sábado, 11 de agosto de 2018
El Ocaso (Leyenda rusa)
En las proximidades de los Urales había un pequeño pueblo, y en él una pequeña casa en la que vivía un matrimonio con su hijo llamado Grischa. Pese a que el muchacho había acompañado a sus padres en diversos viajes, aseguraba que ningún lugar se podía comparar en cuanto a belleza con su poblado y sus alrededores, colmados de maravillas naturales.
Ni las grandes estructuras, ni la magnificencia del río Moskva a su paso por Moscú o los suntuosos palacios del zar hacían sombra a la tierra que habitaba Grischa, nada… hasta que conoció y se enamoró perdidamente de Natalyja.
Los dos enamorados pasaban largas tardes planeando sobre su futuro en común y sobre la posibilidad de tener hijos algún día; a veces tomaban Michkas y bebían Kumy o simplemente se tomaban de la mano y se miraban mutuamente durante horas. Incluso en los peores momentos, Grischa sentía que mientras estuviese junto a Natalyja nada podría hacerle daño, pero comenzaba a albergar el temor de que su suerte cambiase de un momento a otro, como finalmente sucedió.
Una tarde, Grischa llevaba como regalo a Natalyja una caja de Michkas mientras pensaba en las más sublimes palabras para dedicarle a su amada. Al verla, le dedicó una amplia sonrisa y un beso, pero cuando sus labios se juntaron Grischa advirtió que algo no marchaba pues aquel beso era tan frío e indiferente como el de un desconocido. Acto seguido Natalyja le confesó que su relación había llegado a su fin, ya que ella debía marcharse lejos.
El desolado Grischa tuvo que enfrentarse a la situación, pero su amor por ella no le dejó pensar en otra cosa y comenzó a buscarla por todas partes: en el campo, en pueblos vecinos, en calles y callejones. Hasta que un día la vio fugazmente y se acercó, pero en su desesperación por recuperarla sus palabras hacia ella fueron torpes e impertinentes, de reproche por su actitud, a lo que Natalyja respondió con desdén. Al ver el error que había cometido por no pensar sus palabras, decidió que ya no la buscaría más y que la había perdido para siempre.
Una tarde, Grischa vio a Natalyja en la distancia, pero en lugar de acercarse se quedó mirándola desde lejos, viendo que los años la habían vuelto incluso más hermosa que antes. Las llamas de su pasión por ella aun ardían con intensidad, pero había decidido dejar que Natalyja fuese libre, así que se marchó. Poco después, Grischa se encontraba a orillas del Mar Negro y lentamente comenzó a adentrarse en sus aguas hasta que desapareció bajo ellas. Se dice que la pasión de su corazón dio a los atardeceres el color rojo del fuego, una llama que ni las aguas pudieron apagar. Natalyja nunca supo que el color carmesí de los atardeceres es un recuerdo de su antiguo y joven amor.
Autor: Desconocido.
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Una leyenda triste de amor .....me gusto mucho el final....Saludos
ResponderEliminarUna historia muy emotiva y muy bien escrita.
ResponderEliminarMe ha gustado aunque sea triste.
Besos.
Muy bien descrito ese ocaso del amor.
ResponderEliminarBesos.
Triste historia sobre el desamor con un final muy trágico.Besicos
ResponderEliminarUna historia de amor triste pero bella.
ResponderEliminarUn beso. Feliz fin de semana.
Esa llama de los atardeceres siempre nos deja un mensaje de amor...Esa historia quedó suspendida en el tiempo para repetirse una y otra vez al mirar la despedida del sol...Muy buena, Pilar. Espero que sigas disfrutando del verano con mejores temperaturas.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz fin de semana, amiga.
Una historia con mucho sentimiento,cariños.
ResponderEliminarPor eso son tan bellos los atardeceres, con esos colores y tonos del amor.
ResponderEliminarBella historia.
Besossssss
La historia es preciosa Piruja, pero muy triste. Besos.
ResponderEliminarBonito atardecer.
ResponderEliminarSaludo ruso.
Qué fotos más bonitas
ResponderEliminarEs tremendo ponerse en la piel de Grischa, y sentir que su amor profundo no puede ser correspondido, o por lo menos no lo será. Y aún más angustiante es la belleza que el logra con su sacrificio, pero que aún así pasa inadvertido por ella.
ResponderEliminarBueno , hay sucesos en la vida que suceden y otros solo dejan marcas...
ResponderEliminarUna historia para meditar de todas maneras.
Besos.
Hola piruja , bella historia con un final triste , te deseo una feliz noche besos de flor .
ResponderEliminarLa leyenda, la veo un poco triste. Bonitas imágenes empezando por el Kremlin de Moscú.
ResponderEliminarUn saludo de unjubilado
¡¡Ay Dios mío!! Estos amores jóvenes...No me extraña que ahora tarden tanto en formalizar una relación, claro que casi parecen abuelos.
ResponderEliminarDe todas maneras has trabajado muy bien.
Un besito.
Olá, por algum motivo, nem sempre o amor é correspondido, é triste para Grischa.
ResponderEliminarA sua criatividade é enorme, a historia é triste mas cativante.
Feliz fim de semana,
AG
que bonito, ahora mirare con otros ojos esos atardeceres rojo, un besito
ResponderEliminarNada hace más romántico y perdurable una historia de amor que éste no llegue nunca a realizarse, es decir, convertirse en una rutina más de la existencia. Es una historia bonita y con un premio final de que esa fuerza poderosa que es un amor no realizado, pueda convertirse finalmente en una pasión idealizada. Mira, ya no volveré a ver con la misma emoción una puesta de sol, creo que, a partir de hoy, recordaré este bello cuento.
ResponderEliminarEs muy importante para mí que María Jesús -persona de grandes cualidades humanas y a la que yo estimo mucho- nos haya puesto en contacto. Estoy más que contenta y yo ya me he apuntado a tus seguidores y voy a llevarme el link para tener información de lo que vayas publicando.
Ha sido un placer conocerte. Saludos muy afectuosos y cordiales.
Muy triste final. Para dar comienzo a algo con gran hermosura.
ResponderEliminarMo sabemos el sacrificio que hay detrás de cada maravilla.
Besitos, Pilar.