sábado, 31 de agosto de 2024

Nosotros teníamos lideres, no gobernantes...

Mi Pueblo reconocía lo que era un Jefe. La gente lo seguía porque era magnífico. Él nunca ganó unas elecciones ni fué nombrado por ningún gobierno. No es así como llegas a ser Jefe. Era un honor que te ganabas. Y lo ganabas porque durante años habías buscado el Silencio y el Espíritu.

Hay Jefes y hay gobernantes. En el Pueblo Tierra estábamos acostumbrados a los Jefes. Cuando dirigían bien, nos quedábamos con ellos. Dirigir era para nosotros no alejarse del Corazón, y seguir los dictados de la Naturaleza.

El sistema de las civilizaciones modernas convierte a las personas en gobernantes por ley, aún cuando no sean líderes. ¿Cómo puede un calendario decirnos cuánto tiempo es Jefe una persona? Eso es absurdo. Un Jefe es un líder mientras la gente crea en él, y mientras sea la mejor persona para guiarnos.

Un líder es quién ha conquistado el Silencio Espiritual. Y la gente al ver que tus actos son movidos por el Amor al Espíritu, te sigue. Tú sólo puedes ser Jefe mientras la gente te siga.

En el pasado, cuando necesitábamos un curandero que nos guiara, él se convertía en nuestro líder. O quizás necesitábamos un pensador profundo. El guerrero sabía cuándo terminaba su tiempo, y no pretendía ser nuestro líder más allá del tiempo que era necesitado. Se sentía orgulloso de servir a su gente, y sabía cuándo era el momento de hacerse a un lado. Él no podía hacerse líder excepto guiando a la gente de la manera como la gente quería ser guiada. La manera del Corazón. Por eso sabíamos ver el que era un líder. La gente lo necesitaba, y la gente lo seguía. Era inteligente. Y entendía lo que el hombre moderno tramaba.

La gente vio que él no podía ser engañado por los hombres que no soportaban reconocer sus verdades, así que lo seguían. Por eso, los que hoy dominan las civilizaciones modernas odian y detestan tanto a los ancestros más sabios. Porque Ellos eran verdaderos líderes y la gente los escuchaban, y Ellos no escuchaban a lo que el mundo de hoy les llaman gobernantes. Él líder siempre escuchaba las necesidades del Pueblo.

Un Jefe es aquél que piensa en su Pueblo antes que en él. Es preocuparse de la gente y ver que no le falte nada. Es el que toma decisiones con la Mente en su Pueblo, su Cuerpo en contacto con la Tierra y su Corazón en el Cielo.

Nosotros teníamos líderes, no gobernantes. El Jefe era el que buscaba el abrazo de las praderas, por que sabía que abrazar la Tierra era abrazar a su Pueblo.


Lakota.


sábado, 24 de agosto de 2024

Canción Eterna.

Hace mucho mucho tiempo, en un lugar muy lejano, en el bosque de Ankel, vivía una pequeña hada…

Su belleza era inigualable, sus ojos de color verde, tan profundos, que te quedabas pasmado en su mirada, su pelo era largo y oscuro como la noche y una piel más blanca que la nieve. Era el ser más hermoso que se podía ver sobre la tierra. Esta hada se llamaba Insel y vivía sola, pues tiempo atrás se alejó de su hogar y nunca más pudo regresar.

Lo que más le alegraba a nuestra pequeña hada era ver a un elfo sentado en la roca, cerca del arroyo, tocando un instrumento que ella jamás había visto, pero que hacía un hermoso y suave sonido. Cada anochecer el hada se sentaba cerca de las rosas  y esperaba que llegara aquel hermoso joven. Pero  pasaban los días y el elfo no se volvió a aparecer, pero el hada no perdía la esperanza de volverlo a ver y emprendió un viaje para buscarlo.

Una noche de viento lo encontró tirado cerca de un arroyo congelado. El hada presurosa se acercó a aquella persona que le había robado su corazón y, viendo que la noche se hacía mas fría, busco refugió para poder tratar de salvarlo.

Pasaron unos días y aquel joven no despertaba. En ese tiempo el hada no se separó de él ni un segundo. Quería saber su nombre, quería tenerlo con ella…

Una mañana, Insel se había quedado dormida sobre su pecho. Al despertar vio que aquella belleza empezaba a abrir sus ojos.

-Son mas hermosos de lo que pensé- murmuró el hada.

