Era tan bonita, que convino no venderla sino quedársela para que le hiciera compañía. “Te llamaré Matrioska“, dijo a la inerte figura. Cada mañana, al levantarse se dirigía a su única compañera: “buenos días, Matrioska”. Un día, ésta le respondió: “buenos días, Serguei”. El carpintero se sorprendió, pero en vez de sentir miedo, se sintió feliz por tener alguien con quien hablar.
Al tiempo, el carpintero percibió que Matrioska estaba triste y le preguntó qué le ocurría. Ésta le contestó que veía cómo todo el mundo tenía un hijo o hija, y que ella anhelaba tener uno. “Tendré que abrirte y sacar madera de ti, y eso será muy doloroso”, le contestó Serguei. A lo que ella le replicó: “En la vida, las cosas importantes requieren de pequeños sacrificios”. Y ni corto ni perezoso, éste talló una réplica, más pequeña, y la llamó Trioska. Ya no sentiría sola.Pero el instinto maternal se apoderó también de Trioska y Serguei accedió a que ésta también tuviera una hijita. Esta vez se llamaría Oska. Pero Oska también quería descendencia. El carpintero comprobó que apenas quedaba madera dentro de Oska, como mucho podría haber una muñequita más. Tras reflexionar, talló un muñeco diminuto -al que bautizó como Ka- con bigotes, lo puso frente al espejo y le dijo: “eres un hombre no puedes tener hijos”.
Entonces, metió a Ka dentro de Oska. A Oska dentro de Trioska y a Trioska dentro de Matrioska. Un día, misteriosamente, Matrioska desapareció con toda su familia dentro. Serguei quedó desolado.
Autor: Desconocido.
Qué belleza de historia nos has contado, encantadora y muy bella aunque muy triste para el buen carpintero Serguei.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y feliz fin de semana amiga.
Podía ser la historia del inventor de esas famosas muñecas rusas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bonita historia. Un beso
ResponderEliminarQue bonita y tierna belleza, tal vez podría ser la historia mágica de estas muñecas rusas.
ResponderEliminarPor eso siempre digo que todo lo que hay en la tierra tiene vida, y en cualquier momento nos pueden sorprender.
Un besote grande.
Oh, qué triste final...Besos
ResponderEliminarVaya, que pena. Es una historia preciosa, ahora cada vez que vea esta muñeca me acordaré del cuento, que desde luego me ha encantado. Un placer la lectura.
ResponderEliminarUn abrazo.
Famosas muñequitas.
ResponderEliminarY bonita la leyenda.
Un beso.
Oh....Qué pena!!!
ResponderEliminarCon lo bonita que es la leyenda.
Un beso.
Preciosa esta historia de las famosas muñecas rusas.
ResponderEliminarMil besos y abrazos.
Que historia tan bonita pero ese final me ha dado pena.Besicos
ResponderEliminarBonita historia, me ha gustado mucho. Besos.
ResponderEliminarPreciosa historia, tengo una matrioska en casa, pero nada más que con cinco figuras. No conocía esta historia.
ResponderEliminarBesos.
Siempre me han llamado la atención estas muñecas de madera, pero el final de la historia me parece un poco triste. Besos
ResponderEliminarHola Piruja! Cuando estuve de vacaciones en San Petersburgo me compré una muñeca Matrioska en tonos verdes y dorados, venia toda la familia completa. Tu leyenda es bonita hasta que la familia desapareció sumiendo a Serguéi en la tristeza.
ResponderEliminarAbrazos.
Linda historia, no sabia que la más pequeña era hombre, entonces dejaría de pedir hijos.
ResponderEliminarEso si el final un poco triste.
Saludos
Pilar, esas muñequitas rusas son preciosas, siempre nos llaman la atención...Seguro que Serguei fue su inventor...Quizá desaparecieron porque cumplieron su misión en la vida con su escultor y se fueron a otro lugar donde fueran necesarias.
ResponderEliminarGracias por tus palabras. Estoy viviendo unos días muy bonitos. Los australianos están felices en España y Sofía, mi nietecita, es muy alegre y creativa. Aún estoy asimilando esta experiencia después de tantos años de preocupación, amiga.
Mi abrazo entrañable y mi cariño. Espero que todo vaya bien por Valencia.
Hola Piruja. Conocía esta leyenda y en mi viaje a Rusia. ¡Cómo no! Traje Matrioskas de regalo. ¡Me encantan! Besos.
ResponderEliminarRecuerdo que hace bastantes años alguien les regaló a mis hijas unas matrioskas, creo que todavía están en alguna de las estanterías de la casa de campo.
ResponderEliminarHe pasado un rato muy entretenido leyendo el cuento que compartes, agradecida.
Cariños.
Kasioles