sábado, 2 de mayo de 2020
Las Manos del Abuelo.
Pequeño homenaje a todos los abuelit@s que el maldito virus se esta llevando.
Nunca volveré a ver mis manos de la misma manera…
El abuelo, con noventa y tantos años, sentado débilmente en la banca del patio, no se movía, sólo estaba sentado cabizbajo mirando sus manos. Cuando me senté a su lado no se dio por enterado y entre más tiempo pasaba, me pregunté si estaba bien. Finalmente, no queriendo realmente estorbarle sino verificar que estuviese bien, le pregunté cómo se sentía.
Levantó su cabeza, me miró y sonrió. "Sí, estoy bien, gracias por preguntar", dijo en una fuerte y clara voz. "No quise molestarte, abuelo, pero estabas sentado aquí simplemente mirando tus manos y quise estar seguro de que estuvieses bien", le expliqué.
¿Te has mirado alguna vez tus manos?" preguntó. "Quiero decir, ¿realmente te has mirado tus manos?"
Solté mis manos de las de mi abuelo, las abrí y me quedé contemplándolas. Les di la vuelta, palmas hacia arriba y luego hacia abajo. No, creo que realmente nunca las había observado mientras intentaba averiguar qué quería decirme. El abuelo sonrió y me contó esta historia:
"Detente y piensa por un momento acerca de tus manos, cómo te han servido bien a través de los años. Estas manos, aunque arrugadas, secas y débiles han sido las herramientas que he usado toda mi vida para alcanzar, agarrar y abrazar la vida.
Ellas pusieron comida en mi boca y ropa en mi cuerpo. Cuando niño, mi madre me enseñó a juntarlas en oración. Ellas ataron los cordones de mis zapatos y me ayudaron a ponerme mis botas. Han estado sucias, raspadas y ásperas, hinchadas, cortadas, secas y dobladas. Se mostraron torpes cuando intenté sostener a mi hijo recién nacido. Adornadas con mi anillo de bodas, le mostraron al mundo que estaba casado y que amaba a alguien muy especial.
Ellas temblaron cuando enterré a mis padres y esposa y cuando caminé hacia el altar con mi hija en su boda. Han cubierto mi rostro, peinado mi cabello y lavado y limpiado el resto de mi cuerpo. Y hasta el día de hoy, cuando casi nada más en mí sigue trabajando bien, estas manos me ayudan a levantarme y a sentarme, y se siguen uniendo para orar.
Estas manos son la marca de dónde he estado y la rudeza de mi vida. Pero más importante aún, es que son ellas las que Dios tomará en las Suyas cuando me lleve a casa.
Desde entonces, nunca he podido ver mis manos de la misma manera…
Y aún recuerdo cuando Dios estiró las Suyas y tomó las de mi abuelo y se lo llevó a casa.
Cada vez que voy a usar mis manos pienso en mi abuelo… es cierto que nuestras manos son una bendición.
Hoy me pregunto… ¿qué estoy haciendo con mis manos? ¿Las estaré usando para abrazar y expresar cariño o las estaré esgrimiendo para expresar ira y rechazo hacia los demás?.
Anónimo.
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Hermosas palabras, para reconocer a todos esos abuelos que se han ido y a los que aún pueden esperar.
ResponderEliminarBesos.
Las manos de los ancianos dicen mucho. Un beso
ResponderEliminarQue bonito y tierno ..esas manos que tanto dieron ..
ResponderEliminarUn beso con todo cariño .
Hola Piruja.. Me ha emocionado, no nos damos cuenta de tanto amor, el tiempo pasa y llegan muchos olvidos.. Gracias por recordar las manos de los que nos han dado vida..
ResponderEliminarUn abrazo..
Pilar, nos dejas una historia, que es reflexión y vida.Justo en estos momentos en que aún estamos confinados y pensamos en la enfermedad, en lo humano, en nuestra relación con los demás, en la muerte que llega y se lleva a tantas personas sin avisar. Nos miramos las manos y recordamos, como el abuelo, cuánto nos han servido a lo largo de la vida. Ahora te escriben y valoran tu escrito, como otras veces. Espero que estés bien tu y tu familia, lo deseo de corazón.
ResponderEliminarMi gratitud y mi abrazo siempre.
Muy bonito este relato sobre las manos que ni les damos importancia porque las vemos cómo algo muy natural pero leyendo este escrito ya se miran de otra manera.Besicos
ResponderEliminarUn bello texto, hoy más que nunca muchos extrañaran en suma aquellas manos añosas, porque sabían consolar y en sus brazos uno se sentía muy seguro
ResponderEliminarEnseñanza que además hay que sembrar en los que siguen viviiendo.
¡Qué bonito homenaje! Realmente las manos son muy importantes, en ellas está reflejada toda nuestra vida.
ResponderEliminarUn abrazo, Piruja
Es un relato muy emocionante, con una gran ternura.
ResponderEliminarNunca olvidaré las manos de mi madre...
Me ha encantado y conmovido.
Un beso grande.
Un lindo homenaje. Me encantaban las manos de mi abuela. Besos.
ResponderEliminarSiempre he tenido manos de oficinista, pese a las manualidades que he hecho, y aunque me las arañaba, me hacía pequeños cortes y moratones en muy pocos días me desaparecían rápidamente, cosa que ya no pasa, tardan mucho más en sanar y las venas me afloran por todos los sitios.
ResponderEliminarBesos
Homenaje inolvidable a un abuelo que hoy representa a miles que se han ido. Las manos unen. Hoy estamos más pendientes de ellas que nunca para tenerlas limpias. A partir de hoy las miraré como ese abuelo entrañable. Un beso grande.
ResponderEliminarLa entrañable figura de nuestros abuelos siempre se tiene guardada en un rinconcito del corazón. Mi oración para los que ya no están.
ResponderEliminarBesos
Precioso el homenaje y mira, no digo nada más porque se me saltan las lágrimas ¡esta pandemia ha sido muy cruel con los mayores!
ResponderEliminarMil besos.
Me ha hecho acordarme de mi Abuelico, qué pena Piruja, me caen las lágrimas escribiendo este mensaje.
ResponderEliminarQué pases buen finde y un abrazooo.
¡¡Qué maravilla!!!
ResponderEliminarMe encanta, Pilar.
Abrazos