-¿Quién eres? ¿Dónde estoy?- preguntaba el elfo con desesperación.

-Calma,calma, que no te haré daño- contestó el hada con una hermosa voz-.

Me llamo Insel, noches han pasado ya, nunca me has visto, eso lo sé, pero siempre he querido saber cuál es tu nombre.

-Ziran, pero, ¿cómo que has esperado para saber mi nombre? ¿Dónde me has visto? -preguntó aquel elfo.

-Te veía cada noche tocar, sentado a la orilla del arroyo, en una gran roca. Pero jamás tuve el valor de poder acercarme a ti.

Ziran solo veía aquellos grandes ojos y quedó perplejo ante tanta belleza.


-Dime, ¿Cómo te llamas, pequeña haa?

Ella, con una sonrisa, suavemente contestó:

-Insel.

Ziran,al recuperar sus fuerzas, se levantó y quiso volver a su hogar. Durante el camino aquellas criaturas hablaron sobre sus vidas.

-Dime, Insel, ¿Cómo has llegado a vivir sola, si las hadas viven juntas?

Ella le contestó que, de pequeña, un horrible incendio había atacado su hogar. Ella voló lejos de ahí para poder salvar su vida, pero cuando quiso volver ya no puedo, puesto que todas las hadas de ese lugar habían desaparecido. Ella, con una sonrisa en su rostro y los ojos llorosos,le preguntó:

-Y tú, ¿tienes hogar?

Él,con voz triste, le contestó que el jamás había tenido un hogar, que siempre había vivido solo. Como con un susurro le contestó:

-¡De qué sirve tener un hogar si nunca te pondrán atención…!

Estaban llegando al arroyo cuando ella le dijo que siempre había querido estar con él, desde la primera vez que lo vio y se enamoró. Ziran le contestó que él jamás podría estar junto a ella. Llevaba una vida muy pesada y solitaria, ella no podría soportarlo, pero le prometió que cada noche vendría y tocaría para ella la canción que él jamás terminó, para que así supiera que siempre estaría con ella.

 Con el corazón destrozado y los ojos llorosos, aquella pequeña hada se marchó y nunca más regresó. Pero dicen que cada noche, en aquella roca,se oye la hermosa melodía del hada entristecida.


Autor: Carolina Aydé.


sábado, 17 de agosto de 2024

La Rosa Blanca.

En un jardín de matorrales, entre hierbas y maleza, apareció como salida de la nada una rosa blanca. Era blanca como la nieve, sus pétalos parecían de terciopelo y el rocío de la mañana brillaba sobre sus hojas como cristales resplandecientes. Ella no podía verse, por eso no sabía lo bonita que era. Por ello pasó los pocos días que fue flor hasta que empezó a marchitarse sin saber que a su alrededor todos estaban pendientes de ella y de su perfección, su perfume, la suavidad de sus pétalos, su armonía. No se daba cuenta de que todo el que la veía tenia elogios hacia ella. Las malas hierbas que la envolvían estaban fascinadas con su belleza y vivían hechizadas por su aroma y elegancia.

Un día de mucho sol y calor, una muchacha paseaba por el jardín pensando cuántas cosas bonitas nos regala la madre tierra, cuando de pronto vio una rosa blanca en una parte olvidada del jardín, que empezaba a marchitarse.

–Hace días que no llueve, pensó – si se queda aquí mañana ya estará mustia. La llevaré a casa y la pondré en aquel jarrón tan bonito que me regalaron.

Y así lo hizo. Con todo su amor puso la rosa marchita en agua, en un lindo jarrón de cristal de colores, y lo acercó a la ventana.- La dejaré aquí, pensó –porque así le llegará la luz del sol. Lo que la joven no sabía es que su reflejo en la ventana mostraba a la rosa un retrato de ella misma que jamás había llegado a conocer.

-¿Esta soy yo? Pensó. Poco a poco sus hojas inclinadas hacia el suelo se fueron enderezando y miraban de nuevo hacia el sol y así, lentamente, fue recuperando su estilizada silueta. Cuando ya estuvo totalmente restablecida vio, mirándose al cristal, que era una hermosa flor, y pensó: ¡¡Vaya!! Hasta ahora no me he dado cuenta de quién era, ¿cómo he podido estar tan ciega?

La rosa descubrió que había pasado sus días sin apreciar su belleza. Sin mirarse bien a sí misma para saber quién era en realidad. Si quieres saber quién eres de verdad, olvida lo que ves a tu alrededor y mira siempre en tu corazón.


