo, disfrutando con muchas vueltas por miles y miles de estrellitas que dormitaban en la noche.

- ¡ Ahhh, esto si que es vida! Volar sin control, sin que nadie me llame, ¡es lo máximo! –se decía así la estrellita que quería sentirse como la estrella más grande.

Así es, como volando muchas horas pudo ver de cerca a casi todos los planetas, solo le faltaba el planeta tierra, que al encontrarlo muy emocionada se fue enseguida a toda prisa, tan pero tan rápido que perdió el control, chocando contra un gran asteroide cayó precipitosamente contra un nubarrón gigantesco, dando brincos sin parar , toda magullada y mareada.

El Sr. nubarrón al verla con problemas quiso con sus copos darle cobijo, pero la estrellita no podía, seguía volando sin parar.

- Oh quisiera detenerme, desearía volver a casa, auxilio, ayúdenme a regresar- se decía asustada llorando. Gritaba con todas sus fuerzas, pero nadie llegaba en su ayuda. Solo el hada de las estrellas, que al verla en peligro se acercó hacia ella para detener lentamente la excesiva velocidad en la que iba y le dijo:

- Estrellita pequeña ¿Por qué huyes de casa desobedeciendo a tus padres? ¡Ahora ya no podrás volver!

- Hada de las estrellas, por favor, te lo suplico, quiero volver con ellos y prometo ser obediente y no hacerlos enojar.

- Estrellita pequeña es demasiado tarde, ya nada puedo hacer por ti, desde el momento que decidiste emprender este largo viaje has buscado tu propio fin, pero no tengas miedo, porque yo te acompañaré a la mansión donde está el Gran Rey de la estrellas, es allí donde morarás a partir de ahora.

- No me dejes ir Hada de las estrellas, sin despedirme de mis padres y decirles que los amo – dijo tristemente estrellita pequeña.

- Es mi último deseo –dijo casi sollozando

- No estrellita, solo podrás aparecer por un breve instante, casi fugaz, serás vista por toda la vía láctea y por todos los habitantes del planeta tierra, esa será tu despedida.

Fue así, que estrellita reunió las pocas fuerzas que le quedaban y por un breve instante apareció más hermosa que nunca , fue contemplada por la vía láctea y por cada ser humano que mirase al cielo.

Por última vez, la más pequeña de las estrellas nuevamente se sintió la más grande de todas contemplando el infinito espacio y con su luz acarició a sus padres con amor, pidiéndoles perdón por haber actuado incorrectamente y a los seres humanos les dejo una alta dosis de buena suerte a quien la mirase.

Luego se partió en mil pedacitos, desapareciendo por completo en medio del firmamento. Y en medio de la nada, el Gran Rey de las estrellas recogió un rayito de luz que siempre brilla en un nuevo hogar.

Fue así que ocurrió, y es así como sigue ocurriendo, cada vez que tu ves una estrella pequeña, traviesa y fugaz en el cielo es porque ella ha viajado a su destino final y en ese esfuerzo por despedirse descarga su última energía y deseo por ser vista por la vía láctea y por los seres que habitan en la tierra. Si tienes oportunidad de contemplarla  únete a ella con un gran y buen deseo, que seguro se cumplirá.


Anónimo.

sábado, 6 de septiembre de 2025

La leyenda del Colibrí ( Leyenda Guaraní )

Desde hace tiempo, los más viejos de la tribu cuentan la trágica historia del amor de dos jóvenes.

La bella Flor, morena, esbelta y de grandes ojos negros, estaba enamorada de Ágil, un joven inquieto, apasionado, juntos solían pasear al atardecer por un bosquecillo cercano, a la orilla de un arroyo impetuoso y juguetón. Pero como los enamorados pertenecían a dos tribus enemigas, se veían poco, pues debían mantener su amor en secreto.

Un día, sucedió lo que tanto temían: unos familiares de la joven descubrieron el romance y lo comentaron al jefe de la tribu. Desde esa tarde, Flor tuvo prohibido volver al lugar de los encuentros.

Pasaron los días. Una y otra vez, Ágil la buscó sin hallarla en la penumbra suave y tibia del bosque hasta que la Luna, apenada por su dolor, le contó lo que había sucedido y agregó:

–Ayer he visto otra vez a Flor, muy angustiada, lloraba amargamente pues está desesperada.

Quieren que se case con un hombre de su tribu y ella se ha negado. El dios Tupá escuchó su lamento y se apiadó de su dolor, mi amigo el Viento me contó que Tupá la transformó en una flor.

–¿En una flor? Dime, ¿en qué clase de flor? ¿Cómo puedo encontrarla?

–¡Ay, amigo! No puedo decírtelo porque no lo sé… –respondió la Luna.

El muchacho palideció y solicitó la ayuda de su dios:

–¡Tupá, tengo que encontrarla! Sé que en los pétalos de Flor reconoceré el sabor de sus besos. ¡Ayúdame a dar con ella!

Ante el asombro de la Luna, el cuerpo de Ágil fue disminuyendo cada vez más. Se hizo pequeño, pequeño, hasta quedar convertido en un pájaro delicado y frágil de muchos colores, que salió volando rápidamente. Era un colibrí.

Desde entonces, el novio triste pasa sus días recorriendo las ramas floridas y besa apresuradamente los labios de las flores, buscando una, sólo una.

Desde hace tiempo, los más viejos de la tribu cuentan también que todavía no la ha encontrado…