Observó la ventana y la cortina que se separaba. Vio durante segundos unos ojos y luego volvió a su estado el velo.
Se apoyó en un árbol, encendió un cigarrillo y lanzó el humo al viento. Un nudo le tapó la garganta y algo se le movió en el cuerpo. Era como aquélla la casa de sus recuerdos. Así como la cortina y los ojos. Y en la sala había un piano, cuadros rancios en las paredes y un gato dormilón en las rodillas del anciano. Y ella en la ventana, espiando sus movimientos, aguardando verle en el árbol, con el cigarrillo encendido y la sonrisa en los labios. Luego salía al porche y ambos se sentaban en los sillones de mimbre, oliendo el azahar de la tarde, escuchando el murmullo de la brisa, leyendo sus pensamientos.Así fue aquella tarde sin mañana, cuando el ocaso se tiñó de luto y el llanto empañó sus ojos. Se cerró para siempre la cortina, él olvidó el camino y esperó que el tiempo borrase sus recuerdos. Pero regresaba en cada pueblo, en cada calle en silencio, en cada pared con hiedra, en cada árbol gris de la tarde, en cada crepúsculo melancólico.Se abrió la puerta y la mujer salió al porche. Se sentó en el banco ornado de azulejos. Miró hacia el árbol, el hombre y lo que había a lo lejos. Él subió los tres peldaños y apoyó la espalda en la pared. Observó a la mujer, sin verle ni el rostro o el cuerpo. Intentó ver en ella a otra, como mimbre en los azulejos.
—¿Tiene un piano en la sala? —preguntó en tono quedo.
—No —dijo ella con una sonrisa para forasteros.
—¿Y cuadros viejos en las paredes, un gato y un abuelo?
—No —respondió ella, perpleja—, no tengo nada de eso. Vivo con mi hermana y su esposo.
Ella sonreía invitante, deseosa de conversación. El atardecer motivaba a un rato en el porche, incluso al lado de un forastero.Él descendió los escalones y encaminó sus pasos por la calle, dentro del silencio. No, no conocía aquel pueblo, ni la calle sombría, ni la hiedra sobre los muros de piedra, ni el kiosco y la fuente seca. Se parecía a uno de sus recuerdos, a uno al que sólo volvería en sueños.
Autor: Erlantz Gamboa.
Una historia que bien pudiera ser cierta, cuantas veces nos encontramos en situaciones que creemos que las hemos vivido, personas , rostros que nos son conocidos.
ResponderEliminarSerá que en realidad hay otra dimensión paralela a la que vivimos en nuestros dias y por alguna razón alguna vez nos colamos al otro lado .
Te dejo un besote y te deseo un feliz mes de julio.
Los recuerdos a veces son misteriosos. Un beso
ResponderEliminarBello relato, es como describir un sueño ya que dicen que a veces soñamos con lugares o casas en las que vivimos en alguna vida anterior ¡cuanto misterio!
ResponderEliminarMuchos besos.
Me ha encantado el relato Piruja. Misterio y melancolía. Un abrazo.
ResponderEliminarUn bonito relato, una pena que el hombre no descubriera en aquella casa esos recuerdos que tenía en su mente.Besicos
ResponderEliminarUn relato que me ha parecido muy bonito, lleno de nostalgia y, a la vez, emotivo.
ResponderEliminarLa vida siempre es un misterio.
Un beso. Feliz mes de Julio.
Un relato interesante con una buena redacción, evocando recuerdos imaginaruos de su mente. Mi felicitación al autor.
ResponderEliminarBonito relato, posiblemente todo fuera como comenta al final, un intrigante sueño del que en algún momento podría volver a retomar.
ResponderEliminarUn beso.
Bonito relato,cariños.
ResponderEliminarHermoso relato, los sueños a veces nos abren situaciones o paisajes que creiamos haber vivido
ResponderEliminarMe ha gustado mucho
Un abrazo
Hay sueños que parecen reales y siempre están ahí.
ResponderEliminarBuena noche Piruja.
Un abrazo.
Yo ya pensaba que se quedaba con la chica, ja ja ja. No tengo remedio Piruja, ya sabes que soy de finales felices.
ResponderEliminarUn abrazooooo.