sábado, 27 de enero de 2018

Leyenda del Viejo Almendro.


Hubo hace mucho tiempo, en el siglo xix, un hermoso caballero que se fue a enamorar de una bella dama y que por ello, por culpa de su gran amor y poca inteligencia, acabó muerto.

Pasaba que todos los días a las doce de la mañana salía nuestro hermoso caballero a leer su libro de poemas de Quevedo. Daba igual si fuera en el caluroso verano o el frío invierno, siempre vestía con su levita gris, pantalón ancho, corbata grande y chaleco negro.

Y todos esos días cruzaba la calle, atravesaba el parque y se sentaba en el mismo banco bajo el almendro. Y allí, como siempre, se ponía a leer sus sonetos. Pero un día pasó algo maravilloso, nuevo, algo que fue a lastrar la tranquilidad del hombre y su consuelo.

Porque pasó una bella dama con un traje escarlata y cofia de terciopelo vestida de un desconocido cabello rubio y cuyos ojos, la verdad, que no consiguió verlos. Nuestro protagonista, lleno de respeto, tan sólo levantó la mirada y le siguió con salud y deseo puesto que se dio cuenta que en ese instante, en ese mismo momento, el amor cubrió su sangre, el amor cubrió su cuerpo.

Nuestra dama, sabiéndose observada, siguió caminando y sonriendo y empezó a mover rápidamente el abanico y a tocarse lentamente el pelo. Poco a poco fue pasando frente a él. Poco a poco fue mirándola a ella aunque con la cortesía de un gentil hombre sólo movía de lado el sombrero. Ya casi se le ocultaba de la mirada y él seguía forzando su cuerpo. Justo cuando faltó de sus ojos dio un último golpe del pescuezo y con un “crack” apenas audible… se partió el cuello.

Pasó tiempo hasta que alguien se fijó en él. Unos dicen que se ausentó en la noche y otros que hasta el crujir oyeron, pero lo que todos ellos aseguraban era que tenía la vista perdida como si guardase un secreto. A los dos días sus amigos le enterraron y hasta nuestra bella dama fue al entierro.

Pasaron los años y ella se casó, tuvo tres hijos y a ninguno de ellos le puso el nombre del caballero,
aunque todos los días hasta su lejana muerte veía en su paseo el viejo almendro. Pues cuenta la leyenda, y no sé si esto es cierto, que cada vez que pasaba por el banco se oía un leve chasquido,
un “crack” apenas audible… como si se partiera un cuello.


Autor: Carlos.




12 comentarios:

  1. Que forma más tonta de morir......eso le pasa por mirón.Besicos

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  2. que triste historia, que muerte más trágica

    en fin...

    saludos!

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  3. Impresiona imaginar el sonido de su cuello.
    Besos, Pilar.

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  4. Impresionante y triste historia.
    Un beso

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  5. Que historia mas tritew.Pobre caballero se fué sin declarar su amor. Me ha encantado leer.
    Me ha sabido a poco.
    Un abrazo.

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  6. Bueno, vivió para ser leyenda ...eso es mejor quizás si hubiese sido marido...y el almendro sigue siendo testigo de esa vida...
    quien no tuviera un árbol semejante que te recuerde por vida.

    Pases buen día.

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  7. Una tristisima y romantica leyenda, lastima que no hubiese sido mas cauto en sus movimientos

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  8. Hola Piruja,vaya,creo que ese noble caballero debió ponerse en pie y no forzar tanto su cuello.Una bonita y triste leyenda.

    Besos y más besos querida amiga:):)

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