sábado, 13 de marzo de 2021

La Fuente de la Juventud.

Había una vez un viejo carbonero que vivía con su esposa, que era también viejíta. El viejo se llamaba Yoshiba, y su esposa se llamaba Fumi. Los dos vivían en la isla sagrada de Mija Jivora, donde nadie tiene derecho a morir. Cuando una persona enferma lo mandan a la isla vecina, y si por casualidad muere alguien sin síntomas, envían el cadáver a toda prisa a la otra ribera.

La isla, la más pequeña del Japón, es también la más hermosa. Está cubierta de pinos y sauces, y en el centro se alza un hermoso y solemne templo, cuya puerta parece que se adentre en el mar. El mar más azul y transparente que podáis imaginar, mientras que el aire, el aire es nítido y diáfano.

Los dos ancianos eran admirados por el resto de la aldea, que les admiraba por dos virtudes: su resignación y persistencia a la hora de aceptar y superar los avatares de la vida, y el amor mutuo que se habían procesado durante más de cincuenta años.

El suyo, como tantos otros en Japón, había sido un matrimonio concertado por sus padres. Fumi no había visto nunca a Yoshiba antes de la boda, y éste sólo la había entrevisto un par de veces a través de las cortinas, y se había quedado admirado por su rostro ovalado, la gentileza de su figura y la dulzura de su mirada. Desde el día del casamiento, la admiración y adoración fue mutua. Ambos disfrutaron de la alegría de su enlace que se multiplicó con creces con tres hermosos y fuertes hijos, pero ambos también se vieron sacudidos por la tristeza de perder a sus tres hijos, una noche de tormenta en el mar.

Aunque disimulaban ante sus vecinos, cuando estaban solos lloraban abrazados y secaban sus lágrimas en las mangas de sus quimonos.  En el lugar central de la casa, construyeron un altar, en memoria de sus hijos y cada noche llevaban ofrendas y rezaban ante él. Pero últimamente una nueva preocupación había devuelto la congoja a sus corazones. Ambos eran mayores y sabían que ya no les quedaba mucho tiempo. Pero Yoshiba se había convertido en las manos de su esposa y Fumi en sus ojos y sus pies, y no sabían cómo podrían superar la muerte de alguno de ellos. ¡oh, si tuviésemos una larga vida por delante!

Una tarde, Yoshiba sintió la necesidad de volver a ver el lugar donde había trabajado durante más de cincuenta años. Pero al llegar al claro del bosque, y observar los árboles, tan conocido, se dio cuenta que había algo nuevo. Tanto años trabajando allí, y nunca se había fijado en que debajo del mayor árbol había un manantial de agua clara y cristalina, que al caer parecía cantar, y su crujido, como el de hojas de papel arrugadas, se mezclaba con el murmullo de la hojas al ser movidas por el susurro de la brisa al atardecer. Yoshiba sintió una terrible sed y se acercó a la fuente. Cogió un poco de agua y bebió. Al rozar sus labios, sintió la necesidad de beber más, pero al ir a cogerla observó su reflejo en el agua y vio que habían desaparecido las arrugas de su rostro, su pelo era otra vez una hermosa y negra cabellera, y su cuerpo parecía más vigoroso y fortalecido. Aquel agua tenía un poder misterioso que lo habían hecho rejuvenecer.

Entonces sintió la necesidad de ir corriendo a decírselo a su esposa. Cuando Fumi lo vio llegar no reconoció a aquel mozo que de pronto se acercaba hacía la casa, pero al estar junto a él observó sus ojos y lo reconoció. Cayó desmayada al recordar sus años de juventud, pero Yoshiba la levantó y le contó lo que había ocurrido en el bosque. Decidió que fuese por la mañana, porque ya era de noche y no deseaba que se perdiera.

A la mañana siguiente Fumi se fue al bosque. Yoshiba calculó dos horas, porque aunque a la ida tardaría más por su edad y la falta de fuerza, a la vuelta llegaría enseguida porque habría recuperado su juventud. Pero pasaron dos horas, y tres, y cuatro, y hasta cinco, por lo que Yoshiba empezó a preocuparse y decidió ir él mismo al bosque a buscar a su esposa. Cuando llegó al claro, vio la fuente, pero no encontró a nadie. Entre el murmullo de las hojas y el crujido del agua, oyó un leve sonido. Como el que hace cualquier cría de animal cuando está sólo. Se acercó a unas zarzas, las apartó y encontró una pequeña criatura que le tendía los brazos. Al cogerla, reconoció la mirada. Era Fumi, que en su ansia de juventud había bebido demasiada agua, llegando así hasta su primera infancia. Yoshiba la ató a su espalda y se dirigió hacia casa. A partir de entonces, tendría que ser el padre de la que había sido la compañera de su vida.


Autor: Anonimo.


14 comentarios:

  1. Que bella historia, a veces no es tan bueno regresar a nuestro niñez, lo vivido, vivido está. Pero es bonito pensar poder tener una segunda oportunidad. Un besito Piruja, feliz sábado.

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  2. Muy bonita historia aunque el ansia de más juventud le privó a Fumi de volver a revivir de nuevo unos bonitos años con su marido también joven.Besicos

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  3. Muy bonita, me gustó mucho. Besos.

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  4. Hola, muy bonito relato.
    Feliz día.
    Un abrazo

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  5. Una leyenda muy especial. Ellos encontraron la fuente de la juventud. La vida les dio otra oportunidad para vivir y los convirtió en padre e hija...Hoy día son muchas las técnicas y remedios que la gente usa para luchar contra la vejez...El hombre sigue buscando "el milagro" que le alargue la vida y aún no lo ha encontrado.
    Mi abrazo agradecido por tus buenas historias y mucho ánimo, Pilar.

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  6. Una bonita historia con final inesperado.
    Saludos.

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  7. Que linda historia y no la conocía. Saludos amiga.

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  8. Wowww que bella leyenda, querida
    Piruja, me agrado mucho disfrutarla.

    Besitos dulces

    Siby

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  9. De todas tus entradas, envueltas en bonitas leyendas o entretenidos cuentas que nos mantienen pendientes del final, siempre se saca una lección de vida: Nunca los excesos han sido buenos.
    Te dejo un fuerte abrazo y te deseo una buena semana.
    Kasioles

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  10. Es una leyenda muy bella.
    Una pena ese final.
    Un beso.
    Feliz semana.

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  11. El pasado ha de quedar en los rincones blindados de nuestra memoria, por muy bellos y apetecibles de repetir que sean. Una hermosa historia estimada amiga.
    Un abrazo.

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  12. Bonita leyenda Piruja, una pena que el final no sea muy feliz.

    Abrazos.

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  13. Hola Pili,al final los dos perdieron la felicidad que los mantenía unidos,a veces volver atrás no es lo más adecuado porque nunca las cosas serian igual:) Muchos besos linda amiga:)

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