sábado, 20 de junio de 2020
La Anciana.
A la entrada del gran bazar se reunían toda clase de mendigos, me llamo especialmente la atención una anciana llena de andrajos que parecía la mas pobre de todos ellos.
- Por favor -gemía-, llevo tres días sin comer.
Rebusque en mis bolsillos y le di dos monedas, espere escondido en un zaguán hasta que se levanto, con el propósito de seguirla y ver en que invertía la parca limosna que le había dado.
Despacio y cansina, la anciana avanzo lentamente entre la multitud que abarrotaba el mercado, durante unos momentos la perdí de vista, y cuando volví a verla, caminaba ya mucho mas alegre, apretando con cuidado un bulto bajo la túnica.
Tomo un callejón lateral que salia del mercado y desembocaba en una especie de plaza calurosa y polvorienta.
Allí, sentada a la sombra del único árbol que había sobrevivido al terrible viento del desierto, la mujer levanto la túnica y saco un mendrugo de pan y una magnifica rosa roja.
Hizo una mueca que debía ser una sonrisa, al tiempo que comenzó a ablandar el pan con sus encías desdentadas.
La contemple mientras deshizo el mendrugo lentamente, poco a poco, se fue comiendo hasta la ultima migaja mientras observaba la rosa con ojos brillantes.
Después, una expresión de paz se reflejo en su rostro. Me acerque junto a ella y le pregunte:
- Anciana, ¿como es posible que alguien tan pobre como tu haya derrochado una de las dos monedas que le di en esa extraña flor?
La anciana me miro desde sus cien años de sabiduría y dijo:
- Tenia dos monedas, con una compre con que vivir, la otra la gaste para tener por que vivir....
Autor: Desconocido.
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Buena reflexión la que dio la anciana.
ResponderEliminarBesos.
Que belleza de respuesta, no solo hay que alimentar el cuerpo, sino el alma tan bien.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Piruja.
Desde luego es una sabia respuesta.En la vida siempre tenemos que buscar motivos para vivirla cn ilusión, y éstos pueden estar en cualquier parte y circunstancia.
ResponderEliminarUn abrazo
A veces una pequeña motivación nos hace seguir adelante y tener un porque vivir. Precioso cuento con una gran lección. Un beso
ResponderEliminarPreciosa esa historia, Pilar...Además de estar bien contada, lleva impresa una gran lección. El cuerpo necesita alimento, pero el alma también necesita la belleza de la vida para vivir...Hoy tu relato me la llevo en el corazón, porque es fundamental en estos tiempos de Pandemia. Debemos cuidar el cuerpo para no contagiarnos, pero también debemos cuidar el alma para no entrar en depresión y apatía. Asi que sigue escribiendo tus bellos cuentos, que a todos nos vienen bien, amiga.
ResponderEliminarMi gratitud y mi abrazo por tu cercanía y buen hacer.
Feliz fin de semana en Valencia.
Es muy conmovedora su respuesta.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Ella sabia que el alma también necesita alimento. Saludos amiga.
ResponderEliminarMuy sabia y conmovedora respuesta, invita a la reflexión, especialmente por los tiempos actuales.
ResponderEliminarUn beso.
Qué buena moraleja. Un beso
ResponderEliminarMuy buena esta reflexión que nos invita a dar alimento al alma.
ResponderEliminarUn besito.
Hola Piruja.. Ya ves, las ancianas aunque sean indigentes, aunque parezcan sin cultura, pero son capaces de sentir la sabiduría de la vida. Muy buena reflexión.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bellísimo relato, hay que tener un motivo para vivir, la anciana tenía razón.Besicos
ResponderEliminar¡ Que preciosa leyenda ! que felicidad mirar una rosa. Besos.
ResponderEliminarUna reflexión muy acertada de alguien que lleva en la vida muchos años. Nada hay más importante que lo sutil y sencillo, y si no hay una rosa que mirar y quedarse embelesado, para qué seguir viviendo.
ResponderEliminarUn abrazo estimada amiga.
Muy emocionante!!.
ResponderEliminarY, sin duda, muy reflexivo.
Hermoso.
Un beso.
Que respuesta mas acertada, una anciana muy tierna.
ResponderEliminarAbrazos Piruja.