Autor: Rosa María Roé


sábado, 10 de agosto de 2024

Maria y Manuel.

Maria es una joven muy guapa, todos los días tiene la costumbre de salir a pasear por el campo ya que al vivir en un pueblo se lo podía permitir, le acompañaba su fiel amigo Pincho, un perro que no se sabia que raza era pero que un día apareció en la puerta de su casa y desde entonces no se separaba de Maria para nada, le decían Pincho por que parecía que se ponía gomina y llevaba el pelo de punta:)

Cada tarde Maria y Pincho se iban a un pequeño bosque de pinos que estaba en una loma cercana a su casa, al llegar se sentaba entre los pinos, Pincho encima de sus piernas y se dejaban llevar contemplando la puesta de Sol, así siempre no faltando nunca a su cita. Maria se dio cuenta un día que tenían compañía, que no estaban solos contemplando la belleza de la puesta de Sol, era Manuel al que conocía desde niña, pero al ser tímida nunca se atrevió a decirle nada, poco a poco el le iba diciendo cosas para romper esa timidez, con el paso de los días ese camino ya no lo hacían solo Maria y Pincho sino que les acompañaba Manuel, ella cada vez mas feliz lo mismo que el, pasado un tiempo prudencial se hicieron novios.

Llego el día de la boda, mas felices no podían ser los dos, se casaron y en sus vidas no faltaba el cariño y amor que mutuamente se profesaban, seguían con su paseo de todos los días para contemplar la belleza de la puesta de Sol, llegaron los hijos colmando mas aun su felicidad, dos niños primero para deleite de Manuel, después llego la niña deseada de Maria, mas dos niños después, cinco hijos, cinco joyas para colmarles en su inmensa felicidad.

Fue pasando el tiempo y en esa casa quitado de algún contratiempo como es lógico seguían siendo muy felices, Pincho mas viejecito seguía aun con ellos haciendo las delicias de los niños.

Pero esa felicidad se trunco cuando Maria cayo enferma, pasaba el tiempo y no se recuperaba, nadie sabia lo que tenia hasta que un día se durmió para siempre, Manuel y los niños no tenían consuelo alguno al pensar en Maria.

Manuel se fue hundiendo poco a poco en una inmensa tristeza, ni siquiera el cariño de sus hijos conseguían consolarle, como una vela se fue consumiendo su vida, habían pasado tres meses desde la marcha de Maria cuando Manuel se reunió con ella en el reino de la felicidad, dijeron los médicos que murió de tristeza.

Los niños no quedaron solos ya que fueron acogidos por el resto de la familia.


Pili F. ( Ete escrito es de los pocos que he puesto que es mio )


sábado, 3 de agosto de 2024

La Anciana.

A la entrada del gran bazar se reunían toda clase de mendigos, me llamo especialmente la atención una anciana llena de andrajos que parecía la mas pobre de todos ellos.

- Por favor -gemía-, llevo tres días sin comer.

Rebusque en mis bolsillos y le di dos monedas, espere escondido en un zaguán hasta que se levanto, con el propósito de seguirla y ver en que invertía la parca limosna que le había dado.

Despacio y cansina, la anciana avanzo lentamente entre la multitud que abarrotaba el mercado, durante unos momentos la perdí de vista, y cuando volví a verla, caminaba ya mucho mas alegre, apretando con cuidado un bulto bajo la túnica.

Tomo un callejón lateral que salia del mercado y desembocaba en una especie de plaza calurosa y polvorienta.

Allí, sentada a la sombra del único árbol que había sobrevivido al terrible viento del desierto, la mujer levanto la túnica y saco un mendrugo de pan y una magnifica rosa roja.

Hizo una mueca que debía ser una sonrisa, al tiempo que comenzó a ablandar el pan con sus encías desdentadas.

La contemple mientras deshizo el mendrugo lentamente, poco a poco, se fue comiendo hasta la ultima migaja mientras observaba la rosa con ojos brillantes.

Después, una expresión de paz se reflejo en su rostro. Me acerque junto a ella y le pregunte:

- Anciana, ¿como es posible que alguien tan pobre como tu haya derrochado una de las dos monedas que le di en esa extraña flor?

La anciana me miro desde sus cien años de sabiduría y dijo:

- Tenia dos monedas, con una compre con que vivir, la otra la gaste para tener por que vivir....


Autor: Desconocido.