El joven anunció sin dudar su intención. El anciano visiblemente contrariado, le explicó que esa idea era un suicidio ya que la eficacia del Maestro era temible.El experto, con el fin de impresionar a este viejo medio chocho que dudaba de su fuerza, cogió una plancha de madera que andaba por allí y de un rodillazo la partió en dos. El anciano permaneció imperturbable. El visitante insistió de nuevo en combatir con el Maestro, amenazando con romperlo todo para demostrar su determinación y sus capacidades. El buen hombre le rogó que esperara un momento y desapareció.
Poco tiempo después volvió con un enorme trozo de bambú en la mano. Se lo dio al joven y le dijo: El Maestro tiene la costumbre de romper con un puñetazo los bambúes de este grosor. No puedo tomar en serio su petición si usted no es capaz de hacer lo mismo.El joven presuntuoso se esforzó en hacer con el bambú lo mismo que había hecho con la plancha de madera, pero finalmente renunció, exhausto y con los miembros doloridos. Dijo que ningún hombre podía romper ese bambú con la mano desnuda.El anciano replicó que el Maestro podía hacerlo. Aconsejó al visitante que abandonara su proyecto hasta el momento que fuera capaz de hacer lo mismo. Abrumado, el experto juró volver y superar la prueba. Durante dos años se entrenó intensivamente rompiendo bambúes. Sus músculos y su cuerpo se endurecían día a día.Sus esfuerzos tuvieron sus frutos y un día se presentó de nuevo en la puerta de la escuela, seguro de sí. Fue recibido por el mismo anciano.Exigió que le trajeran uno de esos famosos bambúes de la prueba y no tardo en calarlo entre dos piedras. Se concentró durante algunos segundos, levanto la mano y lanzando un terrible grito rompió el bambú. Con una gran sonrisa de satisfacción en los labios se volvió hacía el frágil anciano. Este le declaró un poco molesto: Decididamente soy imperdonable. Creo que he olvidado precisar un detalle: el Maestro rompe el bambú… sin tocarlo.El joven, fuera de sí, contestó que no creía en las promesas de este Maestro cuya simple existencia no había podido verificar. En ese momento, el anciano cogió un bambú y lo ató a una cuerda que colgaba del techo. Después de haber respirado profundamente, sin quitar los ojos de bambú, lanzó un terrible grito que surgió de lo más profundo de su ser, al mismo tiempo que su mano, igual que un sable, hendió el aire y se detuvo a 5 centímetros del bambú… que saltó en pedazos.Subyugado por el choque que acababa de recibir, el experto se quedó durante varios minutos sin poder decir un palabra, estaba petrificado. Por último pidió humildemente perdón al anciano Maestro por su odioso comportamiento y le rogó que lo aceptara como discípulo.
Autor: Desconocido.
Eso sí que es fuerza. Un beso
ResponderEliminarSiempre me gustan tus leyendas. Buen fin de semana.
ResponderEliminarHay que saber aceptar la derrota con humildad y al fin este joven lo hizo pidiendo al Maestro ser su discípulo.Besicos
ResponderEliminarEsa es la lección, aprender de quién sabe más que tú.
ResponderEliminarBesitos
Una buena enseñanza.
ResponderEliminarUn beso. Feliz semana.
Yo tengo un hacha que hace maravillas con la leña que tengo para alimentar la chimenea, claro que en ocasiones, no la utilizo... enciendo la calefacción de gasoil.
ResponderEliminarUn beso.
Siempre se aprende algo de tu espacio.
ResponderEliminarHe venido del pueblo para comprar alimentos, el frigo estaba bajo mínimos.
Antes de regresar, estoy intentando contestar a los últimos comentarios que me habéis dejado en mi espacio. Mil gracias por acordarte de mí.
Cariños y buen verano.
Kasioles
Una buena lección le dio el anciano. De ella debiamos aprender muchos, que digo muchos...todos.
ResponderEliminarComo siempre muy buen relato y mejores fotografías.
Un besito guapetona.